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¿Cuál será la inflación del 2017? Depende de la dinámica salarial

16 diciembre de 2016

Diciembre es una época de balances y, en materia de precios, el saldo no es positivo. Por algo el tema figura como uno de los principales problemas de la actualidad, apenas por detrás de la inseguridad. Los datos reflejan que el proceso de desinflación está en marcha pero que avanza a paso lento y las proyecciones apuntan a un 2016 con varios puntos más de inflación que el 2015 (40% versus 27% anual).

Mejor, pero?

La inflación se mueve apenas por debajo de su “velocidad crucero”. Si la dinámica de los precios durante el primer semestre estuvo signada por la devaluación y el incremento de tarifas de los servicios públicos, el segundo semestre dio inicio al proceso de desinflación (a pesar de los idas y vueltas alrededor del tema tarifario). La diferencia entre ambas mitades del año es notoria: la inflación promedió cerca de 4% mensual (dependiendo de la fuente) en los primeros seis meses, frente al 1,5% de la segunda parte del año. Este ritmo de incremento de los precios está por debajo del 2% promedio del segundo mandato de CFK y si no se redujo aún más es por la inercia. Es evidente que se produjo un cambio de régimen en la política monetaria pero el mismo no ha sido plenamente internalizado, razón por la cual el proceso de formación de expectativas aún mantiene un sesgo retrospectivo, lo que impide una desinflación más rápida y profunda (que estaría más en línea con la situación en materia de actividad).

Precisamente, la persistencia de expectativas desancladas frenó al BCRA. Las expectativas de los analistas (REM), la sociedad (UTDT) o el propio mercado (bonos) están varios puntos por encima del objetivo de inflación para 2017. Este desanclaje viene desde junio (al menos) y se agravó levemente el último mes, llevando al BCRA a frenar el ciclo de recortes de tasa de interés hace dos semanas. Para una entidad que decide mirando hacia delante, continuar relajando la política monetaria en este contexto pone en riesgo la credibilidad de la institución sin beneficio importante sobre el nivel de actividad. Peor aún, otorga oxígeno al tipo de cambio, lo cual podría afectar la inflación observada.

¿Y el 2017?

Que el Gobierno acierte a su meta inflacionaria de 2017 depende de varias cuestiones. En primer lugar, de la dinámica del tipo de cambio. El escenario hoy es de una depreciación suave (por debajo de la inflación) debido al ingreso de capitales, pero existen riesgos procedentes de Estados Unidos, de Europa y de China. En segundo lugar, la continuidad del ajuste de tarifas también afectará la inflación. Cuánto más se avance con el reacomodamiento más lejos quedará la meta del 17%. Un tercer factor se relaciona con el nivel de actividad.

La clave principal, no obstante, será la dinámica salarial. Las paritarias hoy actúan como principal mecanismo propagador de la inercia inflacionaria, ya que se trata de negociaciones fragmentadas, distribuidas a lo largo de todo el año, de implementación escalonada y que tienen un fuerte componente retrospectivo. En efecto, los salarios (a falta de datos, tomamos el del sector privado formal) perdieron la carrera contra la inflación únicamente en 2014 (35% vs 38%), pero ganaron terreno al año siguiente (31% versus 27%). En la medida en que los sindicatos intenten recuperar el poder adquisitivo perdido en 2016 (6% hasta septiembre), más difícil será para el Gobierno alcanzar su meta. Yendo al extremo, para amortiguar el impacto de unas paritarias generosas el BCRA debería forzar un mayor atraso cambiario al esperado.

De todos modos, María Eugenia Vidal podría terminar siendo, una vez más, el as bajo la manga. Su esquema de paritarias fijas con cláusula gatillo puede facilitar el proceso de adaptación a un nuevo régimen en materia inflacionaria. Si logra sumar a los sindicatos docentes a este esquema (ya aceptado por un buen número de gremios del sector público provincial) marcará tendencia para el resto de los empleados públicos y, posiblemente, sirva como guía para las negociaciones del sector privado. En el peor de los casos, los gremios habrán protegido el salario de la erosión inflacionaria. En el mejor, habrán colaborado con el Gobierno en su lucha contra la suba de precios. Aunque parezca temprano, el partido del 2017 contra la inflación ya se está jugando.

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