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El reestreno recaudó, a nivel mundial, más de US$ 30 millones
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El regreso triunfal de Avatar al cine

Avatar, el reestreno de la película de 2009 que antecede a su secuela en diciembre, superó en recaudación el drama protagonizado por Harry Styles y Florence Pugh

Pablo Planovsky 02 octubre de 2022

En el mundo de las redes sociales se pone en duda la capacidad de James Cameron, el rey Midas del cine, para lograr que Avatar: El camino del agua, la secuela de la película más taquillera de la historia, sea un éxito equiparable al anterior. Entre las razones que argumentan para dudar del éxito esgrimen que “nadie recuerda Avatar”. Pero los números matan al relato.

Cuando se argumenta que el público se “olvidó” de Avatar, se acompaña esa sentencia con otras afirmaciones que son ciertas. Para empezar, aunque la película más taquillera de la historia (sin ajustar por inflación) se estrenó en 2009, no generó una legión de fanáticos (como sucede con las películas de superhéroes, sean de Marvel o DC) ni inundó el mercado con juguetes (como sucede con cada película de Star Wars) o videojuegos. 

Incluso, antes del reestreno, aparecieron artículos en Estados Unidos que decían que el impacto cultural de la película había sido nulo: no pudo generar frases memorables que hayan quedado impregnadas en la memoria colectiva. Ni siquiera memes que mantuvieran vivo el recuerdo de la película (como, por ejemplo, pasa con las primeras películas de El hombre-araña). También argüían que Avatar había sido solo un avance tecnológico que tenía un argumento muy básico, como si fuera una versión simple de Danza con Lobos y Pocahontas.

Todo eso es cierto. Pero también Avatar, el reestreno de la película de 2009, superó en recaudación a nivel mundial al estreno de No te Preocupes Cariño, el drama protagonizado por Harry Styles y Florence Pugh. Lo que sucede es que la mayor parte de los clásicos de la historia del cine no necesitan convertirse en memes, vender juguetes, hacer videojuegos o dar frases memorables para quedar en la historia. Tampoco necesitan fanáticos que sigan con fidelidad cada cosa que sucede con la película.

En el año 2009 no faltaban las opiniones que creían que Avatar iba a ser un fracaso descomunal para el director y el estudio que había hecho Titanic, hasta ese entonces la película más exitosa de la historia (de nuevo, sin ajustar por inflación). Hubo tres grandes motores para la maquinaria publicitaria de Avatar. 

En primer lugar, ver qué era lo nuevo del director de las dos primeras películas de Terminator, de Aliens, y Titanic. El hombre que nunca se caracterizó por tener un ego humilde, y gritó “¡soy el rey del mundo!” cuando arrasó con Titanic en los premios Oscar, se convertía en un gancho de ventas más para la película.

El 3D, clave en el éxito de Avatar

Por otro lado, Avatar acompañaba una innovación tecnológica para las salas de cine: el regreso del cine en 3D. Los anteojos para poder ver figuras que “salen” de la pantalla no eran nuevos (ya en 1983 la segunda secuela de Tiburón estaba en 3D), pero sí la tecnología que los acompañaba. La promesa era revolucionar la industria del cine. 

El solo anuncio de Avatar en 3D hizo que las salas invirtieran en la tecnología para reconquistar al público. El truco funcionó y la taquilla explotó, incluso con entradas más caras que las películas en 2D. 

El sacudón de Avatar y el 3D hizo que Hollywood corriera como la fiebre del oro. Los resultados, en su mayoría, fueron una decepción. A diferencia de Avatar, muchas de las películas que siguieron vendiendo entradas para verlas en 3D, no estuvieron filmadas con cámaras especiales para esa tecnología. En la mayoría se hizo la conversión a 3D cuando ya estaba todo el material filmado, en postproducción. Y la diferencia es notable, porque ni siquiera los planos estuvieron pensados para verse en 3D. Lo que en Avatar parecía “salir” de la pantalla, en otras películas apenas se distinguía del 2D. O peor: la imagen se veía más oscura que la versión bidimensional.

Salvo exiguas excepciones que estuvieron pensadas y filmadas con cámaras para 3D (Una Aventura Extraordinaria, de Ang Lee; Hugo, de Martin Scorsese; y Destino final 5, entre pocos títulos más), el retorno del 3D empezó a verse más como un artificio para cobrar entradas más caras que como un beneficio para el goce visual de los espectadores.

El segundo intento que tuvieron los cines por aprovechar las innovaciones tecnológicas fue con la trilogía de El Hobbit, de Peter Jackson, otro director que había conquistado la taquilla mundial (y los Oscar) con las tres películas de El Señor de los Anillos. 

Peter Jackson se animó a ir más allá y filmó todas las de El Hobbit a mayor velocidad de cuadros por segundo (HFR, las siglas de High Frame Rate, 48 cuadros por segundo en vez de la norma de 24). Pero los resultados no fueron los esperados: la crítica no acompañó a esas películas y el entusiasmo del público por el regreso de la Tierra Media a la pantalla grande fue disminuyendo con cada nueva película.

La novedad tecnológica

La mayor velocidad de cuadros por segundo cambió no solo la manera en la que se percibía la fluidez de los movimientos: también modificó la percepción sobre la iluminación y hasta el maquillaje de los actores. Salvo los cines que se animaron a instalar los nuevos proyectores capaces de soportar este nuevo adelanto tecnológico, la mayoría prefirió esperar. En el año 2019 el cineasta Ang Lee volvió a intentar dominar el HFR con Proyecto Géminis, una película de acción con Will Smith, pero la crítica y el público le dieron la espalda.

El reestreno de Avatar en 2022 no solo fue en 3D. Ahora Cameron probó la misma película con algunas escenas a mayor velocidad de cuadros por segundo, pero separando el uso para situaciones (o personajes o escenarios) específicos. Cameron, ante el fallido intento de El Hobbit, decidió dar marcha atrás con su decisión de filmar las cuatro secuelas de Avatar a mayor velocidad de cuadros por segundo. En su lugar optó por este nuevo experimento.

Se podría considerar que Avatar, pese a no tener memes, ni juguetes, ni videojuegos o una extensión de productos que faciliten su regreso al cine, atrae la atención de una mayoría silenciosa que (probablemente) no se declare “fan” de Avatar pero sí tenga algo más que curiosidad por ver una “película evento”. 

El reestreno recaudó, a nivel mundial, más de US$ 30 millones. Algo más impresionante si se tiene en cuenta que no es la primera vez que se reestrena, tuvo menos salas y horarios que sus competidoras más modernas, la película tiene más de diez años, está disponible en servicios de streaming y formato físico hace mucho tiempo y ya fue vista por la mayor parte del público cinéfilo.

El regreso de los clásicos al cine

Avatar no es el único reestreno que triunfó. Cuando se reestrenó Volver al Futuro en los cines argentinos en 2011, fue un éxito. No fue un éxito el reestreno ese mismo año de Top Gun, el clásico de Tony Scott. Salvo proyecciones ocasionales por aniversarios (como El Padrino, Duro de Matar o Caracortada), los clásicos se mantuvieron a distancia de las grandes salas. 

Pero, después de la pandemia, el interés por ver los títulos que hicieron historia parece haberse reavivado. Casablanca, Blade Runner, Poltergeist, Mad Max, Milagros inesperados, Sueños de libertad y El Exorcista, entre otros, son algunos de los títulos que en 2022 regresarán (o regresaron) a la cartelera argentina.

Pese a perder en la noche del Oscar contra Vivir al Límite, la película bélica que dirigió Kathryn Bigelow (la ex esposa de Cameron, lo cual agregó un interés especial por ver quién de los dos ganaba en la ceremonia de esa noche), y las críticas que recibió cuando dejó de estar en los cines (casi todas en contra de la simpleza argumental del relato), la venta de entradas de Avatar demuestra que todavía es un título que genera interés. Resta saber si la secuela, que se estrena en diciembre, podrá acercarse (o superar) los números astronómicos de Avatar, que ni siquiera pudieron ser superados por Avengers: Endgame. 

El fracaso de la próxima película parece, a esta altura, haberse disipado hasta en quienes tenían dudas.

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