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Las reservas “netas” deberían publicarse

Héctor Rubini 21 marzo de 2019

Por Héctor Rubini  Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

En toda turbulencia cambiaria el stock de reservas líquidas es el stock de “balas” con el que cuenta todo banco central para evitar crisis cambiarias.

Como en el resto del mundo, la evolución de las reservas brutas de la autoridad monetaria da una idea a los mercados del poder de fuego frente a eventuales ataques especulativos. Al igual que en los '90, bajo la actual administración se publica diariamente el stock de las reservas internacionales con un rezago de 48 horas hábiles. Sin embargo, casi desde la creación del BCRA persisten diferencias no triviales entre reservas “brutas” y reservas “propias y líquidas”.

En particular, la crisis cambiaria del año pasado y los documentos del FMI sobre el salvataje a nuestro país contribuyeron a ahondar, más bien que a disipar, la confusión reinante sobre el cálculo de las reservas “líquidas propias” o “netas” del BCRA.

Nuestro BCRA, al igual que varios otros del resto del mundo mantiene la política de no publicar de manera separada y desagregada el stock de esas reservas “netas”.

La razón parece atendible: no anticipar a los mercados ese poder de fuego ante súbitas compras de divisas, y menos cuando esas compras aumentan de manera rápida y desestabilizante. Sin embargo, ello no significa, per se, una estrategia coherente con asegurar que no cunda el pánico o que no se pongan un poco “locas” las percepciones del mercado. Por el contrario, ocultar dicha información es “esconder algunas cartas”, y bien puede el mercado sospechar que la autoridad monetaria tiene menos reservas líquidas que las que informa o sugiere con los datos que publica a diario.

En nuestro país se cuenta con la citada serie diaria y los balances semanales del BCRA, aunque para varios ítems específicos, forzosamente hay que revisarlas teniendo en cuenta decisiones y enfoques de varios años atrás. Sin un criterio uniforme de la autoridad monetaria para separar reservas brutas de “netas” o “propias y líquidas”, los cálculos son bastante diversos. Un criterio es del del FMI, que opta por restar los activos asimilables a “crédito interno” de la base monetaria. Los saldos obtenidos que se leen en los documentos online sobre el caso argentino, arriban a montos netos totales que no coinciden, como es de esperar con buena parte de los obtenidos de manera independiente por consultores y bancos privados locales y del exterior.

Entre estos, a su vez, se observan saldos netos extremo divergentes. En principio parece haber coincidencia general en sustraer a las reservas brutas el saldo publicado de depósitos de entidades financieras en el BCRA y el préstamo del BIS de mayo del año pasado por U$S 2.462 millones.

Respecto de otros ítem a “netear” no hay acuerdo general ni con los conceptos ni con sus montos. El swap con el Banco Popular de China es generalmente aceptado como ítem a restar de las reservas brutas.

Algunos cálculos lo ubican en casi U$S 19.500 millones y, otros, en montos menores, en torno de U$S 18.800 millones. Otro concepto a sustraer es el préstamo por el FMI, desembolsado por tramos desde junio de 2018. Los tres desembolsos del año pasado suman U$S 28.162 millones. Algunos entienden que no corresponde netear los U$S 14.916 millones girados por el FMI el 22 de junio de 2018, por haberse perdido reservas por un monto cercano a esa cifra hasta el 1° de octubre. Otros sí lo restan.

Finalmente, aparece el repo concertado con bancos del exterior años atrás que a principios de 2018 ascendía a unos U$S 4.900 millones. Parte de dicho repo fue cancelado en diciembre, quedando un saldo remanente de aproximadamente U$S 2.690 millones. Algunos entienden que debe restarse de las reservas brutas, pero otros no.

La consecuencia inevitable: para cierto sector del mercado, las reservas netas del BCRA en lo que va de este año han estado oscilando entre U$S 15.000 millones y U$S 18.000 millones. Para otro, el real poder de fuego del BCRA se encuentra entre U$S 5.000 y U$S 8.000 millones.

La discrepancia no es nada trivial si en caso de nuevas corridas el BCRA intenta convencer al mercado de que tiene suficiente “capacidad de fuego” aun vendiendo U$S 60 millones diarios. Resultado inevitable por la falta de publicación hasta el presente de criterios claros y precisos para netear las reservas brutas de conceptos que no son propios y líquidos. En caso de repetirse algún episodio de crisis disparado por una pérdida de credibilidad en decisiones o anuncios oficiales, la ambigüedad sobre esta información puede ser fuente de mayor desconfianza y una seria dificultad para estabilizar el tipo de cambio.

No significa esto afirmar que esté ocurriendo lo mismo que con el Indec entre 2008 y 2015, sino advertir que la falta de un criterio claro y público para separar reservas internacionales brutas de netas puede exacerbar la huida hacia el dólar, aun con una política monetaria prudente. Y en un escenario así, lo más probable es que la estimación más creíble resulte ser la de los menores saldos de reservas netas, realimentando expectativas de devaluación y profundizando la pérdida de credibilidad inicial, exacerbando la huida inicial de pesos a dólares, y la pérdida de reservas del BCRA. En caso de ocurrir, no podrá achacarse la responsabilidad a “shocks externos”, “sudden stops” o mala intención de especuladores interesados, sino a una suerte de ambigüedad informativa que en eventuales escenarios de crisis pueden terminar recortando innecesariamente la capacidad del BCRA para estabilizar el mercado de divisas.

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