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La descalificación hacia los millones de compatriotas que siguen a Cristina Fernández de Kirchner ataca los cimientos de la convivencia
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Macri: éxito comunicacional y personal que destila intolerancia política y extremismo ideológico

Poco y nada se habla de la peligrosa descalificación que Macri hace de quienes votan distinto y el regreso al pensamiento único de los años menemistas

Oscar Muiño 28 marzo de 2023

Cálculo y audacia, generosidad y mezquindades abundan en la vida de los jefes políticos. En estos tiempos desfibrilados, la épica escasea. La grandeza parece haberse disuelto en el líquido Siglo XXI. Más light, resta un estrecho sendero para virtudes y defectos.

Con algunas excepciones, los líderes mundiales presentan una extraña bipolaridad: sus muy modestas ideas conviven con una furibunda descalificación del adversario. La democracia se resiente cuando rivales en competencia se convierten en enemigos que quitan no solo credibilidad sino sobre todo legitimidad a las posiciones ajenas. Modelos brutales en democracias asentadas: Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil. Ejemplos en países menores de Europa central y oriental, en el Caribe, en Asia, por no hablar de Africa, ponen en tela de juicio la viabilidad del sistema de reglas que precisa la democracia para respirar libertad y tolerancia.

La renuncia de Mauricio Macri exhibe luces y sombras. Brillan los aplausos al renunciamiento del jefe del PRO y a su impecable puesta en escena. 

Poco y nada se habla de la peligrosa descalificación por el propio Macri de quienes votan distinto y un regreso al pensamiento único de los años menemistas.

Particularmente brillante fue la mise en scéne. La pericia profesional de Macri comunicador no ha cambiado, a pesar de la lejanía de quienes le inculcaron tal habilidad, desde Jaime Durán Barba hasta Marcos Peña.

Y es positivo el ejemplo de resignar una candidatura que tenía fuertes probabilidades de ganar las internas del PRO y de Juntos por el Cambio. Un dirigente político en tales condiciones -chance de vencer en las PASO y enfrentar a un gobierno deshilachado como el actual- difícilmente renuncie a la oportunidad de la revancha. De modo que punto a favor de Macri. 

Las dificultades por la inmensa opinión popular negativa hacia su persona no impiden reconocer lo difícil del renunciamiento. Es verdad, también, que una remake jamás consigue el período de gracia de los presidentes novatos.  Pero ni eso, ni el riesgo de tener que afrontar unas PASO con discípulos dispuestos a enfrentar a su jefe le quitan mérito a la inusual decisión de bajarse, con pocos antecedentes en Argentina.

El entierro de la ilusión "Mauricio Presidente" abre el camino, como es obvio, al resto de los competidores, en particular los del PRO, como Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich para batallar sin preocuparse por enfrentar al fundador y líder del partido. 

Pueden largar sin tener que optar entre la incomodidad de pelear con el jefe o resignarse a volver a boxes.

Grieta y pensamiento único

Pero si bajarse de la candidatura resulta plausible y ayuda a sus conmilitones, su discurso político exhibe en reprobable tufillo. No sólo por su simplismo sino por su inexactitud. Suponer al peronismo como único responsable de los males del país resulta tan sencillo de decir como difícil de probar. Eso, en la mirada histórica. En términos actuales, la descalificación hacia los millones de compatriotas que siguen a Cristina Fernández de Kirchner ataca los cimientos de la convivencia. La creencia de verdad deviene inaceptable cuando convierte al Otro en portador de un Error Absoluto. 

Decir que nadie puede votar en cierto sentido exhibe la pretensión de ubicarse por encima de quienes piensan diferente. Un suprapoder que distingue quién "elige bien" y quien "elige mal". 

Esta incontinencia tiene centenaria y dolorosa historia: los seguidores de Hipólito Yrigoyen y de Juan Perón -las mayorías argentinas durante décadas- fueron descalificados por quienes no podían derrotarlos en comicios generales limpios. 

En tal espíritu, para Macri no hay ni puede haber grieta: el sistema político se dividiría entre sectores iluminados que saben perfectamente lo que hay que hacer y sectores equivocados que persisten en el error.

Semejante visión política abre el camino a la intransigencia ideológica. Dado que sólo hay dos caminos -La Verdad y El Error- hay una única ideología en marcha.

Consecuencia: un renacer del "pensamiento único" que se instaló en el mundo en los años noventa y trajo a la Argentina el menemismo gobernante. Macri siempre simpatizó con esa visión y hoy se atreve a expresarla abiertamente, al punto que levanta un programa bastante semejante al de Javier Milei, a quien corteja no sólo por conveniencia, sino también por coincidencias. 

En el fondo, Macri está mucho más cerca del ideario libertario que de las posiciones centristas y/o socialdemócratas de la Unión Cívica Radical, una socia tan molesta para sus ideas como indispensable para aspirar a la victoria. 

De fondo, el pensamiento único del neoliberalismo de los años noventa, que floreció con la desaparición de la Unión Soviética, la implosión de un país del que nació casi una veintena, la disolución del bloque moscovita, la absorción de la Alemania comunista por Alemania Occidental  y el desmembramiento de Yugoslavia. 

Todos recuerdan esos inmensos cambios geopolíticos, pero pocos dicen que en esos días arrancó una demolición de los derechos sociales concedidos a sectores proletarios y de baja clase media para evitar que apoyaran al bloque soviético. El fin del comunismo europeo occidental y el deterioro de la social-democracia fueron -y siguen siendo - consecuencias de esa victoria de los neoconservadores.

¿Por qué importa todo esto si sabemos que Macri no será presidente? Porque él no renuncia a la política. Aspira a convertirse en una figura de reserva, capaz de ejercer influencia y, si fuere menester, ejercer un poder de veto sobre quienes intenten deshacer la grieta o formular políticas, programas o ideas que Mauricio considere remanentes del Error...   

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