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Se acabó la grieta: el problema es el peso

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27 octubre de 2020

Cristina Kirchner dijo ayer cuál es, a su juicio, “el problema más grave que tiene Argentina”: la economía bimonetaria. Así describió la vicepresidenta el fenómeno: “Se utiliza el peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense que el país -obviamente- no emite, como moneda de ahorro y para determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado inmobiliario”. Agrega: “¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar con normalidad de esa manera?”. Los economistas dirían que el peso apenas cumple una de sus tres funciones clásicas de una moneda: el meramente transaccional o “medio de pago”. Para “unidad de cuenta” y más aún para “reserva de valor”, dólares por favor. Lo hacen todos (los que pueden).

Agrega Cristina que el problema es transversal a los ocupantes de la Casa Rosada. “El problema de la economía bimonetaria no es ideológico. No es de izquierda ni de derecha. Ni siquiera del centro. Y no hay prueba más objetiva de esto que la alternancia de modelos políticos y económicos opuestos que se operó el 10 de diciembre de 2015. Todos los gobiernos nos hemos topado con él”, agrega. “Tampoco es una cuestión de clase: los dólares los compran tanto trabajadores para ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, como empresarios para pagar las importaciones necesarias para hacer funcionar su empresa, para ahorrar y también, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuído a las crisis cíclicas de la Argentina”, relata la vicepresidenta.

A comienzos de octubre, Mauricio Macri dijo, ante Joaquín Morales Solá: “Un país que no tiene moneda no funciona”. Curiosa sincronía discursiva de los polos opuestos de la grieta. Licencias que se toma la historia, podría decir Cristina. ¿Nace un consenso?

Morales Solá le recuerda a Macri que “ahorrar en dólares y usar los pesos solo para las transacciones” es “un problema recurrente” y le pregunta: “¿Cómo se resuelve eso?”. Dice

Macri: “Con un acuerdo, que se aleje de la magia, se aleje de la mentira, que recupere la cultura del trabajo, del esfuerzo personal de cada argentino que dignifica y que los que gobiernan vivan con los impuestos razonables que les pagamos (?) La clase dirigente debe sentarse en una mesa y acordar un presupuesto equilibrado”.

En la misiva de ayer, Cristina también apela a la salida acuerdista: “El problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”. Cristina no va mucho más allá del diagnóstico (del “hay que”, diría el columnista de El Economista Carlos Leyba) y no ahonda en el contenido de esa mesa fantasiosa. ¿Sobre qué debería hablarse allí y a qué se comprometerá el Estado quien, en definitiva, regula la emisión de la moneda de curso legal? Cristina pifia cuando deslinda a la inflación de la demanda por verdes y parece olvidar aquellos años mozos del nestorismo inicial, revisitado por estos días, cuando no había inflación y la gente pensó (por un tiempo, cuanto menos) en pesos.

Casi sin querer, parece haber un consenso en la necesidad de tener una moneda estable, requisito para que el peso sea algo más que un mero medio de intercambio y el dólar no sea “unidad de medida” y “reserva de valor”. Ahora falta el cómo.

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