El fin del dinero gratis

El BCRA no tiene caramelos pero las espigas brillan

El BCRA venía perdiendo US$ 43 millones por día y la semana pasada subieron a US$ 57 millones, con los dólares financieros libres en suba.
Luis Varela 04-10-2021
Compartir

Después de durísimos veintitrés meses de pandemia, la realidad que vemos hoy, tanto en el mundo como en Argentina, está a punto de cambiar. Con 3.582 millones de personas ya vacunadas (el 46% de la población mundial), el horror de 4,8 millones de muertos está mostrando según datos oficiales una ola de decesos mucho menor. En abril morían en todo el planeta 115.000 personas por semana y la semana pasada se fueron 54.000.

Por supuesto que en esto de las estadísticas muchos números deben ser tomados con la punta de los dedos. China, por ejemplo, dejó de contar los muertos en marzo del año pasado, y oficialmente tiene menos fallecidos que la provincia de Mendoza. Xi Jinping decidió no dar esa información para no asustar: lo que no se ve no espanta. 

Pero hay algo bien concreto: varias naciones ya declararon el fin de la pandemia, se circula sin tapabocas en muchas ciudades y las camas de terapia intensiva ya no están tan ocupadas.

Nadie puede asegurar que no haya otro pulso, otra cepa que complique, pero la foto actual muestra desde el punto de vista de la actividad un cuadro parecido en casi todas partes: muchísimas empresas destruidas, enorme cantidad de empleos perdidos, gobiernos que repartieron dinero por doquier, niveles de consumo sostenidos por el efectivo, escasez de fabricación y, como resultante, un pulso inflacionario que crece en todas partes.

El fin del dinero gratis

Ante esa necesidad de recrear empresas, resucitar empleos y enfrentar la ola de inflación que llega como un efecto secundario, llega el nuevo frente que el planeta tendrá que atravesar: el fin del dinero gratis con la suba de la tasa de interés (varios países ya iniciaron este proceso) y contener el dominó de compromisos impagos que se viene. Muchas empresas quedaron muy endeudadas: el caso de la gigantesca inmobiliaria china Evergrande es un botón de muestra, ya no pagó dos cuotas de sus bonos, y habrá más.

En Argentina el cambio de realidad presenta una foto adicional. Dentro de 41 días (una eternidad para los tiempos volátiles que vivimos) el país irá a las urnas y definirá si deja los hilos del poder tal como están o si cambian de cuajo. El gran tema es ver si el oficialismo pierde el quórum en el Senado y si encima pierde la Presidencia de Diputados. 

La gran cuestión es que la declinación de la pandemia y el fin del dinero gratis encuentran a los valores de las cosas en extremos opuestos. Medidos en dólares, tomar un café o viajar en subte vale moneditas en Argentina y es mucho más caro hacerlo en otros países. Y con el precio de los activos pasa lo mismo: las acciones y los bonos de los países desarrollados tienen precios contado altísimos (con tasas a vencimiento mínimas, negativas) y los papeles privados o los títulos argentinos están regalados (con tasas a vencimiento ocho veces más altas, imposibles de pagar).

Solo por dar dos ejemplos que se repiten en infinidad de casos, la cotización de Amazon se multiplicó por 10, de US$ 328 a US$ 3.283 en tres años. Y al mismo tiempo el valor en Nueva York de la ADR del Grupo Financiero Galicia se desplomó de US$ 70 a US$ 10, o YPF de US$ 26 a menos de US$ 5, y así con todas las empresas argentinas, sin excepciones. Por esa razón, en un movimiento de pinzas, con direcciones opuestas, en este momento se está dando una tendencia a contramano: muchos valores que subieron a la estratósfera en los países desarrollados están empezando a perder fuerza, bajándose de la espuma de una burbuja, y las cotizaciones de las híper devaluadas empresas argentinas rebotan como un gato muerto

Así, la semana pasada mientras todas y cada una de las Bolsas del mundo, sin excepción, sufrieron bajas semanales del 0,5% al 5% (con Tokio, Wall Street y Frankfurt como las peores de todas), la Bolsa de Buenos Aires logró subir 4,5%, haciendo que muchos inversores de riesgo giren la cabeza hacia estos pagos.

El rumbo de los bonos

Pero con los bonos no pasa lo mismo: están bajando en el mundo (por temor a que aparezcan impagos) y siguen bajando a nivel local, perdieron nada menos que 2,7% la semana pasada, no tanto por ventas de inversores privados (los que se quedaron hasta ahora ya no están dispuestos a vender con estos precios) sino que están siendo quemados por el estado, para enfrentar la corrida de inversores que está sufriendo el país.

El tema de fondo a nivel local es que a los tenedores de activos argentinos ya no les importa saber si después del 10 de diciembre manda en el Congreso el oficialismo, la oposición, o quien sea. Comprenden que el país está quebrado. Ven con tristeza que la inversión desapareció y que la creación de empleos no existe. No es nuevo: en los últimos diez años, por cada empleo privado que se perdió se crearon tres puestos de trabajo inventados en el Estado.

Sin inversión privada y sin creación de riqueza, y con una presión impositiva insostenible, cuando miran lo que va a ocurrir en 2022 en Argentina todos y cada uno de los analistas dicen más de lo mismo: estamos ante una tormenta perfecta. De ahí que a pesar de prometer tasa a vencimiento del 20% en dólares nos calificaron como "stand alone". 

Por eso el mercado local está sumergido en una corrida, con fuga de dólares hacia el exterior o hacia cajas de seguridad o hacia el colchón. La compra de dólares es incesante, los precios subieron y no volaron porque el Gobierno está quemando reservas a más no poder, porque si además de haber hecho todo mal el dólar salta, el resultado electoral no va a ser una derrota, sino una goleada histórica, de extinción.

El viernes pasado, con el dólar blue en $186, el dólar fuga (contado con liquidación) terminó a casi $176 el segundo valor para un día con una sola excepción, el overshooting de $181 del 22 de octubre del año pasado, pero el dólar para el colchón (el dólar MEP), el que compran los ahorristas y lo retiran de los bancos también se acercó a $176, en un récord histórico, 8% más alto que en la corrida de pánico de octubre del año pasado.

El contado con liquidación libre (que se opera con diferentes valores de intermediación como ADR, Cedears o criptomonedas) rondó los $200 durante varios momentos de la semana pasada. ¿Por qué no tenemos hoy un dólar de $200, $250 o más? Simple: porque estamos en campaña, nada es real. El precio actual del dólar es ficticio, creado por el Banco Central que vende sin parar.

Si se excluyen los Derechos Especiales de Giro del FMI (DEG), por los que entraron US$ 4.335 millones el 22 de agosto y ya se devolvieron US$ 1.885 millones y se deberá devolver el resto en diciembre, tenemos que el kiosco del Banco Central se está quedando sin caramelos. Gracias a la cosecha con precios de cielo (soja a US$ 610 y maíz a US$ 305), entre fines de noviembre pasado y el 23 de julio entraron al BCRA US$ 4.459 millones. Pero desde ese día hasta ahora la autoridad monetaria perdió US$ 2.148 millones. O sea, en las últimas diez semanas se perdió el 51,8% de lo que se había juntado en los ocho meses anteriores. 

En las últimas 50 ruedas se perdieron US$ 43 millones por día. La semana pasada se esfumaron US$ 57 millones por rueda. Faltan 30 ruedas para que se vote. Algunos expertos afirman que al BCRA le quedan US$ 2.400 millones líquidos, por lo que si la corrida persiste con la misma aceleración llegará a la votación con la lengua afuera, o directamente sin reservas líquidas, por lo que debería empezar a vender oro o usar dólares de encajes de depósitos privados para seguir frenando el precio del billete.

Esperanzados, muchos argentinos medios (sobre todo kirchneristas) dicen "no te preocupes, Dios es argentino, siempre nos pone la soga al cuello, pero al final nos salva". La soja y el maíz no parecen venir como Papá Noel, el yuyito cayó a US$ 458 en los últimos tres meses y los choclos achicaron de US$ 305 a US$ 213. Pero, atención, el trigo está brillando: el viernes terminó a US$ 278, apenas 0,7% abajo del valor récord de los últimos años. ¿Serán las espigas las que nos salven de una próxima tragedia?