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El rol del Estado

Empresa nacional de alimentos: somos prisioneros del pasado

El IAPI fue otra experiencia de regulación extrema fallida que debería ser capitalizada. Sin embargo, parece que somos prisioneros de la historia.

Roberto Feletti
Roberto Feletti .
Fernando Amador Agra 20 febrero de 2022

La portavoz de la Presidencia confirmó que se está evaluando la creación de una empresa nacional de alimentos que, de acuerdo a lo expresado por otro funcionario del Gobierno, permitiría impulsar el rol activo del Estado referido a la planificación, regulación, control, producción, análisis de costos y comercialización de los alimentos, en un mercado que consideran tiene un elevado grado de concentración. Esos son los anuncios y declaraciones hasta el momento

La tasa de inflación de enero fue del 3,9% (interanual de 50,7%) y parece que ese número impulsó esta idea como instrumento para domar la dinámica inflacionaria, además del control de precios que está vigente. 

El enfoque que manifiestan es que la inflación es un fenómeno relacionado con la estructura de los mercados y no la consecuencia de los desequilibrios macroeconómicos que la economía argentina ostenta. Con ese diagnóstico errado, difícilmente se pueda reducir la tasa de inflación. Más aún: la dinámica inflacionaria se irá agudizando y con ella las distorsiones en la asignación de recursos que genera.

Frente a este anuncio, los ecos de la historia económica argentina nos alertan y recuerdan al Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI). Fue creado durante el primer Gobierno de Juan Domingo Perón (mayo de 1946, concreto) y operaba bajo supervisión del BCRA que, junto con los bancos públicos y la Caja de Ahorro Postal, conformaban el denominado “sistema del Banco Central”, una vez que fue nacionalizada dicha institución y donde los bancos privados eran meros mandatarios del BCRA en la captación de depósitos y en el otorgamiento de préstamos.

El IAPI tenía como misión gestionar la comercialización externa de las cosechas de granos doméstica y pasó a ser el único comprador de cereales y oleaginosas a precios fijados por el Estado, separando una parte para el consumo interno y el resto destinado a la exportación. 

El IAPI absorbió la renta agropecuaria, redistribuyendo el ingreso hacia los sectores urbanos con el objetivo de impulsar el consumo, mientras los términos del intercambio resultaron favorables, a pesar de que desincentivó la producción agropecuaria y distorsionó la asignación de recursos. 

Posteriormente, el IAPI fue incrementando sus funciones y comenzó a financiar la compra de bienes de capital (maquinaria agrícola). Su actividad estaba financiada con préstamos bancarios que a su vez eran fondeados con redescuentos del BCRA. Su actividad devino en fuertes déficits que requirieron continuas asistencias financieras.

En esta oportunidad, la nueva empresa que se crearía tiene su foco en el mercado interno, pero su lógica de funcionamiento puede tener similitudes con el experimento del IAPI.

En suma, el IAPI fue otra experiencia de regulación extrema fallida que debería ser capitalizada. Sin embargo, parece que somos prisioneros de la historia y en forma circular tendemos a repetir errores.

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