El Economista - 70 años
Versión digital

jue 25 Abr

BUE 16°C

Diez razones no gramscianas para el optimismo

fd1219-pov-clean-energy
fd1219-pov-clean-energy
25 marzo de 2021

Por Juan E. Barrera (*)

El futuro no es una predicción sino una construcción. Aunque pueden concurrir muchas otras circunstancias fortuitas que influyan sobre nuestra previsión, lo importante sigue siendo nuestra decisión, nuestro compromiso con ese futuro. En ese sentido conviene tener presente que más de un centenar de países se han comprometido a cambiar su modelo económico a uno de emisiones-netas-cero en los próximos 30/40 años para hacer frente a la mayor amenaza de la humanidad: el cambio climático. Y eso implica una movilización de recursos sin precedentes a nivel mundial, estimados en unos US$ 5 a US$ 7 billones anuales durante muchos años (8% del PIB mundial o entre tres y cuatro veces el PIB de España), que generarán nuevas infraestructuras, nuevas formas de organizar el trabajo y la producción, nuevos modelos de negocios y miles de oportunidades de empleos.

Asumiendo la falibilidad de los pronósticos y los imponderables que pueden hacer que las cosas no vayan exactamente como lo esperado, es de importancia estratégica que tratemos de escudriñar el futuro en términos de escenarios plausibles. Escenarios que van a venir perfilados por las mega-tendencias que ya son observables desde ahora. Y por supuesto, para que nos preparemos para aprovechar al máximo las oportunidades y neutralizar las amenazas que ese futuro nos puede traer. Inteligencia es anticipación.

Estas son algunas de las razones para mirar a ese futuro con cierto optimismo.

1. El cambio ya ha comenzado.

El cambio de rumbo, el reseteo del sistema capitalista, las enseñanzas de las crisis anteriores, la vuelta al multilateralismo, la (mayor) conciencia ecológica, la revolución energética, la maduración y convergencia de muchas tecnologías estratégicas y los nuevos modelos de producción animan a pensar en un mundo menos incierto, menos desigual y más inclusivo. Y lo más importante es que este cambio ya ha comenzado, no a pesar de, sino más bien reforzado por la pandemia. Como los grandes barcos estos cambios copernicanos de dirección pueden ser imperceptibles para los pasajeros, particularmente si no se tiene una referencia a tierra, como puede ser el caso de Argentina. Pero alguien tendrá que elevarse sobre el horizonte y empezar a alumbrar esta visión. Nos va el futuro en ello.

2. Del rescate al crecimiento verde.

Las palabras tienen significado. En la crisis anterior (de las subprimes) la palabra dominante era rescate. Particularmente, el rescate de los grandes bancos por el riesgo sistémico que implicaba su caída. Hoy nadie habla de rescatar. No hay nada que (valga la pena) rescatar. Lo que hay que hacer es cambiar. Cambiar hacia una economía verde, que no es otra cosa que convertir en oportunidad la amenaza climática. Por otra parte, la experiencia del rescate no solo fue injusta (salvar a los ricos) sino bastante decepcionante con lento crecimiento económico y escasa generación de empleo, ya que la discusión política seguía dominada por la preocupación por el déficit fiscal y el riesgo de inflación.

Hoy todo es diferente. En los 3 grandes bloques económicos mundiales (EE.UU., Europa y China), el déficit fiscal y el riesgo de inflación han pasado a un segundo plano y han sido sustituidos por políticas de estímulo orientadas al crecimiento económico guiado por las transiciones ecológicas y energéticas. Grandes paquetes de ayuda orientada, como el Plan para la Recuperación Europea y el Plan de Infraestructuras que prepara la Administración de Joe Biden (estimado en US$ 3 billones), complementadas con bajas tasas de interés, necesariamente van a potenciar este cambio.

China, por su parte, que paradójicamente reclamaba en las últimas décadas su derecho a contaminar para crecer más rápido y que parte de una situación de mayor dependencia de los combustibles fósiles (+80%), particularmente el carbón, es hoy quien ha abrazado con más decisión esta apuesta por el futuro verde. De hecho, hoy China es la que está apostando más fuertemente por este cambio y tiene una posición dominante en la mayoría de las tecnologías, cadenas de valor y materias primas críticas para esta nueva economía. Controla el 80% del mercado mundial de tierras raras, tres cuartos del de baterías de litio, 70% del de paneles solares y 50% del de vehículos eléctricos.

3. En el capitalismo las decisiones van donde va el dinero.

El sector privado, más allá del caso chino (que no tiene opciones), acompaña este cambio con la misma intensidad. La capitalización bursátil de prácticamente todas las empresas privadas de tecnologías y materias primas que conforman este ecosistema verde bate récords continuamente. No parece haber techo para las empresas de energías renovables, hidrogeno, baterías, semiconductores, micro-redes inteligentes, vehículos eléctricos y materias primas entre otras, particularmente tierras raras, litio, cobre y nickel. A lo que hay que sumarle el volumen proveniente de grandes instituciones financieras comprometidas con el cambio climático bajo el concepto de Finanzas Sostenibles (principalmente, bonos verdes y préstamos condicionados) que solo el año pasado y a pesar de la pandemia, han contribuido con otros US$ 732.000 millones.

4. La energía será barata o no será.

La era de la energía cara y contaminante toca su fin. Estamos en los albores de la energía limpia, barata, ubicua y abundante. Todas las energías renovables, libres de subsidios, son hoy más baratas que las basadas en combustibles fósiles. Y eso sin considerar el posible, y largamente debido, impuesto al carbono que sacaría a estas energías completamente fuera del mercado hoy mismo. El costo medio de esas energías (+10 centavos de US$/khw) duplica hoy al de la energía solar fotovoltaica que muestra la curva más pronunciada de reducción de costes en la última década (más del 80%) para llegar en la actualidad a los 5 centavos/kwh, aunque ya han habido subastas por 3 centavos en Arizona, 1,4 centavos en Portugal y hasta 1,35 centavos en Abu Dhabi.

La mayor competitividad de la energía solar no se ha debido tanto a la mejora de la eficiencia de los paneles solares que desde su invención en 1954 (en los Laboratorios Bell) han pasado de una eficiencia del orden del 6% a los más de 30% de hoy, sino más bien por las economías de escala. Basados precisamente en la escalabilidad (a mayor despliegue, menores costos) algunos autores usando modelos basados en la Ley de Wright (similar a la Ley de Moore sobre crecimiento exponencial en la computación) proyectan un precio medio de no más de un centavo de dólar para 2050. Esto es un orden de magnitud respecto a los precios actuales y, por lo tanto, completamente disruptivo.

La energía eólica también sigue una tendencia de costos decrecientes (del orden del 40% en la última década) basado no solo en la mayor eficiencia de las turbinas sino en el tamaño de las instalaciones, particularmente las off-shores. Y ambas van compensando el problema de la intermitencia con el creciente desarrollo de nuevos sistemas de almacenajes de distintos tipos, principalmente las nuevas celdas de litio e hidrógeno, que Argentina podría desarrollar de forma muy competitiva.

Argentina, por tanto, saldrá muy beneficiada por estos desarrollos. La ubicuidad de la solar puede potenciar nuevos polos de desarrollo en cualquier parte del territorio y el tremendo potencial eólico de la Patagonia puede convertirse en un gran polo exportador de hidrógeno verde.

5. La movilidad será limpia y barata.

Hoy, una batería de litio cuesta 10% de lo que costaba en 2010. Cuando BloombergNEF comenzó a publicar los precios de los paquetes de baterías de iones de litio en 2010, estos eran del orden de los 1.100 US$/kwh y representaban más de la mitad del costo de un coche eléctrico. Hoy el costo se ha reducido 90%, llegando a los 120 US$/kwh, y representando poco más del 20% del costo de esos coches.

Si esta tendencia a la baja continua, como es de prever, en menos de dos años estos precios bajarían hasta los 100 US$/kwh, momento a partir del cual el costo de un vehículo eléctrico y uno de combustión se equipararían. De allí que algunos fabricantes ya han anunciado que dejarán de producir vehículos de combustión interna durante esta década. Es más, el pico de producción de este tipo de vehículos ya se habría alcanzado en 2019. Por otra parte, un coche eléctrico solo tiene menos de 100 partes móviles comparado con las más de 2.000 de uno de combustión interna. Por lo tanto, su mantenimiento es mucho menor y su duración mucho mayor, no menos de 3 veces más.

¿Significa esto que cambiaremos todos nuestros viejos coches de combustión por coches eléctricos? Lo más probable es que no. Porque la combinación de menores costes de mantenimiento, mayor duración, más la tecnología A.V. (vehículos autónomos-sin conductor) favorece más al modelo de negocio de suscripción de grandes plataformas tipo Uber que pueden amortizar el costeo en uno o dos años en lugar de los 10 o 20 años que le tomaría a un privado. Por tanto, lo más probable es que cambiemos nuestro coche de combustión por una suscripción anual que nos permitirá tener un coche a disposición cada vez que lo necesitemos, sin tener que pagar costos fijos como seguros y espacios de parking. Waymo, una empresa participada de Google, ha iniciado recientemente un servicio de taxi sin conductor en los suburbios de Phoenix, Arizona. General Motors, Tesla y Apple están en la misma carrera, junto con muchos otros competidores europeos.

Este nuevo modelo de negocio es aún más relevante para el transporte público. La imagen de cientos de colectivos de distintos colores moviéndose sin ninguna lógica económica y contaminando todo a su paso por la ciudad de Buenos Aires será en los próximos años una foto sepia en homenaje a la irracionalidad pasada.

6. Un posible superciclo para los minerales.

La relativa inelasticidad, particularmente de la oferta, hace que los precios de los minerales tarden en acomodarse al ciclo económico habitual y respondan con fuertes alzas a ciclos de demanda sostenida en periodos relativamente largos. Cuando esto ocurre, como en el escenario actual, lo más probable es que se inicie un superciclo, ya que la oferta es tan manifiestamente inadecuada para la demanda estimada que los precios podrían subir durante años, incluso décadas.

En efecto, la transición energética es un proceso que deberá ser sostenido durante varias décadas para poder alcanzar los objetivos de emisión-neta-cero. Por tanto, la demanda de metales que requiere el aumento de la electrificación, los cambios en la movilidad y el transporte, la digitalización creciente y el impulso a las energías renovables, parecen garantizar el inicio de un nuevo superciclo. En el caso de Argentina, las estrellas serán indudablemente el litio y el cobre y podrían renovarse los esfuerzos por desempolvar proyectos de tungsteno, manganeso, uranio y litio en roca dura (espodumeno en pegmatitas) o la exploración por tierras raras o perovskita. Por su mayor impacto en la economía, y por contar con varios proyectos de clase mundial, el caso del cobre es el más relevante para nuestro país. Se estima que la demanda mundial de cobre se duplicará en las próximas décadas, ya que la economía verde será mucho más cobre-intensiva que la actual.

7. El conocimiento lo es todo.

La ventana de oportunidad que puede representar un superciclo de mejores precios internacionales para las commodities representa una gran oportunidad para Argentina, pero será efímera sino se utilizan esos beneficios para la modernización del resto de la economía mediante la aplicación intensiva del conocimiento en todos los procesos productivos y se potencian todos los esfuerzos de I+D+i . En efecto, el verdadero valor de las empresas hoy en día pasa en gran medida por el tesoro que representa el conocimiento en forma de tecnología, know-how, patentes, cultura innovadora, marca, imagen. Estos activos intangibles superaron los US$ 10 billones el año pasado por primera vez para el conjunto de las 10 empresas con mayor capitalización bursátil del mundo, según el Brand Finance Global Intangible Finance Tracker. Los activos físicos de las grandes tecnológicas como Google, Amazon, Apple, Facebook, Microsoft y Tesla apenas representan el 5% de su valor. Pero este fenómeno no solo afecta a las tecnológicas, sino que es transversal a todas las empresas, incluso llega a ser negligible en empresas financieras como VISA o PayPal o farmacéuticas como Johnson&Johnson. El peso relativo de los intangibles ha pasado de menos del 20% en los años '70 a más del 80% en la actualidad.

Parafraseando a Raúl Presbich, este es hoy el verdadero “deterioro de los términos del intercambio” que nos tiene que ocupar.

8. Lo que no te mata, te hace más fuerte.

La pandemia nos está dejando muchas enseñanzas muy importantes de todo tipo que perdurarán durante muchos años. Resultaría un tanto temerario priorizarlas, pero quizás la más importante es que frente a las complejidades del mundo moderno la única respuesta sensata es recurrir a la ciencia. No valen las simplificaciones ni los perjuicios, manda el conocimiento, tanto en lo público como en lo privado

En lo público, la pandemia nos ha enseñado que la salud pública importa. Que el medioambiente importa. Que la ciencia importa. Que la (buena) gestión importa. Que la comunicación (objetiva, contrastable, independiente) importa. Que la conectividad importa. Que las relaciones internacionales importan. Que la colaboración internacional importa. Que la solidaridad (particularmente de los trabajadores de la salud) importa.

En lo privado, la pandemia nos ha demostrado cuán vulnerables somos a las enfermedades, cuán dependiente somos de los afectos, cuán relevante es la socialización y el sentido de propósito en nuestras vidas. Nos ha obligado a pararnos para reflexionar y repensar nuestras prioridades. Y, por sobre todas las cosas, nos ha enseñado que la salvación individual no es posible.

La pandemia terminará pronto, pero las enseñanzas quedarán. Seguramente habrá demoras en la producción de las vacunas, y marchas y contramarchas (olas) en los contagios, pero para fines de 2021 ya habrá suficiente gente vacunada en el mundo como para alcanzar la inmunidad de rebaño. Pfizer ha anunciado recientemente que espera entregar "aproximadamente 2.000 millones de dosis" de su vacuna a nivel mundial para finales de 2021. Según la OMS, aparte de Pfizer, hoy se administran otras 6 vacunas autorizadas y hay más de 200 nuevas vacunas experimentales en desarrollo, de las cuales más de 60 están en fase clínica. Por falta de vacunas, no será.

9. Hacia un próximo boom del consumo.

Tras la pandemia, que se superará, el consumo explotará. No solo por el consabido efecto rebote que típicamente sigue a períodos de recesión aguda y las políticas de estímulo orientadas a recuperar el pleno empleo, particularmente en EE.UU., sino también por la concurrencia de otros dos fenómenos agregados: el emocional y el demográfico.

A pesar la dureza, y lo mal que lo han pasado y lo están pasando los sectores más débiles de la sociedad, en términos económicos hubo un ahorro forzoso enorme, particularmente en las clases medias que, sumado al agotamiento mental por la pandemia, hace que muchísima gente esté desesperado por recuperar el tiempo social perdido y gastarse ese dinero en todo lo que no se pudo hacer hasta ahora, notablemente el turismo. Todos necesitamos unas vacaciones. En el caso de EE.UU. se estima que este ahorro forzoso podría ser del orden de US$ 1,8 billones, casi lo mismo que el reciente plan de estímulo de Biden (US$ 1,9 billones).

La demografía también está a favor. Está llegando al mercado la generación de los millenials, que es aún mayor que la de los baby-boom. Los datos estadísticos muestran que el gasto tiene un ciclo de vida. Los jóvenes, a medida que van terminando su formación, empiezan a gastar más dinero. Muchos forman familia, compran casa, coches más grandes y todo lo que conlleva tener hijos. Este fenómeno comienza después de los 20 y alcanza su pico en los 40.

La combinación de todos estos elementos ha llevado a algunos futuristas, no es mi caso, a decir que es posible que esta década se termine pareciendo a “los locos años 20” del siglo pasado.

10. Hacia un nuevo modelo de desarrollo.

Históricamente, cuando cambia el paradigma tecnológico, cambia el paradigma socio-económico. Es decir, la forma de organizar el trabajo y la producción, la sociedad y sus instituciones. Pero, por su propia naturaleza social/cultural, es un fenómeno lento.

Prácticamente ninguna innovación tecnológica tiene un impacto inmediato sobre el conjunto de la economía. Lo normal es que siga una curva “S” de adopción que crece muy lentamente hasta conseguir masa crítica, punto a partir del cual comienza a crecer de forma exponencial hasta su ralentización o sustitución por otra innovación.

Jack Nilles, profesor de UCLA aún activo, considerado el “padre del teletrabajo” en el mundo, publicó su libro seminal sobre el tema en 1973. Hoy hay consenso en que el teletrabajo finalmente llegó, casi 50 años después. Y llegó para quedarse. Y con él la posibilidad de redistribuir el trabajo en el territorio y alumbrar un modelo de desarrollo económico más humano, más inclusivo, más inteligente y más sustentable, al que muchos autores llaman “modelo de gardening” (por la necesidad de cultivar el territorio y atraer así al talento, que es hoy el recurso más valioso y estratégico para la economía del conocimiento).

Con energía barata, buena conectividad, recursos humanos suficientemente preparados, respeto por el conocimiento, cuidado del hábitat e instituciones fuertes y transparentes, otra Argentina es posible.

Solo se necesita una visión holística, humanista, pragmática y democrática. Seguida de una planificación acorde. Visión y planificación, esa es la clave.

(*) ExSecretario de Minería de la Nación

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés