No soy ni un analista ni un disertante profesional; soy empresario de una compañía familiar nacional, un empresario como tantos otros argentinos.
¿Y cómo puedo demostrarlo? Tengo los mismos sueños, la misma pasión y el mismo compromiso que ellos, pero también los mismos miedos, la misma angustia y el mismo insomnio. De hecho, me enfrento a los mismos desafíos siempre: cómo pagar la quincena que sigue, qué hacer con la catarata de impuestos que se viene y si esperar a la moratoria o no, de qué manera y a qué tasa vender los cheques para poder cubrir los pagos, cómo forzar las ventas cada día para generar la cobranza rápidamente, y qué otros malabarismos hacer si pretendo crecer un poco o a veces solo mantener el flujo del negocio.
Esta vivencia cotidiana se fue complementando con una actividad gremial empresaria que empecé hace más de quince años. Pertenezco de hecho a la Cámara de Industria de Productos Alimenticios (CIPA), que es mi cámara madre, y a través de ella llegué a la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), en donde en la actualidad soy jefe del departamento Pyme y como tal participo de la comisión Pyme de la Unión Industrial Argentina (UIA).
Cuando al principio me acerqué a las cámaras, tenía la intención de hacer ver la problemática Pyme y la expectativa de que los problemas urgentes se resolverían con velocidad. Pero el tiempo fue pasando y lo que intentaba gestionar tenía una demora interminable y más difícil parecía todavía que llegara a los niveles del Ejecutivo de la Nación.
Esto me llevó a preguntarme, ¿por qué, si logré expresar la dificultad apremiante, no se hace ningún cambio? ¿Por qué nadie parece reaccionar? ¿Se tiene quizás una comprensión inadecuada del universo Pyme?
De ahí que mi recorrido como empresario Pyme, sumado a mi experiencia en las cámaras, me llevó a conformar una mirada diferente de la economía argentina: una visión que coloca al universo Pyme en el centro de la escena económica y que exige por tanto el diseño de políticas económicas que lo sostengan e impulsen para que, con las condiciones apropiadas, pueda generar el empleo y la riqueza que está llamado a crear. Es una visión que ubica a las Pymes en un pie de igualdad con la sumatoria del Estado y las grandes compañías y que asegura que la salida del proceso de empobrecimiento en picada en que se encuentra Argentina está ahí, en la microeconomía, y que esa salida puede tomarse ya. Es una mirada Pyme de la economía, que implica a su vez una nueva mirada de país.
Supone una mirada de otra Argentina posible, una Argentina con un ADN hecho del coraje de los inmigrantes que vinieron a nuestra tierra contra viento y marea en busca de un destino superior y del aspiracional a clase media que la adversidad no ha podido eliminar. Este aspiracional, bien específico de nuestro país, implica un fuego interior que está presente en el más arrodillado de los ciudadanos; el argentino quiere ser clase media y sabe en qué consiste serlo. Es, hace quizá un siglo, su identidad más clara, más persistente.
Es verdad que con una cifra cercana al 40% de pobreza, Argentina hoy se desintegra, se disuelve, es imposible de sostener. El país equivocó el rumbo. Hace décadas que viene alternando políticas extremas y erradas, fruto de la conveniencia o la urgencia política de turno. Dichas políticas (que explico en detalle en la sección I) tienen siempre y exclusivamente un enfoque y un pensamiento macroeconómico.
Por un lado, está la política que llamo "la deriva estatizante" y por el otro, la que denomino "el delirio monetarista".
Sin embargo, en esta Argentina derrotada el rol social inherente al empresario es justamente inyectar ánimo, inyectar esperanza, mostrarle a la sociedad que hay un camino. Existe una mirada funcional a una Argentina sometida, pero hay otra mirada, funcional a una Argentina victoriosa que se pone de pie. Y esa es la mirada Pyme de la economía, la del realismo microeconómico.
Pero esa mirada tiene que entusiasmar a la gente porque Argentina solo sale de este pozo con una propuesta convincente, que motive a las personas desde las entrañas.
No alcanza con un manual; es necesaria una propuesta envolvente y seductora, que además es necesario comunicar como a ninguna otra porque hoy parece una empresa imposible. A ese propósito se dedican las páginas de este libro.
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CV de Bestani
Nacido en 1962, Alejandro Bestani pertenece a una familia que forma parte de la historia de la matriz productiva argentina. Desde 2002, es co-fundador del emprendimiento agroindustrial familiar, del que es actualmente el presidente. Representa la tradicional escuela de empresarios comprometidos con el bien común, que supieron transformar y adaptar la cultura de su empresa a esta era de nuevos desafíos. Activo participante del gremio empresario, integra varias cámaras de su sector. Preside además el departamento Pyme de COPAL (Coordinadora de la Industria de Productos Alimenticios). Es licenciado en Administración de Empresas de la UCA, está casado y tiene tres hijos. Es también autor de Herencia.
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