De los tres candidatos principales, Patricia Bullrich fue la que menos votos obtuvo en las primarias. Sólo el 17%, lejos de cualquier pretensión de liderazgo político. Y en la campaña no pudo remontar esa desventaja con la que inició la carrera al 22 de octubre.
Los sondeos, hasta ahora, la ubican en tercer lugar. Eso indica que sostener la campaña sólo con su candidatura no es suficiente para ganar.
Por eso, con buen criterio, decidió buscar figuras que pudieran fortalecer sus chances y que cubriesen parte de sus falencias.
Primero anunció que Carlos Melconian sería su ministro de Economía. Eso le permitió delegar en manos mejor preparadas todo el debate sobre el tema que más aflige a los argentinas. El segundo paso fue el nombramiento de Horacio Rodríguez Larreta como eventual jefe de Gabinete.
Al jefe de Gobierno de la CABA se le reconoce una gran capacidad aun por parte de quienes no lo votaron las primarias, en las que solo cosechó el 11% de los votos. Además de sumarle ese atributo, la presencia de Larreta asegura el acompañamiento de quienes lo votaron en agosto. Se trata de un segmento del electorado al que también apuntaba Sergio Massa con su propuesta de conformar un gobierno de unidad nacional.
Y por supuesto reafirma el eje de su línea de confrontación con Javier Milei y es que tiene los recursos institucionales, los equipos y la experiencia de gobierno necesarios para llevar adelante los cambios.
Las ventajas que implican para la campaña de Bullrich la designación de Larreta compensan las lecturas negativas que la presentan como un recurso de última instancia que reconoce la debilidad electoral de la candidata.
