Tras irse del poder en 2015, Cristina Kirchner compitió y perdió en la elección de senadores por la provincia de Buenos Aires en 2017. Así como otros expresidentes, no tuvo un retorno triunfal a los procesos electorales.
Pero en 2019 se anotó un triunfo integrando en segundo lugar una fórmula presidencial que ella misma diseñó. A partir de entonces, su influencia es creciente y es difícil entender por qué eso causa sorpresa en algunos sectores.
¿Cómo no va a tener un papel importante alguien que fue Presidenta durante ocho años y aportó la mayor parte de los votos con los que el Frente de Todos, que ella pergeñó, ganó las elecciones?
Es lógico que opine sobre la conformación y los nombres de los que tendrán distintas responsabilidades en el nuevo esquema de poder. En muchos países del mundo, los gabinetes se forma dándole participación a los distintos sectores que integran la coalición oficialista y muchas veces la designación de determinados ministros obedece a negociaciones y el deseo de satisfacer a distintos grupos.
En el Frente de Todos confluyeron distintos sectores: el kirchnerismo, el PJ tradicional, los gobernadores, el massismo. Es lógico que cada uno de ellos tenga parte del poder que contribuyó a ganar y que Cristina sea decisiva. Que la decepción de algunos sectores con los resultados electorales no obnubile el buen juicio sobre cómo funciona la política.
