El Economista - 70 años
Versión digital

vie 29 Mar

BUE 20°C
Coaliciones

Unidos aunque duela

El FdT debería apuntar a ser más que la suma de sus partes e institucionalizar instancias de debate sobre las políticas que Argentina necesita

Máximo Kirchner y Alberto Fernández
Máximo Kirchner y Alberto Fernández ARCHIVO
Gonzalo Fernández 16 febrero de 2022

Desde el comienzo del actual mandato presidencial, bosques enteros fueron dedicados al análisis sobre un eventual surgimiento del “albertismo”. En las últimas semanas y como reacción a la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados oficialista, fueron muchos los que decidieron profundizar ese hobby y anunciar que la actual oportunidad es la definitiva: 2022 sería, al fin, el año del nacimiento de un nuevo peronismo. Voy a argumentar que eso es poco probable y que todo lo nuevo deberá contener lo viejo.

El triunfo de 2015 por parte del macrismo tuvo su fundamento en la oferta electoral. Mientras el peronismo participó de manera separada en las primarias, con Daniel Scioli por un lado y Sergio Massa por el otro, el polo macrista-radical profundizó la unión pactada en la Convención de Gualeguaychú con una interna testimonial entre listas encabezadas por Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sanz. 

Desde allí se hizo evidente para todos que el óptimo en términos de estrategia radica en la construcción de alianzas políticas cada vez más amplias que puedan contener “halcones” y “palomas”. Esta estrategia sería perfeccionada por Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández en 2019. 

Los datos también respaldan la hipótesis: con la puesta en marcha de las PASO, la estrategia de los partidos políticos a participar en las elecciones a través de alianzas electorales se volvió la norma tanto en presidenciales como legislativas. Para el caso en las que se renueva el Poder Ejecutivo, el porcentaje de los partidos que se presentan en alianzas está, desde entonces, arriba del 90%. Mientras que, para las legislativas, el promedio está por arriba del 80% para la última década y fue cercano al 100% en 2021. Esto quiere decir que prácticamente no se encuentran espacios que decidan ir por su cuenta, fuera de coaliciones políticas.

Lo anterior también se refleja en el Honorable Congreso de la Nación: hoy más del 90% de los diputados pertenecen a uno de los dos interbloques mayoritarios, un número récord desde, al menos, inicios del Siglo XXI. 

A su vez, la dinámica legislativa también muestra niveles de polarización crecientes. Lo que quiere decir que mientras el bloque del oficialismo nacional vota cada vez con mayor disciplina partidaria, el principal bloque opositor lo hace, también de manera disciplinada, en contra de las iniciativas del PEN. 

Para tener una imagen todavía más completa, debemos considerar la problemática de aquellos dirigentes con “piso alto y techo bajo”. Estos son aquellos que por sí solos pueden asegurarse un caudal de votos significativo pero insuficiente para imponerse en las urnas. El caso más relevante es el de Cristina Fernández de Kirchner, sintetizado por el presidente en su famoso: “Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede”.

Ahora bien, ¿cuál es el resultado de todo lo anterior? La imposibilidad de que surja un espacio relevante que ignore y/o suprima la diversidad política argentina, oponiéndose a la dinámica coalicional que se observa en la historia reciente. 

Cualquier armado político relevante tendrá la forma de una coalición porque necesitará contener la mayor parte de espacios posibles. Siempre y cuando, claro, sean pertenecientes al espectro político al que apunte representar. 

Con este trasfondo es que debe leerse la renuncia de Máximo a la jefatura del bloque del Frente de Todos en Diputados. Esta expresa, con sus diferencias, la misma lógica de la jugada de la vicepresidenta en 2019. En otras palabras: la actitud del diputado fue una expresión de la heterogeneidad política del oficialismo antes que una decisión alienada que pueda atribuirse a opiniones sólo personales. 

Al correrse de la centralidad y al demostrar desacuerdos significativos sin salir del espacio oficialista, lo que dejó en claro el diputado es la representación amplia que sostiene al Frente de Todos, y no sólo su fragilidad.

Para finalizar: sí, la política argentina orbita alrededor de dos coaliciones heterogéneas en su interior y, debido a los óptimos en términos de estrategia electoral, es probable que continúe siendo así. Sin embargo, esto no suprime la posibilidad de consensos: al contrario, muestra que tienen que ser trabajados hoy más que nunca. La diversidad de posturas no implica la incompatibilidad entre las mismas. El Frente de Todos debería apuntar a lograr ser más que la suma de sus partes e institucionalizar instancias de debate sobre las políticas que Argentina necesita. Y una línea clara desde el Gobierno Nacional podría ayudar a ordenar las bases del movimiento en lugar de continuar fragmentándolas. 

LEÉ TAMBIÉN


Lee también

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés