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“Arreglar los problemas heredados llevará cuatro años”

Entrevista a Ramón Frediani, Profesor de la Universidad Nacional de Córdoba.

12 agosto de 2016

El economista Ramón Frediani, docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y con una larga trayectoria en el mundo del análisis económico, ofrece su visión sobre el estado de la economía y sostiene que “fue un error comunicacional grave del Gobierno” instalar la idea de un segundo semestre virtuoso. “Creó en la población la falsa expectativa de que el “ajuste” era doloroso y necesario sólo durante un semestre”, arguye. En diálogo con El Economista, también habla de la desinflación, el crecimiento, la situación fiscal, el blanqueo y matiza la idea de que en el interior del país la recuperación ya comenzó, como sostiene el Gobierno.

El famoso segundo semestre venía asociado con dos grandes tendencias: una reducción en la tasa de inflación y una reactivación del crecimiento. Por ahora, sólo una parece estar cumpliéndose, aunque más lento de lo previsto. ¿Cuándo volverá a crecer la economía y cuáles serán sus drivers?

Lo del segundo semestre fue un error comunicacional grave del Gobierno, pues creó en la población la falsa expectativa de que el “ajuste” era doloroso y necesario sólo durante un semestre. En realidad, arreglar los graves problemas heredados llevará prácticamente toda esta gestión de cuatro años. El crecimiento empezaría tímidamente a partir de marzo-abril del año que viene, con tasas de 3% a 3,5% anual. Pero más que un crecimiento real en sí, parte de esa cifra ocultará una ilusión estadística pues será un cálculo respecto a un PIB muy deprimido del 2016. Neteado del casi el -2% del 2016, el PIB del 2017 será levemente superior (+1,5%) al PIB del 2015, pero es de esperar que en el 2018 y 2019 la economía crezca a 5% a 6% anual.

El Gobierno dice que en el interior del país, por el empuje del agro y las economías regionales, la reactivación ya comenzó. Usted que está allí. ¿Está viendo eso?

En el interior hay dos realidades bien distintas. Las zonas y ciudades que directa o indirectamente viven del agro (no más del 25% de la población del interior del país) han mejorado, excepto las cuencas lecheras que están casi en bancarrota. En el resto del interior, la recesión se siente fuerte puesto que en provincias los salarios e ingresos de sus habitantes son inferiores a los que en promedio existen en la Ciudad de Buenos Aires.

El próximo reto de la desinflación será pasar de registros mensuales de 2% (que eventualmente serán de 1,5%) a variaciones de 1%, o menos, para así cumplir la pauta de Programa Monetario (PM) de 2017, que establece una inflación de 12%-17%. ¿Ve posible perforar pronto ese umbral o la inercia que arrastra la economía hace varios años ya será más difícil de desactivar de lo que se supone?

Gran parte de la inflación actual no es sino la exteriorización de la inflación reprimida que desde el 2011 artificialmente se la mantenía escondida debajo de la alfombra gracias al cepo cambiario y a los fuertes subsidios a todas las tarifas de los servicios públicos. Lo que hizo Mauricio Macri fue levantar la alfombra y ponerla a la vista, saltando a la realidad con toda intensidad como un resorte comprimido. Algo que todos olvidan: desde el 2007 tenemos una inflación anual arriba del 20%, con un promedio para estos diez últimos años del 27,7%. Es decir, llevamos 120 meses con una inflación promedio mensual del 2%. No creo que en el 2017 sea muy distinto y por eso estimo que el próximo año estaremos entre 25% y 27%, más aún siendo un año electoral que al Gobierno le será difícil decirle “no” a los reclamos salariales.

Varios de sus colegas opinan que la situación de las cuentas públicas no está mejorando y que el Gobierno resignó ingresos y aumentó gastos en exceso. ¿Cómo está viendo la situación fiscal del sector público nacional y qué implicancia tiene para el resto de las variables?

Inicialmente, el Gobierno se ilusionaba con reducir sustancialmente el déficit fiscal de este año, pero la recesión resultó ser más fuerte de lo esperado y lo lleva contra su voluntad a mantener un déficit fiscal excesivo. Si al déficit primario del Gobierno le sumamos los intereses de este año por la deuda pública, los déficit de las empresas del estado (YPF, Aerolíneas, Enarsa, etcétera), de la CABA, de las 23 provincias, de los 2.800 municipios del país y además el déficit cuasi fiscal del BCRA, el Estado en su conjunto tendrá este año un déficit fiscal total próximo a US$ 39.000 millones, esto es, 7,7% del PIB. Sólo una profunda reforma del Estado en todas sus jurisdicciones puede resolver este grave problema. De no ser así, lamentablemente tendremos por delante muchos años más de inflación sin crecimiento y fuga de capitales.

Hay consenso en que el “sinceramiento fiscal” que acaba de comenzar será sustancialmente más exitoso que los anteriores. ¿Coincide y, en ese caso, cuáles serán las externalidades positivas para la economía?

En términos de montos blanqueados, es probable que sea más exitoso que los anteriores, permitiéndole a la AFIP recaudar alrededor de US$ 3.500 millones. No obstante, esa cifra no alcanzaría a compensar la pérdida por $ 53.000 millones que tuvo en el primer semestre el Estado por los contratos futuros del BCRA heredados del Gobierno anterior, como tampoco alcanzaría para pagar todos los juicios iniciados y a iniciar por jubilados que se estima en $ 63.000 millones. Adicionalmente, el fondeo por la eventual colocación de los bonos a tres y siete años a tasas casi cero le ahorraría a Hacienda y Finanzas un costo financiero por esa reducida tasa de interés. Para la economía real será muy positivo pues la gran mayoría de las empresas argentinas tienen un importante stock de capital en negro que hasta ahora no lo podían incorporar al circuito legal de la economía y con el blanqueo sí lo podrán hacer para ampliar su capital de trabajo o inversiones.

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