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“Argentina podría ser una estrellita para los inversores”

Entrevista a Andrés López Economista, docente y director del CENIT.

05 mayo de 2016

El economista Andrés López plantea que “el nuevo Gobierno está intentando resolver algunas de las distorsiones regulatorias y de precios relativos y promete hacer un management macro más sólido, y eso genera condiciones más favorables para las inversiones privadas”. Integrante del Consejo de la Producción, reactivado hace algunas semanas por el ministro Francisco Cabrera, López opina sobre las potencialidades del país, sobre los costos en dólares, la recurrente fantasía de ser el supermercado del mundo y la inserción en las cadenas globales de valor. A continuación, el diálogo con El Economista.

El Gobierno ha dicho que ha hecho todo para que entre el sector privado a invertir. ¿Usted ve que se han generado las condiciones para que se desate un proceso inversor, o aún falta más?

Hay muchas cosas, como dice la frase, que se pierden rápido y se recuperar mucho más lento. Después de varios años de una gestión macroeconómica esotérica y con distorsiones regulatorias y de precios relativos, los animal spirits de los inversores, y en particular de los extranjeros, no fueron los mejores. Perdimos varias posiciones en la recepción de Inversión Extranjera Directa (IED) y quedamos por detrás de países como Perú y Colombia, que antes superábamos. Casi toda la IED de los últimos años fue reinversión de utilidades que no se podían repatriar y no llegó nada nuevo. Sin embargo, hubo empresas y sectores que se siguieren moviendo porque la actividad agropecuaria tenía buenos precios, el sector automotriz se movía y la construcción crecía. Los inversores locales tenían pocas opciones de diversificación y tuvieron cierta actitud inversora hasta 2011-2012.

¿Cómo ve la tendencia hacia delante?

El nuevo Gobierno está intentando resolver algunas de estas distorsiones regulatorias y de precios relativos y promete hacer un management macro más sólido, y eso genera condiciones más favorables para las inversiones privadas. Pero, como todos saben, no será un proceso automático, y el Gobierno lo sabe y por eso está analizando los obstáculos sectoriales que en frentan algunas cadenas de valor, creó la Agencia de Promoción de Inversiones y hay una batería de incentivos, por ejemplo, apuesta en marcha del BICE. Todas estas iniciativas van a tardar en redituar. Si el Gobierno logra superar esta etapa de corrección, que es la más difícil, y la cuestión social y política no se desborda, existen chances de que se reactive el interés por el país. La situación de Brasil nos perjudica más de lo que nos favorece: si bien nos hace más atractivos a nosotros, cualquiera que venga a invertir aquí para tener escala regional puede tener dudas sobre cómo conseguir retorno para sus inversiones. Argentina podría ser una estrellita para los inversores si tenemos en cuenta la situación complicada que atraviesan nuestros vecinos. El Gobierno está haciendo los deberes y, a diferencia de los '90, veo una actitud más activa y no simplemente hacer reformas y quedarse de brazos cruzados. Hay algunos sectores que van a reaccionar antes que otros.

¿El flujo de la IED hacia el mundo emergente sigue activo, o sus años de gloria han quedado atrás?

La IED es cíclica. En los '90 estuvo muy vinculado con las privatizaciones y luego decayó con las crisis de fines de siglo. En los 2000 hubo un boom en todo el mundo emergente y la región participó muy activamente, aunque no tanto Argentina. Luego bajó con la crisis subprime y no recuperó el pico histórico de 2007. Sin embargo, la IED de 2014-2015 estuvo muy por arriba, esto es, el doble o más, que en 2003-2004. Tiene niveles respetables todavía, y las cifras así lo demuestran. Si bien el foco de la IED está en Asia, nuestra región siga en el radar.

¿Cuál es el efecto concreto de la salida del default?

Mejora las condiciones de financiamiento para las empresas locales y baja el riesgo país. Nos empareja con el 99% de los países del mundo que no están en default. No es que sacamos una ventaja. Hay que trabajar ahora en la competitividad y en las áreas en la que nuestro país está más atrasada. Por ejemplo, en infraestructura.

¿Cómo influye el hecho de que el país sea caro en dólares?

Nunca seremos un país que se destaque por tener costos bajos en dólares en comparación con otros países del mundo emergente. Somos un país de ingresos medios tendiendo hacia altos, y nunca tendremos los costos salariales en dólares de India, China o incluso de varios vecinos. Diría, incluso, que es algo bueno pues nos fuerza a movernos hacia actividades en las que el costo laboral no sea el determinante y compensar con otros factores de competitividad. Hay industrias, como la automotriz, en las que el costo laboral pega más e influyen en las decisiones de las empresas. La clave es compensarlo con productividad y tecnificación. Si sólo se produjeran autos en mercados con costos bajos, Japón no produciría ningún auto. Podés tener costos altos pero podés compensarlos con productividad. El tipo de cambio debe ser alto, pero no es lo único que importa. También importa lo micro.

En base a sus estudios sobre la llegada IED en la región, ¿cuáles son los sectores que potencialmente podrían beneficiarse más?

La mayor parte de las empresas globales están operando aquí. El desafío es que cada vez hagan más cosas acá. No hablo solo de las exportadoras de bienes sino también de servicios basados en conocimiento, que generan divisas y empleo. Ahí tenemos mucha potencialidad y es un sector que puede reaccionar muy rápido.

En los 2000 supimos tener abultados superávit comerciales, pero no logramos sofisticar nuestra canasta exportadora. Eso se logra insertándose en algún lugar de las famosas cadenas de valor globales. ¿Qué debemos hacer para lograrlo?

La fragmentación de la producción hoy es una realidad y los países ya no se especializan tanto en bienes como en actividades o eslabones dentro de esas cadenas. Nuestra inserción en las cadenas sigue siendo la misma, es decir, proveedores de materias primas.

Está la fantasía recurrente de ser 'el supermercado del mundo'?

Eso no ha ocurrido, y no creo que ocurra pronto. No sé si ese el lugar al que debamos apuntar tampoco. Es muy difícil sumarse si no tenemos empresas locales que construyan sus propias cadenas. No va a venir Danone, por poner un ejemplo, a exportar desde acá yogur a todo el planeta. Brasil, en cambio, tiene grandes campeones nacionales en el mundo de los agroalimentos, que han recibido mucho apoyo estatal y han construido sus propias cadenas. Nosotros tenemos una sola en ese segmento: Arcor. Después hay pequeños rubros, por ejemplo, el de los vinos que apuntan, ya no a abastecer al mundo, sino a algunos consumidores sofisticados de países de ingresos altos. Allí nos ha ido bien. No tenemos multilatinas, como tienen no sólo Brasil sino México, Colombia y Perú. Hemos retrocedido. Lázaro Báez y Cristóbal López no son candidatos a construir multilatinas. Hacia allí debemos apuntar, y no lo digo por chauvinismo o nacionalismo, sino porque las cadenas de valor las organiza alguien. Luego está el área de negociación con las multinacionales y la cuestión de sentarse con ellas y analizar las oportunidades, como decía, de que hagan más cosas acá. Apuntar a exportar fideos y no harina choca con el hecho de que no tenemos De Cecco ni Barrilla, que están en todo el planeta. Pero no es fin de los mundos. Quizás podemos especializarnos en actividades más redituables que procesar fideos. Hay que buscar sentarse con los actores y preguntarles si pueden hacer algo más aquí.

¿Qué rol deben tener las negociaciones internacionales?

Ese es otro capítulo importante. ¿Qué vamos a hacer con las nuevas megarregiones, como el TPP, que se están creando? Van a tener sistemas de acceso preferencial que van a generar una penalización si no estás allí. Quizás no sea un problema si exportas soja, pero si queremos sofisticar la cadena tenemos que apuntar, cuanto menos, a estar sentados en esa mesa porque allí se van a definir normas, regulaciones y estándares.

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