Continúan las repercusiones tras lo que fue la muerte de Alexei Navalny, el principal opositor al presidente ruso, Vladimir Putin.
El 16 de febrero, Navalny fue encontrado muerto en la colonia penal IK-3, al norte del Círculo Polar Ártico, ubicada en Kharp, en la región de Yamalo-Nenets, a unos 1.900 kilómetros (1.200 millas) al noreste de Moscú.
Su muerte fue anunciada por el Servicio Penitenciario Federal del Distrito Autónomo Yamalo-Nenets a las 14:19 hora de Moscú (11:19 GMT).
Navalny cumplía sentencias de prisión por un total de más de 30 años debido a una serie de cargos de extremismo y fraude, aunque él siempre negó las acusaciones.
En realidad, para el propio Navalny y la mayoría de los países occidentales, esto formaba parte de la estrategia de Putin para afianzarse en el poder.
En este sentido, este domingo el primer ministro británico, Rishi Sunak, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, expresaron su indignación por la muerte de Navalny y subrayaron la suma importancia de hacer que los responsables dentro del sistema ruso rindan cuentas.
Por otra parte, se confirmó que la esposa de Navalny, Yulia, asistirá el lunes al Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, en donde se reunirá con el jefe de Política Exterior del bloque, Josep Borrell.
Yulia dijo en la Conferencia de Seguridad de Múnich que Putin era responsable de la muerte de su marido y que el mundo debería unirse para derrotar al "horrible régimen" de Moscú y recuperar Rusia.
A pocas semanas de las elecciones presidenciales en ese país, para muchos analistas, la muerte de Navalny resulta muy beneficiosa para los oponentes de Putin, ya que podrían utilizarla para socavar la legitimidad de los comicios presidenciales.
