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Enredos de oficina

Con “The Office” la comedia logró dejar su marca en la mentada era dorada de las series de televisión

Pablo Manzotti 10 julio de 2022

Se suele decir que Seinfeld, la sitcom (del vocablo situation comedy, comedia de situación) rupturista por excelencia, es el “show acerca de nada”. Generalmente dentro de la misma dinámica de la serie se potenciaba esa definición, era un saco con el que se sentían cómodos sus creadores Jerry Seinfeld y Larry David. 

Esa caracterización aspiraba a consolidar aún más ese humor inteligente y ese guiño al espectador que sabía que dentro de esa “nada” había un guión de construcción lapidaria que podía tocar cientos de aristas a partir de un disparador tan banal y cotidiano como el recambio de un modelo de ducha. La nada misma. 

Casi con timidez y ocupando ese lugar revolucionario que había dejado Seinfeld, The Office se plantó desde el extremo opuesto: es el show acerca de todo. Y es que la lógica del relato de la vida en las oficinas de Dunder Mifflin, la papelera localizada en Scranton, Pensilvania, es reproducir la idiosincrasia americana en ese reducto gris y (nada) monótono. 

The Office rescató a la comedia de situación. Porque la vara para el formato había quedado muy alta con el final de Seinfeld y la revolución de las series de TV se podía percibir en el drama pero no tanto en la comedia. Seinfeld hizo una exégesis del formato desde ese mismo formato. The Office aprovechó esa plataforma para jugar con el falso documental, plantear una puesta en escena absolutamente diferente y deconstruir la lógica de los estereotipos de una oficina. 

El resultado es una serie que se mete en el panteón de las mejores de la historia y, probablemente, la mejor en términos de una galería de personajes riquísimos, la mejor serie coral. Un éxito de crítica especializada y la justicia del amplio grupo de seguidores fanáticos.

El epítome de Steve Carell: yo, Michael Scott 

Luego de una primera temporada que no convenció del todo a los ejecutivos de NBC (aunque había tenido una buena respuesta del público)  la serie tuvo una renovación de 22 episodios para un segundo arco argumental. El único peso por el que la serie se sostenía por entonces era la popularidad de Steve Carell. 

Jenna Fisher, la adorable Pam Beesly, comentó en una entrevista cuando se cumplieron 15 años del estreno de la serie: “Greg Daniels (creador de la versión americana de la serie) fue la persona encargada de americanizar el programa británico, y Ricky Gervais y Stephen Merchant supervisaron ese proceso, pero no estaban en el set cuando estábamos filmando el piloto”. 

Por supuesto que Ricky Gervais había creado una obra maestra. Absolutamente ácida, puso frente a los espectadores la amargura del inicio del Siglo XXI. Si algo le quedó a The Office del show original en el que se basó, fue el piloto. 

Porque a partir del segundo episodio (que en el estudio bromeaban con llamarlo “piloto 2”) la serie levantó su propio vuelo. Fue precisamente con Diversity Day que el programa encontró una línea por dónde conseguir una identidad. Hoy es uno de los episodios favoritos. Siguiendo con la analogía de Seinfeld, fue su “The Chinese Restaurant”, el episodio que cambió para siempre la comedia en televisión.

Greg Daniels había tomado la decisión de ir por cierres más felices, de convertir a Michael Scott en un personaje más empático que David Brent (Ricky Gervais) y no ser solo un egoísta, torpe y absolutamente despreciable. 

"Tenía una lista de cinco o seis cosas que quería incorporar y construir su personaje (de Michael Scott). Entonces, por ejemplo, en la lista, señalé que quería que diera un muy buen consejo a alguien para que la audiencia estuviese muy agradecida de que lo hiciera”, comentó Greg Daniels acerca de los pormenores a la hora de definir un perfil para Michael Scott.

Con ese cuidado meticuloso en la construcción de los personajes y una puesta en escena descomunal, The Office revolucionó la comedia televisiva. Despojó al relato de elementos centrales de la sitcom como las risas del público, los flashbacks, la cámara lenta o acelerada. Y apoyo todo al “realismo” del falso documental. 

Explotó sus posibilidades en extremo como, por caso, lo hizo Rob Reiner en 1984 con This Is Spinal Tap. La notable dirección actoral permitió que el humor se concentre en las miradas a cámara de los personajes, sin mediar palabra. También, el recorte del cuadro y el movimiento constante de la cámara permitieron jugar con “el descubrimiento”: el remate del gag era esa imagen que solo el documental puede mostrar. 

El lazo a la inmersión en la cultura pop

Una instancia que es clave para entender el impacto de The Office es que es una serie nacida y transcurrida con el surgimiento de las redes sociales. Por lo tanto, la relectura, el metatexto y la repetición se sumaron al relato que propuso. Hoy, los memes a partir de fragmentos de sus episodios más destacados figuran entre los más usados en la paleta de las redes sociales: las risas torpes de Michael Scott, Michael Scott cerrando la puerta a un anciano, sus mirada perdida y torpe sirven para hacer relecturas de noticias y “opinar” de la acción de tal estrella o, por qué no, figura política. 

Con motivo de los quince años del estreno de la serie en Estados Unidos, la línea de figuras coleccionables Funko Pop! lanzó una serie con los personajes de The Office que hoy se encuentra entre las más requeridas por los coleccionistas. Es claro: imposible resistirse a Michael Scott con su taza en mano de “World's Best Boss” o a Dwight Schrute con la camisa color mostaza. 

Una serie que aprovechó su tiempo histórico y que supo convertirse, como remake, en un big bang superador de esa idea original.

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