Aunque todavía no se contaron los votos de las elecciones legislativas de medio término para las que aún faltan dos semanas, ningún político que se precie de tal deja de pensar, ni por un minuto, en 2023.
La situación de las dos principales coaliciones es muy diferente. La lógica política es que en aquellos países que permiten dos períodos consecutivos es que el Presidente busque su reelección.
Alberto Fernández puede ser candidato o no en 2023, pero si no lo es, hay que recordar una regla política elemental: nunca gana un candidato oficialista si la imagen de actual Presidente es mala. Por lo tanto, la primera condición que necesita el oficialismo para potenciar sus chances electorales en 2023, cualquiera sea su candidato, es lograr una mejor de la evaluación del Gobierno en los próximos dos años. Sin eso, el nombre del candidato, sea Alberto, Sergio, Axel o Máximo, pasará a ser secundario.
Por su parte, en Juntos proliferan los aspirantes a la candidatura presidencial de la coalición en 2023. La única diferencia está entre los que lo reconocen abiertamente (María Eugenia Vidal, Facundo Manes, Gerardo Morales), los que dicen que aún no es el momento de hablar del tema (Horacio Rodríguez Larreta) y los que esperan una reivindicación (Mauricio Macri).
La multiplicidad de candidatos opositores sería consecuencia de dos factores: la creencia en Juntos de que tienen muchas posibilidades de ganar las próximas presidenciales y la aceptación, luego de las experiencias de 2015 y la de este año en varias provincias, de que las primarias son el mejor método para resolver las candidaturas y fortalecer el espacio, lo que incentiva la competencia.
Falta mucho y el clima de época, las demandas de la sociedad potenciarán a algunos candidatos sobre otros, pero por ahora, la línea de largada está bastante concurrida.
