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En las primarias, todo va a depender de la diferencia

29 julio de 2019

Por Juan Radonjic

El resultado de las primarias del 11 de agosto va a ser determinante para el de octubre. Todos saben lo que está en juego y, por eso, en los últimos días, desde el oficialismo están convocando a la participación. Saben que si Mauricio Macri gana en esa instancia, la elección presidencial estará definida porque, además del envión que siempre dan los triunfos, tiene más margen para crecer entre agosto y octubre que su rival, Alberto Fernández.

Pero la mayoría de las encuestas indica que la oposición se impondrá en las primarias y, en ese caso, lo importante será la diferencia que logre para saber si el resultado puede ser reversible o no para el oficialismo. Esa es la lectura política que comenzará a hacerse la misma noche del 11 de agosto.

Importan los números pero también sus interpretaciones. En 2015, Daniel Scioli ganó las primarias pero no fue un éxito político porque quedó en evidencia que le iba a costar mucho cumplir con su objetivo, que era ganar en primera vuelta mientras que Macri aparecía con muchas chances de lograr el suyo: forzar un balotaje.

En 2017, en la carrera por la Cámara Alta, Cristina ganó la primaria pero por una diferencia menor a la esperada y eso no la dejó bien posicionada para la elección general, que perdió claramente. Si se considera que están dadas las condiciones para que el Gobierno revierta el resultado, mejorará el clima económico y, consecuentemente, acrecentará sus chances de ganar en octubre. Pero si, por el contrario, se entiende que remontar la derrota le será muy difícil, se corre el riesgo de que haya una mayor presión en el mercado cambiario y que el oficialismo llegue aún más debilitado a octubre. Está claro que en las generales se suelen amplificar el resultado de las primarias, castigando a los perdedores y premiando a los ganadores.

Es difícil definir a priori la magnitud de la diferencia que torne en irreversible el resultado de las primarias porque entrarán muchos factores en juego. Entre ellos, hay que considerar los siguientes.

El número de votantes. En las generales vota más gente que en las primarias y la última experiencia ?la de las legislativas de 2017? demostró que los nuevos votantes se inclinaron mayoritariamente por Cambiemos. Los votantes de la oposición son más politizados y, por ende, tienden a participar más en las primarias. En 2017, la concurrencia en las PASO fue del 72% y en las generales del 76% mientras que, en 2015, la diferencia entre las dos instancias fue de 2.000.000 de votantes. Por lo tanto, si la concurrencia vuelve a ser relativamente baja en las primarias, habrá más chances de modificar el resultado con la mayor concurrencia que se producirá en las generales. Pero si la participación es alta, las chances se achican.

El papel de la las terceras fuerzas. Los candidatos que pretendían expresar “la avenida del medio” o procuraban representar a los que no querían que siga Macri ni que vuelva Cristina, no lograron construir una alternativa competitiva. El principal referente de ese espacio, Sergio Massa, se terminó subiendo a una de las dos veredas. Los votos de los partidos de izquierda se mantendrá entre ambas instancias y lo mismo ocurriría, aunque en menor medida, con José Luis Espert porque expresan a segmentos del electorado más ideologizados. El que corre más riesgo de perder votos entre las primarias y las generales es Roberto Lavagna porque fundamenta su candidatura, menos ideológica y más instrumental, en evitar la polarización entre alternativas que considera negativas. Pero todo indica que no lo logrará y eso provocará el alejamiento de muchos de sus votantes. Si la polarización es alta en las primarias, lo será más todavía en las generales y, en ese caso, muchos de los que apoyaron a Lavagna pasarán a engrosar al oficialismo.

La provincia de Buenos Aires. El resultado de las primarias para gobernador de la provincia de Buenos Aires también tendrá un enorme impacto. Una derrota en el mayor distrito el país será difícil de digerir para ambas campañas. En el oficialismo quedaría afectada su figura con mejor imagen y no faltarán pases de factura por la negativa de la Casa Rosada a permitir el desdoblamiento de las elecciones. A su vez, el peronismo sufriría una nueva derrota en el mayor distrito del país con un candidato claramente identificado con Cristina, pero no con la provincia, y, por eso, más de un intendente del conurbano pondrá en evidencia su malestar. Es un resultado incierto porque Axel Kicillof tendrá la ventaja de ir pegado a una boleta presidencial que, según todas las encuestas, será la que más votos obtenga en la PBA. María Eugencia Vidal, por su parte, tendría a su favor un corte de boleta importante, aunque probablemente inferior al de 2015. El aporte del corte vendrá por el lado de muchos votantes de Lavagna que no apoyarán a su candidato a gobernador, Eduardo Bucca y los de Espert que no tiene siquiera postulante para el cargo.

El nivel de polarización. La suma de los votos que obtengan Macri y Fernández también es un dato muy importante porque si del resultado de las primarias surge que no puede descartarse que uno de ellos llegue al 45% y triunfe en la primera vuelta, el comportamiento de los votantes en esa instancia será equivalente al de un balotaje. Pero a mayor grado de polarización en las primarias, más difícil será revertir el resultado porque los que pueden cambiar su voto no serán tantos. En 2017, en las primarias, el voto sumado de Scioli y los tres candidatos de Cambiemos no llegó siquiera al 70%, pero ahora las encuestas muestran que los dos primeros pueden estar en torno a 80%. Si los que deciden cambiar su voto son sólo la mitad del 20% de los que no acompañaron a los dos candidatos más votados en las PASO, los márgenes para cambiar el resultado en octubre se acotan.

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