Panorama

La columna semanal de Carlos Leyba: "La guerra del cerdo"

La cuestión clave, a futuro, es que para Milei la pobreza no es un "problema colectivo". Lo expresa con claridad al afirmar "la justicia social es un robo"
"Que la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y que mañana vendrá a los cien", escribió Bioy. .
Carlos Leyba 27-09-2024
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En "Diario de la guerra del cerdo", A. Bioy Casares, dice "la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y ... mañana vendrá a los cien... Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos". 

Bioy adelantaba lo que para los "jóvenes libertarios" de hoy, pichones de Robespierre, es una convicción: la carga fiscal son los viejos, vamos a por ellos. La guerra se materializó en la reducción, en términos reales, en pesos y dólares, de las jubilaciones. 

Digresión. La inflación en dólares es monumental: un signo de "enfermedad holandesa" antes de abundancia de verdes hijos de mayores exportaciones. Es un reflejo atormentado de la escasez de dólares. Volvamos. 

Milei está protagonizando una "guerra del cerdo". El primer sablazo fue aplicado a las jubilaciones. Caputo actuó como Mercader de Venecia sin que este Antonio haya dado otro motivo que su debilidad. 

La indignación que esta decisión genera requiere una mirada más amplia sobre el tema jubilatorio. 

Para lo previsional, hay que señalar que, además de la precaria relación "trabajador activo aportante versus pasivo beneficiario", la que afecta a todos los sistemas de reparto y en particular al argentino, porque en este, además de que el número de aportantes aumenta poco, sufrimos a la irresponsable moratoria de Cristina, Amado, Axel, Sergio y otros que hoy militan al establishment o el mileismo con aires de "yo no fui". Inventaron, sostuvieron, una moratoria tan obscena como el blanqueo. 

Milei está protagonizando una "guerra del cerdo". El primer sablazo fue aplicado a las jubilaciones. 

La moratoria de Cristina fue hecha con liviandad demagógica y a causa de ello se ha sumado, a la carga jubilatoria, a millones de personas que nunca trabajaron porque no tuvieron necesidad y, obvio, por ello nunca aportaron. 

Propietarias de uno, dos o más inmuebles, entre otras cosas, personas "ricas" (tal vez blanquearon y blanquearán) estén cobrando una suma que destinan al pago del personal de servicio, siendo que no han tenido derecho a jubilación y no por haber sido "sorprendidos" por el empleador, sino porque nunca estuvieron empleados y nunca trabajaron. Escandalosos "derechos adquiridos". 

Hay que terminar con este abuso. La obstinación de no actuar demuestra molicie -cuando no complicidad- de los que han ocupado y ocupan, la función pública. Ni hablar de los cientos de miles de "discapacitados" que, al exigirles demostración de discapacidad, desaparecerían de lugares que solían frecuentar. 

El Estado clientelar y el bobo ha generado una cuenta impagable. En otro plano, "derechos adquiridos" es lo que alega Luis Caputo, sobrino de Nicolás, para no eliminar el régimen de Tierra del Fuego, lo que abonaría un sólido equilibrio de las cuentas públicas mucho más lógico y perdurable que la guerra del cerdo, versión Milei.   

El Estado clientelar y el bobo ha generado una cuenta impagable.

Viene a cuento el apunte de Pablo Sirven (LN 26/9), confirmatorio de la imaginación de Bioy. Cita a la vicejefe de la Ciudad: "Ya hay más personas mayores de 60 que menores de 10", "Mueren más personas de las que nacen" o "si sumamos perros y gatos, casi duplican a los niños". Una ciudad que se avejenta. 

Una ciudad que se avejenta y un conurbano que se hace joven. Otra demografía cuando penetramos en los ámbitos de la pobreza. 

El conurbano, los conurbanos, siguen recibiendo miles de inmigrantes pobres de países vecinos, a pesar del descomunal fracaso de integración social del último medio siglo. 

Dijo el Indec que en el primer semestre de 2024 constató que se acumulan 52,9% de personas pobres, de ellos 18,1% indigentes y que 66,1% de los menores de 14 años son pobres. Los jóvenes son pobres y la pobreza es joven. El futuro no se enciende solo. Y la ausencia de "políticas" lo apaga. Pobreza y falta de inversión. Un combo explosivo.

"Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos", decía Bioy.

Milei sumó a la pobreza 5,4 millones y a la indigencia 3 millones. 

El Gobierno libertario -hay que destacarlo- aportó gran cantidad de ayuda a fin de paliar las condiciones sociales que, sin ella, serían peores. 

Es que el funcionamiento de la economía hace largo tiempo se ha convertido en un sistema de exclusión: el número de personas pobres crece a 7% anual acumulativo desde hace 50 años. Desempeño, cómo llamarlo, paralelo al proceso de "industricidio" que, iniciado en la segunda mitad de los 70, lleva una trayectoria ininterrumpida desde entonces. 

Milei sumó a la pobreza 5,4 millones y a la indigencia 3 millones. 

Menos industria, menos empleo urbano, más pobreza. Una correlación evidente. ¿Causalidad? Podemos discutirlo. Abundan los ejemplos de reducción de la pobreza asociada a desarrollo industrial. 

Lo nuestro es deserción del desarrollo industrial acompañado de incremento estructural de la pobreza. ¿La pobreza, el clima social, ahuyenta a la inversión? ¿ La ausencia de inversión, convoca a la pobreza? 

Tampoco cabe duda que, a pesar de la tarea de Sandra Petovello, estos seis meses han sido de profundización de la exclusión, derivada de una política que no tiene, entre sus objetivos, el "progreso", es decir, "la satisfacción de las necesidades sociales". Lo dicen los libertarios. No es "la política" la que debe reparar el tejido social. Dicen: lo hará el mercado. 

Lo que debemos hacer, dicen, es una macro que habilite las condiciones requeridas por el mercado. Déficit cero, no importa cómo; emisión cero, aunque no computemos todo, por ejemplo, la creación por crédito; equilibrio externo, aunque conservemos el cepo y su correlato, el precio máximo para el tipo de cambio, hasta que la inflación sea cero. Pero el mercado no contesta. Y el ruido aumenta. Y con ruido el mercado no escucha: incertidumbre. No hay salida en V. Hay básicamente un serrucho, baja y sube, y de lejos el agua se ve estancada y es poca como para zambullirse.  

Sin embargo, y a pesar que el progreso colectivo ya no es una característica nacional de la que nos enorgullecíamos, seguimos siendo tierra de acogida de personas, pero no de inversiones. 

Muchos ven aquí más posibilidades de progreso que en sus propios países. ¿De quién habla esta situación aparentemente contradictoria entre países estables y pobladores emigrantes?¿Cómo sigue esta situación si las inversiones no llegan? No me refiero a las de enclave que, además, demandan años. Me refiero a las que cambian el panorama urbano. 

Mientras tanto asistimos a una fuerte demanda de "asistencia", en materia social, infraestructura y sostenimiento del aparato productivo, en una economía que "fuga" parte del excedente y que, por lo tanto, lo propio no lo invierte. A julio el indicador de inversión de O. Ferreres lleva 9 meses de caída. ¿Cuánto lleva compensar, para poder, decir "crecemos"?

Sin un proceso dinámico de inversiones la capacidad recaudatoria no tiende a aumentar. Y en el marco de deterioro de la estructura burocrática estatal, técnica y moral, la capacidad de recaudar declina y deriva en la  gigantesca evasión que los últimos gobiernos han alimentado con cada vez más generosos blanqueos: todos serán el último, pero para muchos el próximo será el primero.  

Sofia Clerici, acompañante, autorizada a blanquear US$ 600.000, ilumina la tragedia de políticos como Martín Insaurralde, ex Jefe de Gabinete de Axel Kicillof ("Dime con quién andas, decirte he quién eres", Sancho Panza Cap. X) y también "de qué hablamos cuando hablamos de blanqueo". Un juez nos habilita a ver qué cosa escabrosa es un blanqueo, los perdones y rebajas tributarias, mientras la carga del ajuste va a los más débiles, económica y políticamente hablando. 

La respuesta libertaria de Milei para el déficit cero fue hacer pagar a los viejos la mayor parte del "ajuste". Lo dicen las cifras del Gasto Público Nacional. 

Cuando el Parlamento junto coraje para reparar ese daño, Milei vetó. 

Abrió la posibilidad de gobernar sin Parlamento. Se celebró con un asado. Milei podría gobernar, sin o en contra del Parlamento. La consagración de un gobierno autoritario. Dirá Milei: sin mí acuerdo no hay ley. Cerca de "el Estado soy yo".

Raúl Timerman ubica en el 11 de septiembre el día en que la opinión pública pasó a ser mayoritariamente crítica del Gobierno: la negativa superó a la positiva en 10 puntos. El día que Milei vetó el aumento a los jubilados. Los jóvenes libertarios volvieron a la guerra, como en el "Diario..".. La opinión pública reaccionó en defensa de los viejos. 

Y al mismo tiempo, datos de Timerman, la pobreza pasó a ser la preocupación mayor de la sociedad. Tal vez la presión inflacionaria se ha hecho menor, o tal vez la pobreza se siente en cada calle. Habitualmente confinada a los escandalosos guetos suburbanos, cada día se hace más presente en las calles y presiona más sobre el futuro que la devastadora tarea cotidiana de la inflación. 

Cada día se hace más evidente que esta manera de reducir la inflación se ha convertido en una manera de aumentar la pobreza. La sábana corta. 

La inflación aumenta la pobreza de los pobres, que tienen un ingreso siempre atrasado respecto de la inflación y ésta lo reduce en términos reales. Pero tampoco cabe duda que, con más de la mitad en la pobreza, más de la mitad, por razones sistémicas, no produce lo que necesita para vivir de la manera que la cultura de la sociedad entiende que es la manera en la que hay que vivir. Por lo tanto "produce" menos que lo que "consume", y esas condiciones son "estructuralmente inflacionaria". 

La estrategia antinflacionaria de Milei es la manera en que redujo el gasto público. "La manera" y no "la reducción del gasto público", genera desempleo formal y pobreza de ingresos y consolida "los marcos de la pobreza": las acciones de reparación de las condiciones materiales de la pobreza han sido paralizadas. La consolidación de esas condiciones previas, con el tiempo, asegura el empeoramiento de las mismas. La opinión reacciona y la pobreza pasa a ser el primer problema colectivo.

La cuestión clave, a futuro, es que para Milei la pobreza no es un "problema colectivo". Lo expresa con claridad al afirmar "la justicia social es un robo" y por eso celebra, con un asado y sus héroes, la victoria en la guerra del cerdo.