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Courel: “La elección la definirá la campaña del miedo que sea más eficaz”

03 mayo de 2019

Entrevista a Juan Courel Consultor en comunicación política Por Néstor Leone

“Esto se va a definir como duelo entre las dos campañas del miedo. Por una lado, con el macrismo diciendo que si gana el peronismo, Argentina se va a convertir en Venezuela. Por el otro, con el kirchnerismo diciendo que si sigue Macri esto termina inexorablemente como en 2001”, sostiene Juan Courel, consultor político y exsecretario de Comunicación Pública de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Daniel Scioli. “Quien sea capaz de vincular esto con lo que la gente percibe en la calle a diario, con el sentido común, va a ser el que tenga el mejor resultado”, agrega Courel, integrante hoy de los equipos de campaña de Felipe Solá, en esta entrevista con El Economista.

La sensación es que las elecciones están demasiado lejos todavía. Para el Gobierno, sobre todo. Por lo pronto, parece difícil que encare la campaña en un escenario que no sea de recesión, crisis y alta inflación.

Existe una guerra de trincheras discursivas entre Cambiemos y el kirchnerismo, que llevó al contexto electoral a una situación de posiciones estáticas. Si repasamos la intención de votos de estos dos polos, desde fines de 2014 hasta ahora, vemos que no varió. Han estado siempre entre la banda de los 30 y los 40 puntos. Hubo una excepción en 2017, cuando Cambiemos superó por medio punto ese techo y tal vez ahora esté ligeramente por abajo del 30%, como también lo estuvo en la campaña de 2015 en distintos momentos. Y lo que vemos, mes a mes, es que esa situación no cambia, a pesar del contexto, de las denuncias que puedan aparecer contra el kirchnerismo o de la situación económica cada vez peor. La duda es: ¿puede pasar algo en los próximos seis meses que no haya pasado en los últimos cuatro años? Hoy nadie tiene la respuesta.

De todos modos, existe una sensación de “vencibilidad” palpable, nueva, de Cambiemos. Hace menos de un año la situación era otra y se daba como más que posible la reelección del Presidente.

Sí, es cierto. Ahora, todavía esa base, que lo pone en condiciones de llegar al balotaje, no se ha roto. A pesar de la crisis económica. El balotaje no es una elección libre: es una elección entre dos polos muy opuestos, donde van a jugar cuestiones que también tienen que ver con prejuicios, valoraciones ideológicas, temores, simpatías. Es una instancia para gente que no está muy convencida entre las dos opciones que se enfrentan. Ahí pesan muy fuerte las campañas y los mensajes de los candidatos. Cuando se ven las encuestas sobre un posible balotaje, se observa que no existe todavía una diferencia descomunal a favor de la oposición. Yo asesoré a Scioli en las elecciones de 2015 y cuando terminaron las generales, la diferencia a favor de Macri era de 20 puntos, pero luego terminó ganando por 3. Por eso el Gobierno está intentando estirar el acuerdo con el FMI: para que la cuestión económica esté más o menos mansa en octubre y noviembre. Aunque no sé si lo logrará.

Y respecto a eso, se dice: lo mejor que sabe hacer el macrismo es campañas. Han sido altamente eficaces en esa tarea.

Y tiene un invicto de muchas elecciones. El mejor aspecto que sabe manejar Cambiemos es la comunicación electoral. Y a nivel gubernamental, también. Porque si bien tiene un gran rechazo por como están manejando el país, ese rechazo no es tan grande en relación con sus resultados económicos. De todos modos, los invictos están hechos para ser rotos. Y si hay una situación para desafiar ese invicto es esta. Parece inmejorable.

Se habló de Plan V, por Vidal, y hasta de Plan RL, por Rodríguez Larreta. ¿Son posibles en este contexto?

No sé si lograrían el objetivo. La imagen no es intención de votos. No creo que un cambio de nombres o de caras, representando lo mismo, signifique una gran diferencia. Incluso, Cristina podría rever su candidatura y otro candidato tener sus votos sin que pierda mucho, pero sin que sume más que esos. Hay una percepción muy asentada sobre qué representa cada uno de esos espacios. No veo que sean cartas ganadoras, o que el secreto pase por ahí.

No lo ve en la ingeniería electoral.

No, lo veo ahí. Sí está en el discurso, en la eficacia del mensaje de lo que está en juego.Esto se va a terminar definiendo como duelo entre las dos campañas del miedo. Por una lado, con el macrismo diciendo que si gana el peronismo, Argentina se va a convertir en Venezuela. Por el otro, con el kirchnerismo diciendo que si sigue Macri esto termina inexorablemente igual que en 2001. Quien sea capaz de vincular esto con lo que la gente percibe en la calle a diario, con el sentido común, va a ser el que tenga el mejor resultado.

Se habló mucho en círculos intelectuales de la oposición respecto de las formas y los contenidos posibles de una campaña que elija convencer al otro, más allá de la crítica economicista o el “yo te dije”. ¿Cómo se hace para construir mayoría en este contexto?

El desafío, en esta situación, no sería construir una nueva mayoría. No de cara a octubre, por lo menos. El tercer espacio (ya sea Sergio Massa, Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey) sólo puede esperar que uno de los dos polos se reduzca o se desintegre. La agudización de la crisis posiblemente quite al Gobierno de la carrera, pero esto no sucedió todavía. El desafío de la oposición principal, la que integra el kirchnerismo, es consolidarse como una primera minoría fuerte, que le permita llegar al balotaje con un mensaje coherente.

¿Le sorprendió el pedido de Sergio Massa al Presidente para que convocara a Cristina como referente de la oposición con mayor representación parlamentaria?

Massa viene haciendo gestos: un día para un lado y otro día, para el otro. Veamos a qué apunta ahora. Su futuro político depende de que no siga pegando demasiados volantazos. El principal atributo negativo que muestra es cierta imprevisibilidad. Si a ese gesto le suma otro en sentido contrario, lo único que hace es reforzar esa imprevisibilidad. Tiene que mantenerse firme en un mensaje y no estar acomodándolo a lo que digan las encuestas.

¿Ve posible una confluencia opositora amplia y una primaria entre varios candidatos, incluida Cristina?

Es posible. De hecho, creo que se va a armar un frente electoral amplio en la oposición. Pero hay una demanda por afuera de eso, de gente que no quiere votar al Gobierno y tampoco a una oposición que integre el kirchnerismo. Esa demanda, que no es mayoritaria, ni representa a la primera ni a la segunda minoría, va a tener representación. Entonces, por más que se arme una gran coalición, con Cristina, con Felipe Solá o con Massa, no sé si se va a lograr una sola oferta que incluya a todo el panperonismo. La demanda también ordena a la oferta.

¿Cómo va a jugar ese sector en las generales y camino al balotaje?

Ni ellos lo saben. Una decisión poco inteligente sería que esos dirigentes se guíen por encuestas y no por modelos de país, por ejemplo. Por el bien, incluso, de esas propias construcciones. Al final de cuentas, la coherencia suele ser premiada.

¿Cuánto cambia el escenario la irrupción de Lavagna? Por ejemplo, generando un tablero donde sea menos factible un balotaje, si se “despolariza” uno de los polos.

Por ahora, Lavagna no logró despolarizar el escenario. Nunca el tercero, en estos últimos cuatro años, estuvo a menos de diez puntos del segundo. Supongo que estarán especulando con que la agudización de la crisis económica le permita sacarle algunos puntos más al Gobierno. Pero todavía no sucedió.

¿Qué hará Felipe Solá?

Felipe decidió hace un año ser la representación política de la unidad, muy declamada pero sin hechos concretos. Armó un bloque, juntó a dirigentes que estaban enemistados con el kirchnerismo y dijo estar dispuesto a transitar un camino en común. Y eso le dio una posición en el escenario. Están los que sostienen que con Cristina alcanza, los que quieren ir sin Cristina y los que quieren ir con Cristina, pero no sólo con Cristina, y están pensando en una propuesta más amplia y una visión a futuro para articular acuerdos más allá del 10 de diciembre. A su condición de peronista y opositor, Solá le suma atributos diferenciales como su conocimiento del campo o su gestión en la provincia de Buenos Aires, que fue considerada por muchos como la mejor. O una mirada sobre la seguridad que fue más allá del punitivismo.

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