Escenario

Combatiendo al capital

Por primera vez se hace realidad la letra de la marchita: el gobierno anarcocapitalista de los concesionarios esta "combatiendo al capital", la acumulación de dinero, la construcción, la obra de infraestructura y ahora la educación, que también es capital.
Nicolás Posse, Luis "Toto" Caputo y Javier Milei X
Carlos Leyba 19-04-2024
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Dice F. Braudel que la palabra clave es "el capital (que) no designa solamente la acumulación de dinero, sino que una casa es un capital, un navío, una ruta son capitales". 

"Combatiendo al capital", consigna de la "Marcha Peronista", que parió la dinastía Menem. 

B. Neustadt señaló que Menem transformó la consigna en "seduciendo al capital". 

Como "la única verdad es la realidad", la "seducción al capital" fue vía remate, a cambio de migajas, de "las joyas de la abuela": las "empresas del Estado" eran joyas, tal vez, más por la capacidad de "poder" o por su valor futuro, que por su valor intrínseco. 

En el presente -con razón y mucha ignorancia- se reivindica la labor de la Generación del 80 por su afán libertario. Es bueno recordar el pensamiento íntimo de J. A. Roca, acerca del cual abunda verborragia deshilachada. 

Por ejemplo, en carta dirigida a A. de Vedia, presidencia de M. Juárez Celman, don Julio protesta: "A estar a las teorías de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno por inútil, y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al teléfono, a los puertos, a las Oficinas de Rentas y a todo lo que constituye el ejercicio y deberes del poder" (C. Ibarguren, La historia que he vivido, pág.104). 

Esa era la visión del Estado que tenía Roca: no poner "bandera de remate" y rechazar la condena al Estado disfrazada de "supresión de todo gobierno por inútil". 

Es muy ignorante atribuir a Roca y a su generación, el pensamiento que J. Milei y la legión de comunicadores que lo "siguen", como al flautista de Hamelin, sintetizan en que "el Estado es una organización criminal", es decir la condena al "Bien Común". Recordemos el diálogo de Platón, Protágoras: "Temeroso de que toda la raza fuera exterminada, Zeus envió a Hermes, portador de reverencia y justicia, para que fueran principios ordenadores de las ciudades y vínculos de amistad y conciliación. Hermes preguntó a Zeus cómo impartir justicia y reverencia a los hombres: ¿Debería distribuirlas como están distribuidas las artes, vale decir, solo a unos pocos favorecidos (o) ... a todos? "A todos - contestó Zeus - quisiera que todos tengan una parte; porque las ciudades no pueden existir si solamente unos pocos disfrutan de las virtudes, como de las artes...".

Todo esto viene a cuento porque en los tiempos de "seducir al capital" se inició el proceso de conformación de una nueva oligarquía: la "de los concesionarios" (juego, servicios públicos, aeropuertos, etc.) que es la dominante en nuestros días. 

Eduardo Fidanza (Perfil, 6/4/24), brillante pensador y sociólogo argentino, recuerda a R. Michels, autor de la "ley de hierro de la oligarquia", que reza: la sociedad no puede existir sin una clase dominante o politica". No olvidar la idea de "factores reales de poder" de F. de La Salle (1825/64) en "¿Qué es una Constitución?". Allí se pregunta "¿es que existe en un país (...) alguna fuerza que influya de tal modo en todas las leyes que las obligue a ser necesariamente lo que son y como son, sin permitirles ser de otro modo?".

Fundado en ese "realismo", agrega Fidanza, Michels se pregunta "¿que es una revolucion?" y su respuesta es "el viento barre el humo". 

Me animó a ponerlo de otra manera: la rebelión de los hechos es la única rebelión invencible y la política es el arte de convertir a esa rebelión en un nuevo ordenamiento perdurable, teniendo en cuenta "la ley de hierro de la oligarquía" o los "factores reales de poder". La política es "cabalgar la historia como se presenta" para construir los cambios que son la esencia de la historia. Sin cambios la historia se detiene. 

Echando una mirada sobre nuestro largo plazo, discerniendo acerca del poder real en cada gran período, resumimos el desarrollo de la economía, desde la Organización Nacional hasta la crisis del '30, como el período dominante de la "oligarquía ganadera": un sector productivo. El desarrollo de la sociedad, centrada en un proyecto productivo, ciertamente con enormes limitaciones, demuestran que entonces coronamos la ocupación del espacio, la integración al país de millones de inmigrantes que significaron vidas transformadas y un vigoroso ascenso social colectivo. La herencia cultural de ese período, repito en el que las dominantes fueron fuerzas productivas, fue el optimismo con el que se cita el espíritu del Centenario. Un optimismo que tal vez dejó la herencia cultural de "el dominio de lo inmediato": la transformación de muchas vidas personales fue lograda en pocos años, los inmigrantes lograron en una generación lo que en sus países de origen habría sido imposible. "M'hijo el dotor" de F. Sánchez es de 1903.

La crisis del 30 dio paso al predominio de una naciente burguesía industrial y el reemplazo el Imperio Británico, ya en decadencia como lo anunció en 1925 Luis Olariaga y Pujana, por la locomotora de las nuevas fuerzas productivas orientadas por el mercado interno. Los resultados de la "naciente burguesía industrial" fueron 45 años de crecimiento e integración social. 

Ambos patrones dominantes, habilitaron espacios políticos que construyeron economías cuya característica fue la inclusión social. 

En ambos casos los proyectos fueron incompletos: la Cabeza de Goliat, la desmesura de la concentración demográfica en el AMBA, la dominante cultural pensando de espaldas al interior. 

Tal vez el mejor ejemplo sea que, tanto en el predominio de la "oligarquía ganadera" como en el de la "burguesía industrial", no se alteró el "diseño extractivo" del sistema ferroviario. La nacionalización de los trenes del peronismo sólo cambió nombres a las líneas que replicaron el panteón de los héroes nacionales: San Martín, Belgrano, Urquiza, Mitre, Roca, Sarmiento. El pasado se hizo presente. Pero el futuro de integración se frustró. 

El período de la "burguesía industrial" termina con una gigantesca clase media y el mínimo porcentaje de pobreza y consagración de cinco premios Nobel (creado en 1901): C. Saavedra Lamas, 1936; B. A. Houssay,  1947, L. F. Leloir,  1970, C. Milstein, 1984 y A. Pérez Esquivel,  1980.

Ahora estamos en el tercer período, el del dominio de la "oligarquía de los concesionarios". Siguiendo la línea del ferrocarril -metáfora de las formas de integración del territorio - este tercer período se inicia con la supresión del sistema ferroviario "ramal que para, ramal que cierra" y con el remate por migajas de las empresas y servicios públicos y la creación de nuevas concesiones, como la del Juego en gran escala.

Este período se instaló en la Dictadura Genocida y en él ocurrió el "industricidio", sin reemplazo por otro mecanismo de agregación de valor. La consecuencia fue el exterminio de la clase media, la condena de la mitad de la población a la pobreza, el estancamiento de la productividad y la instalación de un sistema económico de "estanflación" que lleva 50 años.

Estamos en este marco. Pero por primera vez el Presidente de la Nación y cuatro de sus ministros han sido parte del equipo de profesionales de uno de los más poderosos concesionarios (aeropuertos, petróleo, obra pública). Los nuevos ricos son concesionarios y los concesionarios son los "nuevos ricos" (energía, comunicaciones, juego). El gobierno de A. Fernández también tuvo destacados protagonistas que formaron parte de la selección de equipos del mismo concesionario: no ve ahí una continuidad el que no la quiere ver. Nada hay reprochable en la secuencia de: trabajo digno para una empresa privada y una destacada actividad pública. 

Pero sí hay una consecuencia en la relación entre el Poder y la "oligarquía de los concesionarios" en términos de R. Michels, al que aludió Fidanza, o a F. de la Salle.

La oligarquía ganadera y la burguesía industrial, a su tiempo, influenciaban, promovían, ofrecían estrategias de desarrollo productivo que implicaban creación de empleo e incrementos de la productividad como núcleo central de la política. 

Este período, el de dominio de los concesionarios, está orientado en función de lo que ellos heredaron del Estado: la protección natural de sus actividades. 

Una consecuencia fundamental, entre otras, es el predominio del tipo de cambio en niveles que frustran la competitividad de los bienes transables que producimos. Estas políticas "avaladas, sostenidas, por la oligarquía de los concesionarios" han logrado reducir nuestra capacidad de producir bienes transables. 

El gran fracaso de la política y de los políticos, en este período, es que no han logrado compensar con decisiones del aparato de la Constitución escrita, el peso de los intereses que conforman la constitución no escrita (Michels, de La Salle, Fidanza). 

Por eso no sorprende, en esta etapa, la militante política del ministro Luis Caputo en contra de la formación de capital. Y aquí volvemos al principio.

Hoy las tasas de interés asombrosamente negativas, decididas por el BCRA, pulverizan las tenencias en pesos de los sectores medios. 

La inflación consume su poder de compra y el ahorro en pesos implica pérdida nominal y real del capital financiero. 

Pero además y asombrosamente atravesamos un período de inflación en dólares. Las tenencias de efectivo en dólares, cada día que pasa, tienen menor capacidad de compra y aceleran la liquidación de esas posiciones lo que, a su vez, contribuye a un tirabuzón que agota los ahorros de la clase media. 

En esta etapa de domino de "la oligarquía de los concesionarios" por primera vez se hace realidad la letra de la marchita: el gobierno anarcocapitalista de los concesionarios esta "combatiendo al capital", la acumulación de dinero, la construcción, la obra de infraestructura y ahora la educación, que también es capital.

La razón de "combatiendo al capital" encabezada por Caputo es la derrota del síntoma de la enfermedad productiva, que es "la inflación".

Lo van a lograr. El síntoma. La enfermedad que nos consume, en la era de los concesionarios, es el derrumbe de la productividad, la explosión de la pobreza y ahora la que faltaba ¡"combatiendo al capital"!

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