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El fin del empleo bancario y de los bancos también

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Jorge Colina 19 mayo de 2021

Por Jorge Colina (*)

En una reciente edición de la revista inglesa The Economist se trató el tema de los bancos centrales que están pensando en emitir monedas digitales. En ese sentido, se señala que el banco central chino ya está haciendo una prueba piloto con el e-yuan, la Unión Europea está diseñando un e-euro y la Reserva Federal de Estados Unidos está haciendo lo propio con un futuro e-dólar. Esto pone sobre el tapete un rol importante que los bancos vienen cumpliendo, pero que nadie había advertido o le dio la merecida importancia.

Tradicionalmente, la teoría económica le asignó a los bancos la función de intermediar entre los ahorristas (las familias) y los inversores productivos (las empresas). Los bancos toman depósitos de las familias y se la prestan a las empresas para que los inviertan. Pero esto planteaba un problema. Los depósitos de los ahorristas son de corto plazo, mientras que las inversiones de las empresas son de largo plazo. Si gran parte de los ahorristas van a buscar todos juntos sus depósitos, el banco quiebra. Allí emergió que el esquema era muy frágil.

Entonces, los bancos centrales empezaron a inducir que las inversiones de mediano y largo plazo no se financien más en los bancos sino en el mercado de capitales. La ventaja es que, en el mercado de capitales, los ahorristas (que ahora ya no son las familias sino inversores institucionales) son conscientes de que están prestando a largo plazo. Así, los bancos dejaron de intermediar entre el ahorro y la inversión.

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Pasaron a intermediar entre el ahorro de corto de plazo y el consumo de corto plazo. Pero luego el instrumento de esa intermediación terminó siendo las tarjetas de crédito (que los bancos fondean, pero no operan) y a los préstamos al consumo los “securitizan” (los convierten en bonos) que los colocan en el mercado de capitales. O sea, los bancos no cumplen ninguna función que no pueda hacer otro actor financiero.

Aquí emergió otra función que tienen los bancos: los cajeros automáticos. Es tan natural el uso de los cajeros en los bancos que pasó desapercibido que ésta es hoy la función esencial de los bancos. Operar los cajeros automáticos significa que ellos son el vínculo del banco central con la gente. Cuando el banco central quiere emitir dinero, se los da a los bancos que los colocan en los cajeros automáticos desde donde la gente accede a los billetes.

Un ejemplo que ilustra de manera clara esta intermediación es el “corralito” del 2001. Cuando los cajeros automáticos dejaron de dar billetes, la gente rompió los bancos, y no el BCRA, que es el que había dejado de emitir billetes.

Así las cosas, si ahora los bancos centrales van a terminar con los billetes y van a ir hacia la e-moneda, los bancos ya no tienen ninguna función porque los cajeros automáticos no van a hacer falta. El banco central va a interrelacionar directamente con la gente. O sea, cuando quiera emitir, pone la e-moneda en la billetera virtual de la persona.

¿El fin de la política monetaria también?

Puede ser. O al menos, va a haber un gran cambio en la forma de hacer política monetaria. Esto es porque los bancos también son los agentes de expansión o contracción de la oferta monetaria. El caso de Argentina es muy ejemplificativo. El banco central le da a los bancos los billetes para que le pague a los empleados públicos, a los jubilados y a los proveedores del Estado. Cuando los bancos quieren usar los fondos depositados no utilizados por la gente para prestar al consumo (vía tarjeta de crédito), el banco central los obliga a comprarle a él Letras de Liquidez (Leliq). Para que esa emisión no se vaya al consumo y así controlar la inflación.

Si en Argentina hubiera e-moneda, el BCRA no podría obligar a la gente ?como legalmente puede hacerlo con los bancos? a comprarle Leliq. Con lo cual el BCRA no podría controlar la oferta monetaria. O debería ofrecerles tasas de interés muy altas. En el fondo es lo que pasó con las Lebac en el anterior Gobierno. El BCRA quiso interrelacionar directamente con la gente, sin pasar por los bancos, y así le fue.

El momento en que la e-moneda desplace el billete papel no está cerca, aunque esto no implica que no llegue. Las víctimas no serán ni los empleados bancarios (que tendrán empleos mejores en sectores más dinámicos), ni los banqueros (que con seguridad van a encontrar fuentes alternativas de hacer ganancias).

Las víctimas van a ser las políticas demagógicas. Ya que se va a hacer difícil financiar indefinidamente déficit fiscal con emisión monetaria porque el banco central no va a poder controlar la oferta monetaria.

(*) Idesa

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