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Los créditos UVA y la economía de la conducta

16 abril de 2019

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Tras la devaluación y aceleración de la inflación, varios deudores de créditos UVA han levantado quejas. Sostienen que la cuota aumentó más que los salarios por que aún no han sido ajustados, y que pese a haber pagado durante dos años o más, hoy deben más que al principio. Los créditos UVA permiten pagar una cuota inicial baja porque el capital endeudado se ajusta por inflación, lo que implica que los deudores observan una suba nominal de su deuda, pero en términos reales permanece constante. Varios economistas concluyen entonces que hay una confusión entre variables nominales y reales, o “ilusión monetaria”. Si los tomadores de UVA hicieran bien la cuenta y ajustaran por inflación, descubrirían que no han sido perjudicados.

Pero si esto es así, ¿por qué es generalizado el descontento? ¿Y si es la estrategia de un grupo interesado, por qué los reclamos ocurren justo ahora? Una parte del descontento nace de la caída del salario real por la aceleración inflacionaria. Como bien dice el hilo de Roberto Arias sobre UVAs en Twitter, los que deben afrontar el pago de una cuota mayor también enfrentan precios más altos en todos sus gastos. Pero esto no explica por qué el descontento se concentra más en los créditos hipotecarios que en otros rubros.

Mi hipótesis es que el descontento podría exhibir un contenido “psicológico”. Cuando se originaron los créditos UVA, la cuota inicial era similar a la de un alquiler mensual. Esto produjo un entusiasmo formidable y pudo atraer no solo a los que estaban holgados financieramente, sino además a quienes apenas alcanzaban a pagar la cuota. Pese a que nuestra capacidad de planeamiento y cuidado de las finanzas de largo plazo son limitadas y están repletas de sesgos, prima la ansiedad por adquirir la primera vivienda.

En una nota de hace un año advertíamos sobre las consecuencias de un shock económico negativo que dejara a los deudores hipotecarios sin empleo, o con un salario temporariamente más bajo. Aun cuando los ingresos se reduzcan transitoriamente, la cuota debe afrontarse igual. Si los que estaban al límite no alcanzan a pagar, sus costos financieros superarán con creces la pérdida pura de salario real. Deberán endeudarse a tasas mucho más elevadas con fuentes de última instancia (tarjeta de crédito) para sostener la cuota hasta que su situación de ingresos se recupere.

También hay efectos marco (framing effect) negativos. Por un lado, la ilusión monetaria es costosa porque crea la sensación de que las deudas aumentan y no se pueden repagar nunca. Por el otro, muchas familias no previeron que el valor de un alquiler podría caer muy por debajo de la cuota, como está ocurriendo ahora. Esto genera remordimiento por haber tomado una decisión errónea. El estrés financiero crea ansiedad y lleva a tomar decisiones equivocadas, con costos reales muchas veces irrecuperables.

En los créditos no ajustables por inflación, la cuota inicial elevada desalentaba la entrada de deudores en situación riesgosa. La cuota era costosa al principio, pero luego se diluía, dándole una oportunidad a las familias que son “miopes” en sus decisiones de ahorro y consumo ante una situación adversa. Si tras unos años estos deudores perdían el empleo o cometían un error de previsión, debían afrontar una cuota suficientemente licuada por la inflación. Con los créditos UVA, la chance de equivocarse y pagar menos por las consecuencias desaparece.

En defensa de los UVA, otros economistas enfatizan que la revaluación de las propiedades adquiridas beneficia a los tomadores. Los deudores en problemas podrían simplemente vender su inmueble, devolver el crédito restante, recuperar su capital y alquilar otra propiedad a un precio menor. Pero este tipo de operaciones financieras es absolutamente prohibitiva para quienes solo disponen de una propiedad y baja alfabetización financiera. No solo que los costos de transacción son enormes, sino que además existe un “efecto dotación” (endowment effect) que hace que los dueños valúen más que el mercado sus hogares cuando lo consideran propio y viven en él.

Lamentablemente, la predicción de que los créditos UVA traerían potenciales situaciones problemáticas se hizo realidad. Algunos deudores demostraron que no son ni pueden ser ultrarracionales. Y algunas respuestas, también lamentablemente, han consistido en culparlos por no ser suficientemente racionales.

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