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La minería, una actividad tan polémica como necesaria

La perspectiva de sostenibilidad, las buenas prácticas consensuadas, la innovación tecnológica, los controles, y la multiplicidad de expertos involucrados, comienzan a mejorar la imagen de una industria clave en el desarrollo económico y social del país

La minería, una actividad tan polémica como necesaria
La minería, una actividad tan polémica como necesaria Nicolas J Leclercq
22 octubre de 2021

Es probable que la imagen que tiene la minería en la opinión pública sea una de las más desfavorables del tejido productivo industrial. ¿Por qué? En gran parte, por el prejuicio que se fue construyendo a partir de la propagación de distintos preconceptos erróneos y estereotipos asociados a la actividad que se fueron inoculando a partir del incesante y predominante discurso antiminero y de viejas prácticas que hace rato que dejaron de existir. En la actualidad, gracias al aporte de la tecnificación, la ciencia, la innovación y exigentes estándares, la actividad minera se destaca por su planificación minuciosa y por la aplicación de medidas y controles incesantes vinculados tanto a los trabajadores como a la infraestructura y al entorno. En cada fase de los proyectos se involucra a las comunidades intervinientes y a la gestión ambiental.

Para aportar claridad sobre las operaciones mineras, tanto desde la función pública como desde el propio sector privado, se reconoce la necesidad de sumar la voz de expertos que, con argumentos y explicaciones serias, derriben falsos enunciados instalados en el inconsciente popular. El primer paso, entonces, es informar y comunicar, con datos y transparencia, a la opinión pública para que pueda conocer la escena completa, entender la actividad y su evolución y arribar a sus propias conclusiones.

La minería es una de las actividades que permiten a la humanidad crear herramientas y desarrollar tecnología que mejore su calidad de vida. El ser humano, desde hace 2,5 millones de años interactúa con la naturaleza, de la cual forma parte, para satisfacer sus necesidades. Esto significa que el aprovechamiento de los recursos naturales -incluida la minería- proviene de una realidad histórica inherente a la evolución y a la búsqueda de respuestas a los desafíos que se presentan de la mano de la evolución. En la actualidad, es inimaginable un mundo sin minería debido a que la mayoría de los productos y servicios dependen de ella para elaborarse o funcionar. De hecho, es aún más clave para el futuro a partir de iniciativas y soluciones como es la transición energética a alternativas más amigables con el medio ambiente y más eficiente con los recursos disponibles). 

Entonces, ¿qué es la minería? Es una de las industrias más antiguas de la humanidad y consiste en la obtención de minerales y otros materiales de la corteza terrestre. Éstos son utilizados en todas las cadenas productivas existentes, tanto para actividades primarias e industriales como para la vida cotidiana. Ejemplo de ello es la industria de la construcción: edificios y toda clase de viviendas utilizan materiales pétreos y metálicos. Mientras que el transporte también se nutre de minerales: autos, aviones y trenes insumen aluminio, arena, acero, etc. Asimismo, objetos más cotidianos, como el celular o las llaves también están conformados por aleaciones de minerales. Entonces, la minería es una actividad cotidiana e inherente al ser humano, resulta inimaginable una vida sin ella. 

Sin embargo, con el avance de la acción humana sobre los recursos naturales y principalmente a partir del impulso de los progresos tecnológicos que intensificaron las prácticas, empezó a primar la mirada ambiental en todas las industrias. Tal es así que comenzó a utilizarse el concepto de sostenibilidad con una mirada holística e integral, aplicándolo a las actividades industriales. Esta consiste en tener en cuenta el aspecto económico, social y medio ambiental. De esta manera, toda actividad humana debe ser planificada y desarrollada considerando el presente y el futuro, buscando no sólo la rentabilidad, sino también el crecimiento social, económico y cultural de las comunidades intervinientes. 

Por otra parte, la transición energética que establecieron las naciones industrializadas en el Acuerdo de París (2016) supone nuevas tecnologías con sustento en la utilización de minerales de extracción. Teniendo en cuenta que pensar en el futuro incluye una minería sostenible, la solución no pasa por hacer o dejar de hacer, sino por cómo llevar a cabo la actividad industrial. Al respecto, bien valen dos ejemplos: el cobre y el litio. El cobre es duradero y favorece el desarrollo sostenible, sumado a que su ductilidad y maleabilidad permiten su reciclaje. Por su parte, el litio, es uno de los metales más prometedores debido a su utilización en baterías, vidrios y elementos sanitarios, entre otros. A ello se le suma que, según el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, Argentina es el país "más prometedor para la expansión de la industria del litio". 

Asimismo, en pos de desterrar los preconceptos y prejuicios que envuelven a la industria minera, cabe destacar sus beneficios macro y microeconómicos, junto a sus ventajas sociales y comunitarias. Se trata de una actividad netamente exportadora con potencial para el ahorro de divisas. Su estímulo beneficiaría a la diversificación de la matriz productiva del país, tornándose menos vulnerable ante las inclemencias climáticas que sufre el agro y a sus fluctuaciones inherentes. 

Además, el desarrollo minero requiere de grandes inversiones -en comparación a otras industrias- que oscilan entre los US$ 1.000 millones y los US$ 3.000 millones para ponerse en marcha. Este nivel de inversión no sólo es importante por el ingreso de divisas, sino que esos fondos son utilizados a fin de realizar obras de infraestructura en zonas relegadas. 

Tomando el punto anterior, es preciso señalar que la industria suele desarrollarse en regiones alejadas de las grandes ciudades, por lo que colabora en la pluralización de actividades productivas e incentiva la cadena de proveedores locales y su tecnificación. De manera análoga, en cooperación con el sector público, la industria minera busca el impulso de la formación académica especializada. Esto no sólo mejora las condiciones laborales (por su gran tecnificación y nivel de salarios), sino que también se transforma en una solución para los jóvenes que, de otro modo, tendrían que migrar a grandes centros urbanos para poder estudiar y trabajar. Con la minería se generan más oportunidades de calidad para el desarrollo profesional y personal en su lugar de origen.

Haciendo hincapié en el nivel de salarios, el de la minería es 2,8 veces superior al sector privado registrado, resultando ser el segundo más alto luego del que abona el sector hidrocarburífero (según datos del SIPA).  Asimismo, considerando que la informalidad es un problema acuciante de la realidad argentina, la industria ostenta una elevada tasa de formalidad (del 90%) mientras que en el promedio del sector privado, sólo 4 de cada 10 puestos de trabajo son asalariados formales, 3 informales y 3 no son asalariados (según Indec). Lo que se ve reflejado en los datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (OEDE -MTEySS) que revelan que, San Juan y Santa Cruz (provincias con desarrollo de la minería) tuvieron un desempeño superior a la media del país en lo que respecta al empleo formal privado en el período 2002-2019.

Finalmente, es menester señalar la importancia de la colaboración entre los Estados nacional y provinciales, las comunidades y las compañías a la hora de impulsar una actividad como la minera. Ejemplo de ello es la elaboración del Plan Estratégico para el Desarrollo Minero, para el que se han fijado cinco ejes estratégicos y transversales al desarrollo de la industria: su sostenibilidad ambiental, la inclusión social, su integración territorial, la competitividad regional y su marco institucional público-privado. 

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