El Economista - 70 años
Versión digital

sab 20 Abr

BUE 18°C

Van dos décadas de Putin al frente de Rusia: ¿cambio de rumbo o más de lo mismo?

Putin
Putin
17 enero de 2020

Por Eszter Wirth Profesora de Economía Internacional de la Universidad Pontificia Comillas

En víspera del año nuevo de 1999, Vladimir Putin fue nombrado presidente interino de Rusia tras la dimisión de Boris Yeltsin. Pocos habrían pensado que ese exagente de la KGB, por aquel entonces poco conocido, lograría mantenerse en el poder como presidente y primer ministro durante dos décadas con una popularidad casi intacta incluso en contextos económicos maltrechos.

En estos veinte años ha coincidido con cuatro presidentes estadounidenses, cinco primeros ministros británicos y cuatro presidentes de gobierno españoles. Pero el 2019 deparó unas sorpresas ingratas para el presidente que pueden condicionar su futuro político. Ante dicho panorama, Putin está dispuesto a introducir cambios sustanciales en la Carta Magna rusa mediante un referéndum para mantenerse en el poder cuando su mandato legal acabe en 2024 para poder volver de nuevo como primer ministro o siendo jefe de un renovado Consejo de Estado, como en el modelo de China. En respuesta, el Gobierno encabezado por Dimitri Medvédev ha dimitido por sorpresa para facilitar que Putin tome todas las decisiones necesarias a fin de implementar su plan.

La bonanza rusa: 2000-2008

En 1991, Yeltsin prometió una transición exitosa desde el socialismo hacia el capitalismo mediante reformas estructurales que acabaron en una caída del PIB, incremento de la desigualdad, hiperinflación, altas tasas de criminalidad y el impago de la deuda soberana en 1998.

Tras la década perdida de los '90, la promesa más importante de Putin fue proporcionar estabilidad económica y política para el país eslavo y transformarlo en un país puntero en tecnología. Los primeros ocho años de la era Putin estuvieron caracterizados por altas tasas de crecimiento económico y mejoras en los niveles de vida: tras una década de recortes, los ciudadanos rusos podían permitirse adquirir coches nuevos, televisores de plasma y vacaciones en el extranjero.

No obstante, la causa de la bonanza se atribuye a un factor externo, el alza de los precios de los hidrocarburos en los mercados mundiales, las exportaciones más importantes del país. Putin había apostado por las fuertes inversiones en el sector hidrocarburífero para reposicionar a Rusia como una de las grandes potencias del Siglo XXI. La población rusa toleró los recortes en sus libertades políticas y sociales, mientras que el Gobierno compartiera las ganancias del negocio hidrocarburífero.

Una economía raquítica desde 2014

La crisis financiera global de 2008 y 2009 causó estragos en la economía rusa, pero se recuperó rápidamente gracias a la nueva subida de los precios del crudo hasta 2013.

En 2014 y 2015 se vieron caídas de los precios de los hidrocarburos, la depreciación del rublo (con la consiguiente aceleración de la inflación) y la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos. La dependencia excesiva de la exportación de petróleo y gas natural durante la era Putin pasó factura a la economía rusa, cuyo PIB anotó caídas.

Los últimos dos anni horribiles de Putin

Sin embargo, las tasas de aprobación han estado bajando desde mediados de 2018, desde el 82% hasta 68% en diciembre de 2019. El crecimiento económico, positivo pero modesto durante los últimos tres años, ha sido incapaz de elevar los ingresos per cápita. Además, las sanciones occidentales tras la anexión de Crimea habrán costado 6% del PIB ruso desde 2014, según Bloomberg Economics, debido a la falta de inversión y créditos extranjeros para las empresas rusas, la caída del comercio internacional y el fuerte coste militar del conflicto. El sentimiento nacionalista ya no ayuda tanto a la popularidad del jefe del Estado.

Pero, sin duda, fue el proyecto de reforma de pensiones el principal detonante de la caída del prestigio del dirigente.

Fue anunciado en junio de 2018 en plena euforia por el Mundial de Fútbol celebrado en el país, y consistió en el incremento de la edad de jubilación para hombres (de 60 a 65 años) y mujeres (de 55 a 63), junto a la suba del IVA en dos puntos porcentuales.

La medida provocó protestas multitudinarias en las calles, y Putin tuvo que suavizar dichas subas de edad. No hay que olvidar que la esperanza de vida es relativamente baja en Rusia en comparación con los países occidentales, especialmente para la población masculina. Según el Banco Mundial (67 años para ellos y 77 para ellas), lo que se explica en parte por el fuerte consumo permanente de bebidas alcohólicas. No obstante, el consumo de alcohol ha caído entre las generaciones más jóvenes en los últimos años según la OMS, lo que contribuirá al incremento de la esperanza de vida al nacer en el futuro.

A lo largo de 2019 se convocaron más manifestaciones contra la construcción de iglesias y vertederos de basura en espacios verdes, que fueron reprimidas por la Policía. En las elecciones locales de septiembre, el partido de Putin (Rusia Unida) sufrió un duro golpe en Moscú, cuando perdió un tercio de sus escaños, y en la región de Jabarovsk. Para mejorar su reputación, Putin anunció un paquete de programas sociales para parar la pérdida de población, que incluye más ayudas a las familias con niños y subidas de salario para funcionarios.

Planes de futuro

Pero el presidente ruso no está dispuesto a “tirar la toalla” todavía, pues su Presidencia está asegurada hasta 2024.

Según la Constitución, no podrá presentarse a la reelección hasta 2030 al haber superado dos mandatos consecutivos. Pero Putin ha anunciado su deseo de introducir enmiendas a la Constitución para seguir al mando del país más allá de 2024 siendo jefe de un renovado Consejo de Estado (como el modelo empleado por Deng Xiaoping en China) o volviendo como primer ministro y confiar el título de presidente a algún aliado, como hizo entre 2008 y 2012 con Medvédev.

El siempre fiel Medvédev, cuya popularidad como primer ministro ha caído en picado en los últimos años, respondió inmediatamente a los planes de reforma constitucional de su jefe con la dimisión de su Gobierno. Pero será recompensado con el nuevo puesto de vicejefe del Consejo de Seguridad por su lealtad. Putin ya ha propuesto otro hombre de confianza para primer ministro, el responsable del Servicio Federal de Impuestos, Mikhail Mishustin, un tecnócrata de bajo perfil.

La reforma constitucional debilitaría el poder de los futuros jefes de Estado y aumentaría el del Parlamento (Duma) y del primer ministro.

Putin tampoco descartó ser sucedido por una presidenta en alguna ocasión, por lo que muchos ya empezaron a especular sobre la idea de que el Presidente tiene intenciones de entregar el cargo a una de sus hijas.

La columna fue publicada originalmente en The Conversation

En esta nota

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés