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“Ganó Greta”: ¿comienzo del fin para el Bitcoin?

Bitcoin emite 56 megatones de CO2 por año: eso representa aproximadamente 0,15% de los 36.000 megatones que el mundo emite anualmente

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Por Gonzalo Martínez Mosquera

Franklin Delano Roosevelt fue el presidente número 32 de los Estados Unidos con un mandato que duró desde 1933 hasta su muerte en 1945, sobre el final de la Segunda Guerra Mundial.

No sólo es recordado por su participación en dicha contienda, sino porque fue el impulsor de lo que se denominó el “New Deal”, un programa económico de raigambre netamente keynesiana destinado a sacar a aquel país de la severa crisis económica de los años '30 que llevó el desempleo a rozar el 25% en 1933.

Parte del Congreso de Estados Unidos presiona hoy con fuerza para impulsar un plan llamado “Green New Deal”, con el objetivo de reducir los efectos del cambio climático. La amenaza ambiental se toma tan en serio que el esquema para enfrentarla lleva el mismo nombre de aquel que se usó para solucionar aquella catástrofe económica.

Si bien en el mundo científico no hay un consenso definitivo al respecto, en el mundo de las inversiones, y en particular en el mundo cripto, lo relevante es que “ganó Greta”, como le gusta decir a un referente del mundo de la energía en Argentina.

Países, empresas y comunidades en general aceptan que estamos ante un problema mayúsculo. El número mágico utilizado es “10 años”. Ese es el período que nos queda para hacer “algo” antes de llegar al punto sin retorno.

Es por eso que parecía raro que una compañía como Tesla saliera a respaldar tan fuertemente a Bitcoin, que utiliza la tecnología Proof of Work, con un consumo muy alto de electricidad como forma de sostener el consenso para sus transacciones.

La semana pasada, Elon Musk, tuiteó que Tesla había suspendido la compra de autos usando aquella cripto preocupado por el intensivo uso de energía quemadora de combustibles fósiles.

Explicó que esta nueva tecnología le parece muy buena idea y agregó que están buscando otros proyectos que usen menos de 1% de la energía por transacción que usa Bitcoin.

La reacción no se hizo esperar. El precio de la principal criptomoneda se derrumbó de US$ 54.700 dólares que valía cuando escribió el tuit (12 de mayo) a US$ 43.900 al momento de escribir esta nota. Es una pérdida de cerca de 20% que borró de un plumazo casi US$ 200.000 millones de valor.

¿Bitcoin destruye el medio ambiente?

Primero, algunos datos.

A aquel límite de 10 años que mencioné, se llega así: el número “mágico” al que no debemos llegar se mide en partes por millón de CO2 en la atmósfera y es de 450. El mundo tira aproximadamente unas 3 partes por año y estamos hoy alrededor de las 420 partes.

La plataforma Digiconomist, especializada en mostrar los efectos no buscados del avance tecnológico, informa que Bitcoin emite 56 megatones de CO2 por año. Eso representa aproximadamente 0,15% de los 36.000 megatones que el mundo emite anualmente. Equivale a la emisión de países como Perú y Serbia.

Por su lado, los bitcoiners muestran que el efecto total no es tan perjudicial.

La revista especializada Coindesk publicó un reporte en abril de este año donde intenta mostrar que si bien es cierto que la moneda genera vastas emisiones de CO2, sus beneficios compensan ese costo.

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Aquel informe comienza explicando que a Bitcoin hay que verlo como una economía muy simple que importa energía y exporta el servicio de transferencia de valor con altos niveles de seguridad.

Continúa comparando el consumo de Bitcoin con otros usos de energía. Mientras la moneda consume aproximadamente 1,29% de la electricidad de un país como Estados Unidos, las consolas de videojuego se llevan el 0,25%, la construcción el 2,2%, la ventilación comercial el 2,9% y su iluminación el 3%.

Un último dato que vale la pena mencionar es que aproximadamente el 39% de la minería de Bitcoin viene de fuentes de energía renovables.

Otros argumentos son menos convincentes. Por ejemplo, un estudio publicado la semana pasada por Galaxy Digital, empresa especializada en inversiones en criptos y activos digitales, muestra que Bitcoin utiliza aproximadamente la mitad de energía que consumen el sistema financiero y la industria del oro.

Claro, Bitcoin es solo la moneda. La emisión del dólar prácticamente no consume nada por sí sola y es cuando se le suma toda la estructura de ATMs, data centers, etctera, que se llega a aquellos consumos. Es como comparar peras con manzanas.

Por otro lado, recordemos que tan solo el 21 de abril de este año Jack Dorsey, el creador de Twitter, dijo por esa red que “Bitcoin incentiva a la energía renovable” y Musk le respondió con un “Verdad”. Es equivalente a decir que la escasez de alimentos sería una buena noticia porque incentiva la producción más eficiente de los mismos.

Semanas complicadas para la criptomoneda ícono.

Para colmo de males, la semana pasada la SEC la llamó “altamente especulativa”. Es un paso atrás en la posibilidad de que se lance su ETF, que es crítico para lograr la muy ansiada demanda institucional. Un activo con dicha característica no es un buen candidato para fondo de inversión por la posibilidad de que genere inestabilidad financiera.

Aparte, Coinmarketcap, tal vez la fuente más importante de estadísticas criptos, muestra que la dominancia del market cap de Bitcoin bajó esta semana del 40%.

Esa estadística intenta mostrar, como su nombre lo indica, qué participación del total del capital invertido en criptomonedas se lleva aquella moneda. A comienzos de 2021, rozó el 70%. El mínimo histórico lo había tocado en enero del 2018 cuando llegó al 33% por el auge de las altcoins.

A propósito de las monedas alternativas y siguiendo a la intervención de Elon, circuló un cuadro en Twitter que compara cuánta energía gasta por transacción cada una de las blockchains para las cuales se tiene información confiable.

Según el mismo, el podio, arrancando con la que menor consumo en KWh por transacción, lo forman Algorand con 0.000008, XRP con 0.0079 y Doge con 0.12. Luego los siguen Cardano con 0.5479, Ethereum con 70 y, finalmente, Bitcoin, con 930 KWh por transacción.

Recordemos que Ethereum está en proceso de transición de la tecnología Proof of Work a la tecnología Proof of Stake, lo cual reduciría sensiblemente su consumo por transacción.

Es un esfuerzo enorme de coordinación ya que en este mundo no hay una fuerza centralizada que lleve la batuta. Hay, es cierto, referentes que si bien no tienen poder de voto suficiente pueden dirigir el cambio con sus opiniones.

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Esa es la razón, en parte, por la que no es esperable que Bitcoin lo siga a Ethereum en aquel cambio tecnológico. De hecho, los bitcoiners se enorgullecen del formato Proof of Work y suelen decir que es la única forma segura de mantener la descentralización.

La esencia de Bitcoin es no cambiar, ser aburrido y predecible, son estas características su mayor activo para mostrar seguridad.

¿Puede ser este el comienzo del fin para Bitcoin?

Bitcoin nació como un intento de reemplazar al dólar con un “cash electrónico”. Con el tiempo fue transformándose en una alternativa al oro en formato digital.

Si uno apuesta a que reemplace a la mitad de aquel metal como resguardo de valor, la cuenta implica que la moneda digital valdría aproximadamente US$ 500.000 por unidad.

Pero el problema reside en que Bitcoin sembró su propia competencia y otras criptos con tecnologías más eficientes por transacción y más amigables con el medio ambiente pueden robarle el cetro o por lo menos parte de él.

Dos preguntas son las relevantes para resolver esa cuestión y que cada uno debe responderse.

¿Son los beneficios de Bitcoin, si es que los tiene, mayores a sus costos reales, incluyendo los ambientales?

Además, ¿pueden otras alternativas, que demandan menos costos reales, cumplir con la seguridad, descentralización y escalabilidad necesarias?

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