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El vinilo encuentra su canal de expansión en el deseo del coleccionista
Recuperación

El vinilo está salvando a la música

Los bytes en retirada: la revolución es analógica

Pablo Manzotti 05 mayo de 2022

“Sobrevivo gracias a las personas que hacen un esfuerzo especial para comprar aquí, en su mayoría son hombres jóvenes, que pasan tiempo buscando simples descatalogados de Smiths y discos originales, nunca reeditados, de Frank Zappa. Las características fetichistas no son diferentes a las del porno. Me sentiría culpable aceptando su dinero, si no fuera... bueno... como uno de ellos”. Así describe su rutina John Cusack en la piel de Rob Gordon, ese personaje magnético de High Fidelity (Alta Fidelidad, 2000), la notable película de Stephen Frears basada en la novela de Nick Hornby. 

Una cotidianeidad que tiene como eje ser dueño de Champions Vinyl, una disquería especializada de Chicago que es reducto para encuentro de charlas iniciáticas, discusiones imposibles acerca de tal o cual banda y, claro, hacerse de una copia original de un disco buscado durante años.

Hornby como, por caso, Simon Reynolds en su “Retromanía” (Ed Caja Negra, 2010), forman parte de una camada de autores que leyeron este momento histórico perimetrado por la expansión de la cultura pop. La universalización de conceptos artísticos, el impacto de las redes y la consolidación de la era digital dispararon un emergente de ese proceso: el coleccionismo y la recuperación selecta del formato físico. 

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“High Fidelity”, un clásico del 2000

Más de 20 años después del impacto de Alta Fidelidad en los cines, la industria musical registra algunos movimientos que transitan en cierta sintonía con esa producción: reedición de clásicos de todos las épocas con cuidadas presentaciones para colección, aparición en el mercado de bandejas (tocadiscos) “de diseño” jugando con estilos vintage o minimalistas y, sobre todo, un público decidido a invertir en el objeto más allá de tener el smartphone saturado de aplicaciones de música. 

El vinilo encuentra su canal de expansión en el deseo del coleccionista: esa persona sabe que tiene algo que, hoy por hoy, es imposible de copiar en igual formato. Y a eso, se aferra. Claro, en parte, como ese Gordon de Cusack.

Unos números que entusiasman 

Una noticia ligada al vinilo llegó a todos los portales especializados a inicios del 2022: la ventas en este formato en el Reino Unido superaron las cinco millones de unidades el año pasado, lo que determinó que sea el  mayor nivel de ventas en 40 años en ese país. Los datos son oficiales y fueron difundidos por la Industria Fonográfica Británica. Las cifras implican un incremento del 8% en relación al 2020 y, en consecuencia, suman por decimocuarto año consecutivo al crecimiento en ventas en el formato.

En el informe final de la cámara, se destaca el disco “Voyage” (el regreso de ABBA) que consiguió 30.000 unidades en su primera semana de salida al mercado. Otra de las marcas favoritas de la industria fue Adele, que siempre suma fuerte en las ventas anuales.

Según proyecciones a nivel internacional, los vinilos ocupan entre el 20% y 25% de las ventas anuales totales de música en todo concepto. Y el crecimiento es sostenido. 

Para una industria que intenta una transformación desde la irrupción de la música comprimida y, luego, el liderazgo de las plataformas de streaming, es un aire fresco que celebra con cierta esperanza. Obviamente, nunca serán cifras comparables a la década del '90, coronada por el reinado de ese monarca que fue (es) el CD. 

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Según proyecciones a nivel internacional, los vinilos ocupan entre el 20% y 25% de las ventas anuales totales de música en todo concepto. Foto de Pablo Manzotti.

Uno de los hombres del universo musical que más y mejor entiende este presente es Jack White. Fanático de la música analógica, es el dueño de Third Man Records, un sello que cuenta con su propia planta de fabricación de vinilos en Nashville y acaba de abrir un nuevo local de ventas en Londres. 

En los últimos dos años, fruto de la pandemia, los sellos ralentizaron la grabación de nuevas obras de sus artistas. En un momento de la industria que exige agilizar los procesos para aprovechar este entusiasmo coleccionista, White realizó una declaración en video desde sus redes sociales haciendo foco en la experiencia y la demanda: “Al menos una vez a la semana, sin falta, alguien se acerca para pedirme ayuda para acelerar la fabricación de sus discos de vinilo. Es un pensamiento natural... sabiendo que soy dueño de una planta de prensado y tengo mi propio sello discográfico”, comenta el líder de White Stripes. Y agrega en su exposición: “Esas demoras de tiempo son los asesinos del impulso, el alma, la expresión artística y, con demasiada frecuencia, los medios de subsistencia”.

La respuesta siempre tiene que ver con el coleccionismo

Las disquerías, los locales comerciales, también fueron desapareciendo. Las que subsisten son las cuevas, esos reductos especializados que funcionan, al mismo tiempo, como espacio de encuentro. Como en Alta Fidelidad, tienen como clientes a coleccionistas que buscan piezas originales, ediciones con características inigualables y debatir poniendo a prueba su conocimiento.

Guillermo Hernández es el dueño de Minton's, una disquería de jazz de Buenos Aires con más de veinte años en el mercado. Con la desaparición de varias cadenas y lugares en los últimos años, no es exagerado decir que es una de las más importantes del mundo en el género. Cuenta con perlas impensadas, la impagable sabiduría de su dueño y un asesoramiento personalizado.

“El vinilo volvió para quedarse”, dice Hernández. Y suma: “Hay para todas las posibilidades: el sello alemán ECM está rescatando clásicos de sus cintas analógicas con una calidad de edición suprema. Y, para quienes quieren originales, yo sugiero las ediciones japonesas que suenan muy bien y se consiguen a un precio más accesible que las americanas o europeas”. 

Y a lo largo de la charla, sorprende con otro dato: “La vuelta del CD es también inminente. Ya hay una demanda de ediciones determinadas de tal o cual título. Los audiófilos descubren diferencias entre un mismo título de disco, algunos suenan mejor que otros. Hay CD descatalogados que, hoy mismo, son más caros que varios vinilos originales muy buscados”.

Para entender un poco cómo funciona la demanda de originales y la lógica del coleccionismo hay varios ejemplos. 

Uno de los más interesantes nuclea a cuatro títulos del rock nacional: Pelusón Of Milk, de Luis Alberto Spinetta; Tango 4, de Charly García y Pedro Aznar; Acariciando lo Aspero, de Divididos y Dynamo, de Soda Stereo. Los cuatro tienen la característica de ser algunos de los discos más caros en sus versiones originales. 

¿Por qué? Porque cumplen con la regla de oro del coleccionismo: son muy escasos, porque forman parte de tiradas muy limitadas. Los tres primeros vieron la luz en 1991 y Dynamo, en 1992. La industria ya había dejado de lado al vinilo para hacer cuantiosas tiradas de cada título en CD. Así se explica (o no) el laberinto fascinante del coleccionismo. Como suele hacer Rob Gordon en Alta Fidelidad, es la excusa perfecta para elegir, en infinitas variables posibles, aquellos cinco discos favoritos para cada ocasión diferente. 

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