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Pandemia y tarifas: ¿qué va a pasar con el déficit en 2021?

deficit-fiscal-2021
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12 abril de 2021

Por Lucio Garay Méndez (*)

Después del 6,4% del PIB de déficit antes de intereses en 2020 y un financiamiento monetario que duplicó la cantidad de pesos en la economía, una consolidación fiscal en 2021 aparecía como condición necesaria para manejar la demanda de pesos sin que vuelva a escalar la brecha cambiaria.

Algo de esto se empezó a visualizar en los últimos meses a medida que se fueron levantando las restricciones y el salto en la recaudación y el manejo del gasto permitieron una reducción del déficit antes de intereses. De hecho, 2020 terminó con un déficit primario casi 2 puntos menor que el 8,4% del PIB que se había incluido en el presupuesto.

Tras el verano

Sin embargo, luego de un primer bimestre con superávit primario, la tranquilidad que suele caracterizar el comienzo de año en términos fiscales se empieza a alejar. Los primeros datos de marzo devengados (que surgen del sitio de la Oficina Nacional de Presupuesto) ya muestran un déficit primario a pesar del brusco salto en la recaudación (95% la del Tesoro) y el aumento en los casos de Covid genera incertidumbre sobre la dinámica del gasto en los meses que siguen. Al mismo tiempo, en marzo, el financiamiento monetario volvió: se traspasaron $135.000 millones que en parte fueron a financiar el menor refinanciamiento de la deuda de pesos en la última colocación de dos semanas atrás.

Observar esta dinámica fiscal será clave, como dijimos, para entender cómo afecta al resto de las variables macroeconómicas.

Hasta el momento, uno de los principales responsables del superávit de enero-febrero, por el lado de los ingresos, fueron los recursos aduaneros. Los Derechos de Exportación traccionaron la recaudación, incrementándose 190,4% con respecto al primer trimestre del año pasado y duplicaron su participación a 10% sobre el total. Del mismo modo, se abrió el grifo para las importaciones, y la entrada de más bienes intermedios y de capital para la producción, redundó en un crecimiento de los derechos de importación de casi 80%.

No ocurre lo mismo con los impuestos asociados a la actividad económica, donde la situación es más heterogénea. En lo que va del año, IVA y Créditos y Débitos Bancarios todavía no crecen en términos reales, y hasta ahora solo lo pudo hacer Ganancias. Aún más por debajo de la inflación, los aportes y contribuciones a la seguridad social siguen afectados por la caída del empleo registrado que data de hace más de dos años y se profundizó con la pandemia.

Del otro lado, la mitad del gasto público comenzó a actualizarse trimestralmente, según la nueva fórmula de movilidad jubilatoria. En marzo, las jubilaciones, pensiones, asignaciones familiares, entre otros, subieron en consonancia con el crecimiento de la recaudación de la Anses y la variación salarial del Ripte. Con esto, la mitad del gasto de la Nación subió al 8% por debajo del 12% que acumularía la inflación en los primeros tres meses del año.

El “gasto Covid”, la gran duda

El “gasto Covid” que abultó el déficit en 2020, en los primeros tres meses del 2021 solo acumula $86.000 millones (0,2% del PIB). El año pasado llegó a representar $922.000 millones y 3,4% del PIB sobre un déficit fiscal que alcanzó 6,5% del PIB en el acumulado del año. Este año, con la llegada de la segunda ola, y sus respectivas restricciones de movilidad, las transferencias monetarias focalizadas en los sectores afectados van a empezar a tomar protagonismo.

El contexto cambió y, según las propias palabras del ministro de Economía, esta vez no hay margen para repetir lo del año pasado. Ya desde septiembre, se fue generando otra dinámica fiscal. Solo un cuarto del “paquete Covid 2020” se ejecutó después de septiembre, y ya a partir de octubre no hubo asistencias por parte del Banco Central al Tesoro, lo que consolidó, como mencionamos al principio, un déficit menor al proyectado en el propio presupuesto.

Lo cierto es que no se construyó una historia alrededor de esta nueva dinámica fiscal. Se aceleró el recorte del gasto extraordinario, la recaudación volvió a recuperar una mayor nominalidad y se logró tener un primer bimestre con superávit primario en el acumulado, sin asistencia del Banco Central, pero lejos está de ser mencionado en el discurso oficialista.

Desde ya que sería un error extrapolar este dato al resto del año porque el primer bimestre es tranquilo en comparación a los meses subsiguientes, el manejo de la segunda ola de contagios aún no dejó en claro qué pasará con la recaudación y el gasto extraordinario en los próximos meses y, por sobre todas las cosas, es un año electoral.

Tarifas, otra duda grande

La disputa dentro del Ministerio de Economía sobre cuánto deberían actualizarse (si es que se actualizan) las tarifas energéticas a los consumidores o la reducción del Impuesto a las Ganancias para beneficiar al decil de mayores ingresos, en un contexto donde la situación fiscal es frágil, deja a puertas abiertas lo vulnerable que es el presupuesto al resultado electoral.

Hace dos años que las tarifas se encuentran congeladas y desde entonces, los subsidios siguen subiendo, cubriendo parte del precio final a todos los consumidores por igual, sin discriminar a aquellos que sí pueden afrontar un aumento de las mismas. Del mismo modo, pensando en un sistema tributario progresista, que focalice la recaudación sobre aquellos que más tienen, no hay lugar para resignar recursos que provienen de personas que se encuentran todas en el 10% de la población de salarios más altos del país.

La consolidación fiscal está lejos, y por más Aporte Solidario y Extraordinario o Derechos de Exportación que pueda aparecer en el radar a corto plazo y dar un poco de aire, esto tiene carácter transitorio, y no permanente. Faltan señales fiscales en un contexto donde la brecha cambiaria es alta y puede volver a escalar, las reservas netas son bajas, la inflación no desacelera y se acercan vencimientos de deuda importantes de dólares con negociaciones aún abiertas con el FMI y el Club de París. La prudencia fiscal no es un obstáculo, sino una condición necesaria para el crecimiento sostenido del país.

(*) Analista de Eco Go

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