Impacto

Cuando acecha la inercia

La inflación aceleró en el margen de 4% a 4,2%. También nos dejó un sabor amargo la inflación núcleo, que excluye precios estacionales y regulados de su medición y, por ende, refleja más adecuadamente la tendencia inflacionaria. Trepó de 3,8% a 4,1%.
Melina Eidner 13-09-2024
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A mediados de cada mes, los analistas económicos corremos para tener en nuestras manos el bestseller que publica el Indec: el dato de inflación. Nuestro ritual tiene magia. Obligados a tener la primicia, le damos refresh a la página incontables veces a las 16 horas. 

Por más que estemos sentados en nuestros escritorios, no es una tarea fácil conseguir la información. No somos los únicos que intentamos acceder. Un país entero busca respuestas acerca de si la lucha contra la inflación la estamos ganando.

Los que trabajamos de esto a menudo nos llama el deber. Sin embargo, en algunas ocasiones nos motiva algo más. Esta vez fue una de esas ocasiones. Muchos concordábamos que la inflación de agosto era uno de los datos más claves del último tiempo. 

Tan clave que especulábamos cómo podía venir desde temprano. No porque pensáramos que fuera a ser disruptivo -ni lo fue-. La mayoría confiábamos ciegamente en el 3,9% esperado por el REM, el único que "logró verla" en julio. Lo que nos tenía en velo era que su confirmación implicaba que el view de inflación inercial tomaba fuerza.

Nuestros análisis milimétricos no evitaron que el miércoles 11 de septiembre a las 16 horas nos lleváramos una sorpresa. La inflación aceleró en el margen de 4% en julio a 4,2% en agosto. También nos dejó un sabor amargo la inflación núcleo, que excluye precios estacionales y regulados de su medición y, por ende, refleja más adecuadamente la tendencia inflacionaria. Trepó de 3,8% a 4,1%. Ni el REM "la vio" esta vez. Se pasó de optimista, al estar parado en 3,9% para la general y 3,5% para la núcleo.

Quienes no dudamos del anticipo de Luis Caputo de que vendría en torno a 4% no deberíamos habernos sorprendido. No obstante, elegimos creer que el ministro se refería por debajo del 4% al igual que el REM. ¿Fuimos ingenuos entonces? No. Razones teníamos para creer que estábamos ganando. En definitiva, estamos hablando de quienes domaron la inflación desde el pico de 25,5% en diciembre. Nuestro voto de confianza lo tienen. 

En este momento, lo único que se nos viene a la cabeza son las palabras de un sabio de nuestra profesión: el gran Domingo Cavallo. Él "la vio" antes que ninguno de nosotros. Hace unos meses nos había advertido que la inflación se toparía con un umbral difícil de quebrar debido a presiones derivadas de la indexación retrospectiva de algunos precios y el descongelamiento de precios regulados. 

Hoy pareciera que el diagnóstico de Cavallo fue acertado. La economía argentina pasó de un período de incubación a uno de manifestación. Algunos sosteníamos que los síntomas ya habían empezado a esbozarse, cuando la inflación núcleo permaneció en 3,7/3,8% entre mayo y julio. Sin embargo, recién ahora quedó en evidencia para todos: la inercia está entre nosotros. 

Tenemos indicios que señalan los "culpables" de que haya cierta rigidez a la baja. Los servicios continúan laggeando a los bienes. Viajaron a un ritmo de 6,5% en agosto, más que duplicando la velocidad de 3,2% de los segundos. En un contexto de recuperación del salario real, extienden su recomposición relativa respecto a las fuertes subas de bienes en diciembre y enero. Con una ponderación de 29,2% en la canasta del IPC, le ponen un piso a la desinflación.

¿Y ahora qué? Sabemos que el Gobierno tiene maneras de incidir en la inflación. Puede influir directamente en los precios de bienes y servicios regulados (ponderan 20,1%) e indirectamente en los bienes no regulados (65,5%) a través del crawling peg. En lo que no tiene poder de influencia es en los servicios no regulados, que representan 14,4% del IPC. Estos últimos son los que vienen más rezagados. Aún no pudieron penetrar el umbral de 6%: en agosto, marcaron 6,2%. Al fijarnos en su ponderación inicial dentro del IPC (19,3%), vemos que tendrían espacio para seguir viajando a una velocidad alta. 

La pregunta del millón es si tenemos que rendirnos ante la inercia. No, todavía tenemos esperanzas. Los servicios no regulados no son la única rigidez. Los bienes no regulados también lo son. El Gobierno le pone un piso a su baja al mantener el crawling peg en 2% mensual. Si el objetivo es desinflar, podría eventualmente reducir el ritmo de devaluación, dado que este componente representa más de 2/3 del IPC. 

No obstante, aquí nace un trade off. Se profundizaría la apreciación del tipo de cambio en un contexto en el que la cuenta corriente cambiaria ya pasó a ser deficitaria. Por lo tanto, el enfoque de la política económica parece encontrar un límite allí, si es que la salida del cepo no está en agenda por ahora. Salir de los controles cambiarios, así como implica un riesgo, también implica destrabar un nudo. No sólo en materia de actividad, también en materia de inflación. 

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