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Reflexiones

Construyendo el enemigo para no pensar

No pensar es la mejor manera de llegar tarde. Repetir es retroceder. En eso estamos hace medio siglo.

Pablo Moyano arengó, de manera imprecisa, a las bases
Pablo Moyano arengó, de manera imprecisa, a las bases
Carlos Leyba 18 agosto de 2022

En la inextricable marcha de la CGT titulada “Alberto, poné lo que tenés que poner”, Pablo Moyano arengó, de manera imprecisa, a las bases. 

Trató de explicar que venían los manifestantes, continuando el mensaje de la marcha de las antorchas, a “Defender, mejor dicho, denunciar a esta manga de delincuentes que son los empresarios” (sic, a los 0,09”). Vaciló, defender o denunciar. 

Luego se refirió duramente a  medios y empresarios, que critican a los dirigentes que, como él, marchan “Defendiendo a esos tipos que le hacen tanto daños al país” (sic, a los 0,51”)”. (YouTube). 

Dos lapsus en pocos minutos. Del segundo no se anotició. 

¿A quiénes aludió cuando dijo los dirigentes que están “defendiendo a esos tipos que le hacen tanto daño al país”? 

¿Por qué le salió espontáneamente defender  aunque rectificó “mejor dicho denunciar a esta manga de delincuentes”?

Algo lo perturbaba. ¿O, en realidad, no tiene claro qué defiende y qué denuncia o quiénes son “esos tipos” que le hacen tanto daño al país? ¿Son los que denuncia o los que defiende? Quién sabe.

Moyano ha dejado en claro el estado de perplejidad, confusión, irresolución, en la que se encuentran la inmensa mayoría de aquellos que, por una razón u otra, forman parte de los protagonistas de las decisiones que se procuran, se evitan o se toman, en el país. Las tres cosas. 

Los protagonistas carecen de precisión acerca de lo que unos procuran, de lo que otros tratan de evitar y tampoco acerca del sentido de las decisiones algunos toman. Piensan poco. No ejercitan la reflexión. 

Estamos inmersos en una gran confusión discursiva, incluyendo la parafernalia de simplicidades que por su cuenta producen de los medios. 

A Pablo lo escuchaban quienes habían venido desde todos los puntos cardinales de la Patria. Imagino que se preguntarían, esperando una respuesta, ¿por qué marchamos?¿ lo hacemos en contra, pero a favor del Compañero Alberto? No quedó nada claro.

Sabemos que el discurso político, antes que nada, ha de ser pedagógico. La claridad conceptual es la norma. Se convoca a la escucha para despejar la incertidumbre. De eso se trata el don de la palabra. En este caso no habría sido ejercido. 

Y hace tiempo que desde ninguna trinchera -es la mejor manera de describir como se agrupan las voces enfrentadas- se hace ejercicio de ese don. 

Pero en la semana oficial no fue el único caso de ausencia de ejercicio por parte de los que, de una manera u otra, mandan. 

Malena Galmarini, de diferente aliño indumentario pero no menos confusa que Moyano hijo, convocó a una conferencia de prensa para anunciar y explicar una reducción de subsidios que, como es obvio, se materializa por un aumento de tarifas. 

Pero la interpretación de la medida, según Malena, es que se trata de un proceso de “redistribución de subsidios” y no de un aumento de tarifas. 

Ahora bien su marido (de conversación frecuente) ha declarado que “procura, una “reducción de subsidios”, para “evitar” el crecimiento del déficit fiscal y por eso tomo “la decisión” que Malena debía explicar. 

Malena no lo explicó, lo confundió. 

Redistribuir subsidios implica mantener el total de los mismos pero asignarlos de otra manera. A algunos le aumentarán las tarifas, a otros se las mantendrán. 

Quiso evitar el protagonismo de la palabra aumentar. Se trataba de describir cómo y a quién, se le aumentaban las tarifas de agua, gas y electricidad. 

Parafraseando a J. L. Borges cuando cantó “Si (como afirma el griego en el Cratilo) /el nombre es arquetipo de la cosa”, Malena debería saber que, como señaló el ministro, la reducción de subsidios o el aumento de tarifas (la misma cosa) son arquetipo de la reducción del déficit fiscal. 

Pero se pretende que esta decisión es “redistribución”. La presidente de AySA fue al pasado para licuar lo que anunciaba. Ella está en el cargo desde 2019. Desde entonces las tarifas de AySA son su responsabilidad. 

Al describir la situación previa reconoció su responsabilidad en la, por ella calificada, irresponsable política tarifaria que suministró agua a “todes” a menos que su costo. 

Ese subsidio universal permitió baja tarifa única para personas de presunto alto poder adquisitivo. 

Toda política de subsidios se hace para incentivar la oferta o la demanda de un bien. 

La política de Alberto incentivaba la demanda de energía y agua de todos, incluso subsidiando a los “ricos” por igual que a los que no lo son. Un disparate económico y social: carambola perversa. 

Malena expuso que, gracias a esa política -hasta ayer por ella ejecutada- los que habitan el emblemático Kavanagh pagan en promedio $1.951, mucho menos que los moradores de Chateau de Libertador, que pagan $3.936. 

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Malena Galmarini, el martes, en el anuncio de “redistribución de subsidios”

Sin quererlo demostró que los habitantes del Kavanagh son más austeros, en consumo de agua, que los del Chateau. La tarifa es única. La factura mide el consumo por vecino.

Tal vez la diferencia es porque en el Kavangh vive Alicia Castro, quien, junto a Fernanda Vallejos, integra el espacio “Soberanxs”, que es el más duro del kirchnerismo duro. 

“La Castro” debe tener mucha militancia en el edificio. Y Malena desaprovechó esa presencia, sin duda asociada a ese bajo consumo de sus vecinos, para destacar una conducta ejemplar. 

El subsidio no llevó, en Plaza San Martín, al derroche que sí ocurrió en el Chateau. 

Sin duda, la presencia de Castro, ignorada por Malena, aseguró el cumplimiento del apotegma del Segundo Plan Quinquenal que reclamaba cerrar las canillas para no malgastar el agua. Un apotegma que, el dispendio de subsidios, incita a incumplir. 

Malena desaprovecho el ejemplo para señalar que  derrochar o derramar, no es distribuir. Es desacumular. 

Ese “flagelo” (desacumulación) es el que ha llevado al agotamiento de stocks que vive Argentina desde que se instaló en “la economía para la deuda”. 

Una manera salvaje de mantenerse en el poder practicada sin solución de continuidad desde 1975. 

Entre ellas las alegrías del “deme dos”, asociadas al atraso cambiario; las jubilaciones por incapacidad propias de una economía de guerra o las otorgadas sin aportes a personas que nunca necesitaron trabajar a causa de sus recursos abundantes. 

Todo eso genera deudas o “presente sin futuro”. 

Con esas “alegrías” hemos generado la expansión continuada de la pobreza, que es la deuda social; y también las deudas financieras, en pesos o en dólares, que una economía en retroceso hace inviable “pagar”. 

La “economía para la deuda” es la que incita a consumir más que a producir, a importar más que a exportar, a promover el mercado inmediato más que promover la inversión. 

Ahí estamos y sin noticia de cambio de paradigma.  

Las primeras palabras del comienzo apuntan, en tono ligero, a describir el clima de confusión y al mismo tiempo, de incitación a la violencia, a la identificación de “enemigos” personificados -empresarios, vecinos- que se siembra en los discursos que no pueden analizar los problemas que atraviesa el conjunto. 

La “descalificación o la desaparición del enemigo” no resuelve los problemas. No hay tal cosa como “muerto el perro se acabó la rabia”. Vale para oficialistas y también para opositores aunque no los hayamos citado concretamente.   

Todos sabemos que al analizar las “políticas económicas” concretas debemos basarnos en las lecciones de los grande teóricos como los 

Premios Nobel Jean Tinbergen o Ragnar Firsch. Han dicho casi todo.

Pero no podemos dejar de señalar que siempre se requiere una delimitación de la teoría de la política económica en el espacio y tiempo concretos en que se habrán de pensar y ejecutar. 

Particularmente debemos incorporar el supuesto, dentro del análisis, que los políticos intentan maximizar el número de votos, como señaló Anthony Downs y esa es una restricción muy grave cuando votamos cada dos años y hay reelección en cuatro.  

En este marco lo paradójico es que el método que se pone en práctica, tanto de parte de oficialistas como de opositores, no es el de proponer soluciones, enamorar futuro, sino el de “demonizar al adversario” y convertirlo en enemigo: “Muerto el perro se acabó la rabia”. 

Más allá de la sabiduría del refrán, habría que completarla con aquello de que “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”. Lo que le da de comer a esta rabia es el disenso. Un disenso multiplicado y paralizante. 

Downs señaló que en una democracia de dos partidos (aquí básicamente “peronismo - anti peronismo”; aunque hoy los peronistas están invadidos por gorilas, por ejemplo Montoneros o el ex PC y sus variantes y los gorilas están invadidos por peronistas de todo cuño) solo se puede organizar un gobierno “estable y efectivo” si “en la base social” hay un gran consenso ideológico. 

Más allá del rigor teórico de esta afirmación, hoy nuestra única certeza política es el disenso por ausencia de una propuesta política, económica y social de futuro, que enamore a la mayoría. 

Esa ausencia es consecuencia de la simplificación acerca del valor “electoral” de la construcción y propuesta de desaparición del enemigo”. Algo tóxico. No es “buenismo”. Es que como dijo -otra vez- Borges “no puedo escribir cuando estoy enojado” aludiendo a los cantautores de protesta. 

Lo grave es que nuestros dirigentes, nuestros protagonistas, no ejercen el don de la palabra ni convocan al ejercicio del músculo del pensamiento. Particularmente acerca del pensamiento del futuro.

Es más, ni siquiera dialogan con la realidad política de propuestas del presente, que hoy tienen vigencia en aquellos países que habitualmente identifican con el progreso. 
Ejemplo de pereza. Alberto  ayer nomás decía “no desaprovechar las oportunidades que tenemos:... gas, alimentos, litio, hidrogeno verde”. El inventario de Mauricio Macri. 

Nuestras commodities son el presente. Pero no el futuro. 

Hoy de Joe Biden al Banco Mundial, todos los que hacen política económica, situada en tiempo y espacio, procuran retomar la “política industrial”. 

No pensar es la mejor manera de llegar tarde. Repetir es retroceder. En eso estamos hace medio siglo. 

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