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El país que viene

10 noviembre de 2016

por Manuel Adorni

Nos encontramos a pocas semanas de que se cumpla el primer año de gestión de Mauricio Macri y, con él, todo un año que ha dejado seguramente muchos sinsabores y que, a pesar de esto, fue el período que más ha generado discusión acerca del futuro de los diferentes aspectos económicos de Argentina.

Muchas aristas dejarán una fuerte marca en este 2016: el alto nivel de inflación superará el 40%, la pérdida del salario real acumulará 6% y la consecuente caída en el consumo harán que, junto a la pérdida de empleo (puntualmente en el sector de la construcción), sea un año que costará olvidar.

A pesar de ciertas cuestiones adversas por las que hemos (y aún seguimos) atravesando durante este año, las perspectivas para 2017 son más que prometedoras. Las razones son varias, aunque se deben destacar el impacto que tendrá el reajuste a los jubilados y los respectivos pagos de los juicios por la incorrecta liquidación en sus haberes, el fuerte impulso por parte del Gobierno de la obra pública reactivando el empleo en el rubro de la construcción y en cada una de las industrias relacionadas y, como razón adicional, la reactivación en Brasil. Este año se destacó por una caída de la actividad en el país vecino y su consecuente impacto en la industria nacional y, para 2017, se espera que ocurra exactamente lo contrario: la reactivación llegará para mejorar los índices de actividad del sector industrial local y reactivar los niveles de producción y empleo.

En cuanto al crecimiento propiamente dicho, las perspectivas para 2017 tienen una base de crecimiento de 2,5% del PIB para quienes son más conservadores y un techo de 5% para los más optimistas. Lo cierto es que en el año venidero nos encontrará con una economía con signos importantes de reactivación, mejoras en los salarios reales y en los niveles de empleo así como también en gran parte del resto de los indicadores. En lo que tenemos que centrar nuestra atención será en qué nos deparará el futuro luego del próximo año, donde aún se está definiendo entre los analistas si este crecimiento que vendrá será genuino o simplemente se explicará como un lógico rebote luego de la profunda recesión vivida durante este año.

A pesar de las dudas, el talón de Aquiles a partir del año que viene será sin dudas el nivel de déficit fiscal. Esta sombra que persiguió a las arcas públicas durante los 52 de los últimos 56 años y que hoy sigue siendo un problema estructural sin resolverse. Ese déficit que marca la diferencia entre un país con futuro y con una economía sostenible en el tiempo, con uno que no tiene esas características elementales del desarrollo económico.

El peso del déficit

Las últimas crisis que Argentina ha vivido en sus últimos cincuenta años fueron ocasionadas en gran parte por el abultado déficit fiscal que siempre ha querido combatirse, no con una baja del gasto público, sino por el contrario con emisiones monetarias brutales o con endeudamiento sin control, hasta que un nuevo quiebre (por hiperinflación o por cesación de pagos) volvía a reiniciar el ciclo vicioso de la economía. La paulatina eliminación del déficit fiscal será lo que definirá a partir de ahora que la normalización que se ha logrado en gran parte de la economía argentina en cuestiones de precios relativos, institucionalidad, normalización de la deuda pública y apertura al mundo, sea sustentable en el tiempo dando como resultado la llegada de inversiones productivas generadoras de crecimiento y desarrollo. Y esto ocurrirá sólo si aprendemos a brindar a el que quiera invertir todas las condiciones necesarias desde el plano económico, institucional y hasta cultural y con ello llegar a que todos logremos un futuro mejor, pero por sobre todas las cosas, un futuro duradero.

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