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La nueva economía de la fecundidad no ofrece soluciones fáciles e inmediatas
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Es clave ayudar a las mujeres a compaginar sus carreras profesionales con la familia

Un factor determinante de la compatibilidad entre la carrera y la familia es que las mujeres puedan disponer de alternativas asequibles para el cuidado de los hijo

29 septiembre de 2022

Por Matthias Doepke (*), Anne Hannusch (**), Fabian Kindermann (***) y Michèle Tertilt (****)

La fecundidad en los países de ingreso alto ha estado disminuyendo desde hace 100 años, con pocas excepciones y, en muchas regiones, es ahora extraordinariamente baja. 

En Alemania, España, Italia y Japón, la fecundidad es muy inferior a 1,5 desde hace más de dos décadas, por debajo del promedio de poco más de dos hijos por mujer que se necesita para mantener un tamaño de población estable, lo que significa que cada nueva generación es menos de tres cuartas partes del tamaño de la anterior. 

Esta fecundidad ultrabaja da lugar a un rápido aumento de la población de edad avanzada y plantea desafíos para los gobiernos, las economías y la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social.

Gran parte de los estudios económicos sobre las decisiones individuales de fecundidad se ha centrado naturalmente en las tendencias generalizadas asociadas con esta transición demográfica, principalmente las relaciones negativas entre la fecundidad y el ingreso y entre la participación de la mujer en la fuerza laboral y el ingreso. 

Los economistas han propuesto dos explicaciones principales.

La primera, conocida como la disyuntiva cantidad-calidad, sugiere que a medida que los padres se enriquecen, invierten más en la “calidad” (por ejemplo, la educación) de sus hijos. Esta inversión es costosa, por lo que los padres deciden tener menos hijos a medida que aumentan los ingresos. Históricamente, la fecundidad y el PIB per cápita están fuertemente relacionados de forma negativa, tanto entre países como a lo largo del tiempo.

La segunda explicación reconoce el tiempo que hay que dedicarle a la crianza de los hijos. A medida que aumentan los salarios, dedicar tiempo al cuidado de los hijos, tiempo que de otro modo podría dedicarse a trabajar, se vuelve más costoso para los padres, y especialmente para las madres. 

El resultado es una disminución de la fecundidad y una mayor participación femenina en la fuerza laboral. De hecho, históricamente existe una fuerte asociación negativa entre la participación femenina en la fuerza laboral y la fecundidad a lo largo del tiempo y entre países.

Nuevos datos sobre fecundidad

Los datos muestran que estas relaciones ya no son universalmente ciertas. 

A pesar de la continua relación negativa entre los ingresos y la fecundidad en los países de ingreso bajo (en particular en Africa subsahariana), esta relación en gran medida ha desaparecido tanto dentro de los países de ingreso alto como entre ellos. 

Lo mismo ocurre con la relación entre fecundidad y participación femenina en la fuerza laboral. En un estudio reciente (Doepke et al., 2022) y una columna de VoxEU, describimos estas nuevas regularidades empíricas y analizamos los factores principales que explican los resultados de fecundidad en las últimas décadas.

Durante mucho tiempo, un ingreso per cápita elevado en un país era indicación fidedigna de una fecundidad baja. En 1980, la fecundidad seguía estando muy por encima de los dos hijos por mujer en países más pobres, como Portugal y España, pero solo 20 años después, la fecundidad en el mismo grupo de países había cambiado sustancialmente. 

De hecho, en 2000 Estados Unidos, el segundo país más rico de la muestra, tenía la tasa de fecundidad más alta.

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El patrón de fecundidad entre las familias en países de ingreso alto (como Alemania, Francia y Estados Unidos) también ha cambiado. 

Históricamente, la relación entre la educación de la mujer y la fecundidad ha sido claramente negativa, en consonancia con el hecho de que cuando los salarios son más altos aumenta el costo de oportunidad de criar hijos. 

Sin embargo, esta relación negativa es más débil en el caso de las mujeres estadounidenses de cohortes de nacimiento recientes. Aunque las mujeres con un nivel educativo alto con más de 16 años de escolaridad tenían la tasa de fecundidad más baja en 1980, esto ya no era así en 2019 (véase también Hazan y Zoabi, 2015).

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Compatibilidad entre carrera y familia

Las recientes regularidades empíricas apuntan a un comportamiento de la fecundidad en los países de ingreso alto que hoy en día está impulsado por factores que no se reflejaban inmediatamente en la disyuntiva cantidad-calidad ni en el costo de oportunidad del tiempo. 

Los investigadores de todas las disciplinas tuvieron que considerar mecanismos alternativos que dieran cuenta de los patrones de fecundidad en los países de ingreso alto, ya sea dentro de los países como entre ellos (véanse los primeros aportes en Rindfuss y Brewster, 1996, y Ahn y Mira, 2002). 

De este amplio debate académico se desprende un tema común: la compatibilidad entre carrera y familia en el caso de las mujeres.

Se ha producido una transformación económica fundamental: en muchos países de ingreso alto, la mujer ahora participa en la fuerza laboral durante gran parte de su vida. El patrón anterior de la mujer que ingresa al mercado laboral pero lo abandona después de casarse para criar hijos es ahora la excepción y no la norma. 

Hoy en día, la mayoría de las mujeres quieren ejercer la opción de tener una carrera satisfactoria y una familia. Desde una perspectiva histórica, podemos interpretar este cambio como una convergencia de los planes de vida generales de las mujeres y de los hombres después de un largo período en que los roles de género se mantuvieron muy divididos.

Invertir en la igualdad de género, y en especial en las perspectivas laborales de las futuras madres, quizá resulte engorroso a corto plazo, pero a mediano y largo plazo los beneficios para la economía y la sociedad serán cuantiosos.

Si bien el cambio en los planes de carrera de las mujeres se observa en todos los países de ingreso alto, sigue existiendo una variación sustancial en cuanto al grado de compatibilidad real entre carrera y familia en el caso de las mujeres. 

Cuatro factores explican la variación en la compatibilidad entre carrera y familia en los distintos países: políticas familiares, padres colaboradores, normas sociales favorables y mercados laborales flexibles.

Un factor determinante de la compatibilidad entre la carrera y la familia es que las mujeres puedan disponer de alternativas asequibles para el cuidado de los hijos, actividad a la cual tradicionalmente solo las madres dedican tiempo. 

En algunos países, como Estados Unidos, estas alternativas se organizan en gran medida en mercados privados, mientras que muchos países europeos ofrecen guarderías públicas. Disponer de guarderías baratas y de fácil acceso ayuda a que las mujeres tengan más tiempo y puedan compaginar la maternidad con la carrera profesional, lo que en última instancia aumenta la fecundidad. 

En países como Suecia y Dinamarca, donde las guarderías públicas están ampliamente disponibles para niños de todas las edades, las tasas de empleo y de fecundidad femeninas son más altas que en los países donde el número de guarderías es escaso. No sorprende que estos países también gasten una fracción mayor de su PIB en educación infantil pública. 

Otras políticas que influyen en la compatibilidad entre la carrera profesional y la familia son las políticas de licencia parental, las políticas fiscales y la duración de la jornada escolar.

Por supuesto que los padres también pueden cuidar a los niños. Aunque tradicionalmente los padres han pasado poco tiempo cuidando a los niños, los datos muestran un aumento en las últimas décadas. La división del cuidado de los niños entre padre y madre incide considerablemente en la fecundidad cuando contemplan la decisión de tener hijos. 

Doepke y Kindermann (2019) muestran que en los países donde los padres se dedican más al cuidado de los niños y a las tareas domésticas, la fecundidad es más alta que en aquellos donde dicha tarea recae de forma desproporcionada en las mujeres. Japón, donde los hombres se ocupan poco del cuidado de los niños, lo confirma: la fecundidad en ese país sigue siendo ultrabaja.

Una tercera influencia en las decisiones modernas de fecundidad son las normas sociales con respecto al papel de la madre en el hogar y en el lugar de trabajo. La baja fecundidad puede estar relacionada con normas sociales tradicionales. Por ejemplo, la caracterización de una madre que trabaja a tiempo completo como “rabenmutter” (mala madre) sigue siendo común en Alemania e impone una penalización implícita a las madres que aspiran a tener tanto una familia como una carrera.

Por último, las condiciones del mercado laboral también afectan la compatibilidad entre carrera y familia. En España, por ejemplo, un país con un mercado laboral de dos niveles donde los trabajos a menudo son temporarios o para toda la vida, las mujeres tienden a posponer la maternidad con la esperanza de primero conseguir un trabajo estable. Es natural que estas condiciones del mercado laboral reduzcan la fecundidad.

En términos más generales, cuando el desempleo es alto, los trabajos temporarios son comunes y los trabajos permanentes son difíciles de obtener; incluso tomar una licencia temporal para formar una familia puede tener repercusiones a largo plazo en las perspectivas de las mujeres en el mercado laboral.

En consecuencia, las tasas de fecundidad pueden ser más bajas que en un entorno donde resulta fácil encontrar trabajos seguros y a largo plazo.

Implicaciones para las políticas

Para las autoridades económicas preocupadas por la fecundidad ultrabaja, la nueva economía de la fecundidad no ofrece soluciones fáciles e inmediatas. Factores como las normas sociales y las condiciones generales del mercado laboral cambian muy lentamente, y es probable que incluso las intervenciones de política potencialmente productivas solo tengan efectos graduales. 

Sin embargo, entre países, la clara asociación de las tasas de fecundidad con las medidas de compatibilidad entre familia y carrera profesional revela que la fecundidad ultrabaja y la carga fiscal correspondiente no son ineludibles, sino que reflejan las políticas, las instituciones y las normas de una sociedad. 

Las autoridades económicas deben tomar nota de esto y adoptar una perspectiva de carrera-familia. Invertir en la igualdad de género, y en especial en las perspectivas laborales de las futuras madres, quizá resulte engorroso a corto plazo, pero a mediano y largo plazo los beneficios para la economía y la sociedad serán cuantiosos.

 

(*) Profesor de Economía en la Universidad Northwestern

(**) Profesora adjunta de Economía en la Universidad de Mannheim

(***) Profesor de Economía en la Universidad de Regensburg

(***) Profesora de Economía en la Universidad de Mannheim

 

La columna fue publicada originalmente en la revista F&D del FMI

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