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¿Larga vida a la inflación?

La realidad misma forzará al Gobierno a introducir algún cambio en su estrategia para reducir la tasa de crecimiento de los precios

18 marzo de 2016

(Columna de Héctor Rubini, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la USAL)

La dinámica de la inflación pone en serias dudas las metas anunciadas por el ministro Alfonso Prat-Gay. La devaluación de diciembre, junto a la liberación del cepo cambiario y la eliminación de retenciones a la exportación, ha beneficiado a los productores agrícolas. La actualización de las tarifas eléctricas provee un alivio a las cuentas fiscales. El BCRA ha revertido la tendencia a la emisión para financiar al Tesoro entre 2008 y 2015. Sin embargo, la estanflación heredada no cede. Las razones son cuatro: a) no se ha reducido la emisión monetaria lo suficiente como para moderar más la demanda interna, b) el reajuste de costos y precios relativos se trasladó a precios, c) no hay expectativas de que el tipo de cambio y el nivel de precios hayan alcanzado todavía un nivel de equilibrio de largo plazo, y d) se está generalizando un reajuste preventivo de precios con expectativas de inflación superiores a las metas del Gobierno.

¿Qué percibe el sector privado? Luego de la devaluación y estabilización del tipo de cambio en torno de $15, aumentaron los costos de producción y comercialización y se espera que esa dinámica se estabilice cuando se concreten las subas pendientes de tarifas públicas no eléctricas, combustibles, y costos de transporte. Con dólar estable es atraso presente y futuro del tipo de cambio real. Sin certeza de que eso se complete en el próximo trimestre (cuando se concentra el ingreso de dólares por la cosecha gruesa), no cederá la expectativa de devaluación. Por otro lado, el BCRA convalidó mayores tasas de interés desde diciembre para desdolarizar carteras. Estos 100 días han mostrado que esa suba no terminó de conformar al mercado. Para algunos eran algo bajas, dado el tipo de cambio presente y esperado. Para otros, son tasas altas que ponen un piso prohibitivo al costo del crédito. Resultado: volatilidad cambiaria y altas tasas de interés que torna más rentable a las entidades apostar a la especulación de corto plazo más bien que a créditos para el sector real a tasas más bajas y plazos más largos. No existe boom de crédito alguno, y la estrella de la “timba” local es hoy el “sintético dolarizado” de Lebacs a 35 días y dólar futuro.

El Gobierno, además, no convocó al anunciado Consejo Económico y Social, y dejó total libertad para las negociaciones salariales. Resultado: aparecen cada vez más paritarias a plazos inferiores a un año -semestrales, cuatrimestrales y trimestrales- con subas salariales que reflejan una inflación a un año superior al 40%. Siendo además ajustes no coordinados ni simultáneos, propagan la inercia inflacionaria presente, aun si se redujera la oferta de dinero.

Las políticas gradualistas de la primera mitad de los años '80 en nuestro país mostraron que los ajustes fiscales y monetarios tienen efectos recesivos ciertos, pero impacto mínimo y de muy corto plazo, en la inflación. La experiencia con controles de precios y de cambios también ha demostrado cierto efecto estabilizador transitorio, pero sin disciplina fiscal ni monetaria conducen a estanflación permanente. La competencia imperfecta en las cadenas de comercialización dificulta la tarea, pero no es causa de la inflación. Buena parte de los países de la región tienen cadenas de comercialización tan o más concentradas que las de nuestro país, pero no tienen mayores tasas de inflación (salvo Venezuela).

En la historia reciente de nuestro país la inflación se controló con planes de shock que atacaron el problema desde varios frentes: disciplina fiscal y monetaria, desindexación de contratos, y fijación de algún precio clave para estabilizar expectativas. La realidad misma forzará al Gobierno a introducir algún cambio. Caso contrario, le será muy difícil que pueda reducir la inflación mensual de 4% a 1% en el segundo semestre y luego adoptar un régimen de “inflation targeting” sostenible y creíble.

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