El desempeño electoral de Roberto Lavagna estuvo en línea con lo que esperaba porque su candidatura se fue desinflando con el correr de la campaña y no llegará al 9% de los votos. Le va a costar mantener su caudal para la primera vuelta porque quedó en evidencia que no es competitivo en un escenario de fuerte polarización (de casi 80%) que no logró alterar como era su objetivo inicial.
Desde el Gobierno y del Frente de Todos, saldrán en búsqueda de sus votantes, apelando a la idea del voto útil con el argumento de que seguramente la elección se definirá en la primera vuelta el 27 de octubre. Los segmentos del electorado que habrían votado por Lavagna tienen mucho más en común con los que lo hicieron por Mauricio Macri, que por lo tanto, se beneficiaría más que Alberto Fernández de las deserciones que sufriría el exministro de Economía. Y eso le puede significar al oficialismo 3 o 4 puntos más pero que serían irrelevantes frente a la magnitud del triunfo del Frente de Todos que necesita revertir.
Más allá de la retórica del estilo de que “lo que importante viene ahora” , en la propia campaña de Lavagna puede darse un giro y quitarle énfasis a la carrera presidencial para, a partir de ahora, otorgarles más protagonismo a los candidatos al Congreso, y lograr, al menos, algunas bancas para el espacio.
Menos presionado por el resultado electoral, Lavagna puede hacer un aporte útil desde el lado de las propuestas que le podrían servir a quien finalmente gane la elección.
Lavagna nunca le encontró el tono a la campaña porque le faltó un mensaje positivo dado que se limitó a pedir el voto de a los que no querían que siga Macri ni que vuelva el kirchnerismo. Además, no pudo adaptar su estrategia a los cambios que se fueron dando en el escenario electoral y que llevaron a que no se cumpliese ninguno de los supuestos sobre los cuales decidió, en su momento, lanzar su candidatura. Entre ellos estaba que se agudizaría el deterioro económico y que recibiría el respaldo de Juan Schiaretti y de sectores críticos del radicalismo. Sobre esa base, pensaba alcanzar una intención de voto de 15%/20% al momento de la oficialización de las listas en junio con lo cual los otros postulantes del tercer espacio desistirían de presentarse en las primarias y se encolumnarían detrás de su candidatura. Pero su incomprensible negativa a competir en primarias complicó aún más la posibilidad de hacer acuerdos con otros sectores políticos y se fue cerrando en un armado peronista casi puro y nunca logró trepar en las encuestas. Finalmente, las acertadas jugadas que significaron las candidaturas de Alberto y de Miguel Angel Pichetto fortalecieron a los polos y vaciaron el espacio del medio y sepultaron las posibilidades de Lavagna.
Si bien no tiene posibilidades de acrecentar su caudal electoral, intentará resistir todo lo posible el drenaje de votos para que el resultado de octubre no sea mucho peor que el de ayer. Poco, para las expectativas de hace sólo algunos meses.
Espert, fuera de juego
La combinación de un candidato poco carismático, con ideas de baja aceptación social y la falta de una mínima estructura política no pueden conducir a un buen resultado electoral. Y José Luis Espert lo acaba de demostrar con un desempeño electoral muy modesto ya que obtuvo 2,25% de los votos. Tampoco es una buena noticia para el Gobierno porque esperaba captar en la primera vuelta parte de los votos de Espert en las primarias, dado que el Frente de Todos no tiene nada para ganar en ese segmento del electorado. Pero siendo un caudal tan modesto es poco lo que le podrá aportar a Juntos por el Cambio para descontar una diferencia importante d la magnitud de la registrada en las primarias.
