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El impacto de Brasil

¿Cómo afecta el estancamiento y la devaluación del real?

17 marzo de 2015

(Columna de Marina Dal Poggetto y Martín Vauthier, directora y economista, respectivamente, de Estudio Bein & Asoc)

El desplome del real en las últimas semanas, en un contexto de cuasi estancamiento, inflación por encima de la meta del Banco Central de Brasil (BCB), un Gobierno debilitado por los escándalos vinculados a Petrobras y con ningún margen para impulsar la actividad vía las políticas monetaria y fiscal (más bien todo lo contrario), encendió las alertas acerca del rumbo del principal socio comercial de la Argentina.

En efecto, y tal cual señaláramos hace varios años, el verdadero test para la economía brasileña (y para América Latina en general) iba a consistir en evaluar la capacidad para encarar un mundo menos favorable que el de la segunda mitad de la década pasada, caracterizado por tasas históricamente bajas, dólar débil y precios de las commodities que alcanzaban récords año a año. Esto en un contexto donde las economías habían incrementado fuertemente sus niveles de consumo, sin una contrapartida de aumento en la productividad que permitiera pensar en un escenario de crecimiento sostenido aun frente a una reversión en los flujos globales de capitales. El interrogante era si las economías finalmente se habían graduado, iniciando el camino al desarrollo, o si sólo habían aprovechado las extraordinarias condiciones financieras internacionales para incrementar sus niveles de consumo vía endeudamiento externo público y privado, llegando, por caminos distintos, al mismo destino que las economías que habían financiado el boom de consumo con impuesto inflacionario.

Hasta hoy, el escenario de tasas bajas por el momento se sostiene, y creemos que cualquier convergencia hacia una normalización de la política monetaria en el mundo desarrollado será muy gradual dados los elevados niveles de endeudamiento público y privado que registran las economías industrializadas. Sin embargo, el desplome en el precio de las materias primas ya comenzó a filtrarse sobre las perspectivas de la economía brasileña, algo que se combinó con una pérdida sustancial en la credibilidad del Gobierno luego del escándalo que afectó a la principal petrolera del país (y que destruyó tres cuartos de su capitalización de mercado en tan sólo seis meses) y la tendencia al deterioro en los frentes fiscal y externo en una economía que hace dos años no crece a pesar de haberse consumido 3,5% del PIB de superávit primario.

Esto llevó a las principales calificadoras de riesgo a considerar una eventual baja en la calificación de la deuda soberana, amenazando el investment grade que Brasil alcanzó en 2008 y que en su momento se consideró como una prueba de “éxito” luego de años de inflation targeting con una tasa de interés nominal muy por encima de la inflación.

El país registra hoy un alto nivel de reservas internacionales, que eligió por el momento no utilizar para enfrentar la corrida, aunque presenta una escasa capacidad de respuesta fiscal y monetaria para intentar capear la actual situación. De hecho, el aumento en la tasa Selic, como mecanismo para encarar una inflación que se ubica en 7,7% (frente a una meta superior del BCB de 6,5%), además de su impacto negativo sobre el nivel de actividad, afecta la solvencia vía un aumento en la carga de intereses de la deuda a tasa variable, y en un contexto de estancamiento econó- mico y baja disciplina fiscal derivó en un déficit financiero que actualmente asciende a casi 7% del PIB (frente al 2% de 2011). La devaluación del real, que en un mes y medio alcanzó a casi 20%, fue la contracara de la fuerte salida de capitales que experimentó el país, que parece tener por delante un proceso de ajuste fiscal como único mecanismo para evitar una baja de la calificación soberana, aunque abriendo interrogantes acerca de la capacidad de crecimiento futuro de la economía.

Para la Argentina, la apreciación del tipo de cambio real bilateral (18% en dos meses, aunque todavía 50% por encima del nivel históricamente bajo de fines de 2001) difícilmente implique un impacto inmediato sobre la balanza comercial, regida en mayor medida por los diferenciales de crecimiento y los acuerdos de comercio entre ambas economías que por la volatilidad del tipo de cambio real. Aunque evidentemente sí afecta la rentabilidad de las firmas involucradas y agudiza el deterioro de la competitividad de cara a 2016, teniendo en cuenta que, con cepo, el manejo del BCRA del tipo de cambio como semi ancla no se va a modificar.

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