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El rompecabezas partidario de la Era Milei

La Argentina 2024 es un volcán en ebullición.

Cristina Fernández y Javier Milei.
Cristina Fernández y Javier Milei.
Viviana Isasi y Julio Burdman 12 septiembre de 2024

La Argentina 2024 es un volcán en ebullición. Una sucesión de fenómenos políticos que transforman el sistema partidario que conocimos en los últimos 40 años de democracia, y también la sociología electoral que oficiaba de base.

Destacamos dos: i. la Revolución Milei, que fue la emergencia meteórica de un nuevo actor político que saltó sin escalas a la presidencia, sacando votos de las dos coaliciones que venía dominando, y ii. el Efecto Alberto, que simboliza la crisis de liderazgo del universo pan-peronista. 

Sin dudas, ambas crisis políticas fueron precedidas por cambios en el seno del electorado. Los jóvenes sub35 comenzaron a desarrollar un perfil electoral propio, al igual que los trabajadores precarizados, los conservadores religiosos y los votantes de la Argentina profunda, que culpan al AMBA de (casi) todos sus problemas.

Sin embargo, las últimas olas de esta crisis de representación sin fin tienen mucho de arriba hacia abajo. Los electorados parecieran estar organizándose más rápidamente que la oferta política. Lo que nos deja un espectro político en dos planos que aún no se encuentran: por un lado están los representantes, y por el otro quienes deberían ser representados. 

En el electorado, hoy se divisan dos grandes segmentos: quienes apoyan a Milei, y quienes lo rechazan. El presidente tuvo la habilidad de administrar a lo largo de todos estos meses la fotografía que surgió de la segunda vuelta presidencial, y eso lo logró ubicándose en el centro de la política argentina. Cosechando, desde allí, apoyos y rechazos.

Mirando esta dimensión, podríamos decir que están dadas las condiciones para una nueva polarización. Sin embargo, el sistema de partidos no está sintonizado con esta nueva estructuración del electorado. Aún está procesando su propia crisis, y no sabemos qué formato asumirá. En términos de Gramsci, podríamos estar ante la crisis de hegemonía de la clase dirigente, o la del Estado en su conjunto.

Mientras tanto, lo que hoy tenemos es un rompecabezas para armar. En nuestros números de agosto, un 47% sostiene que le gustaría votar por "candidatos que apoyen a Milei" y un 37% por "candidatos que se opongan a Milei". Hasta el Efecto Alberto, esto estaba 44 a 44.

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Pero en punto es que ni el 47 pro-Milei ni el 37 anti-Milei están alineados con partidos. Cruzando estos números con intención de voto por partidos, da que de 47 votantes pro-Milei hay 30 por La Libertad Avanza, 10 del PRO, 2 de la UCR, 1 del peronismo, 1 de fuerzas provinciales y 3 que no saben, mientras que de los 37 votantes anti-Milei hay 15 del peronismo, 6 de izquierda, 5 del kirchnerismo, 3 de la UCR, 3 de fuerzas provinciales, 2 del PRO y 3 que no saben.

En el rompecabezas partidario, queda claro que La Libertad Avanza es mileísta y que tanto el kirchnerismo como la izquierda son antimileístas, pero en el peronismo, la UCR, el PRO y las fuerzas provinciales no hay homogeneidad total respecto al nuevo parteaguas de la política argentina. Y la suma de la intención de voto por el peronismo, la UCR, el PRO y las fuerzas provinciales es nada menos que el 40% de lo que ya declaran las encuestas...

Una pregunta de fondo de la política argentina del próximo año es cómo se acomodarán estos dos espectros. ¿Ese 47%, dominado hoy por una corriente "milei-bullrichisma", formará una coalición formal? Eso es lo que imagina, desde la campaña electoral, el propio Milei: un reordenamiento ideológico del sistema partidario, con su propio surgimiento como factor.

A eso se refirió reiteradas veces cuando hablaba del Principio de Revelación: a las señales de que este reordenamiento estaba en marcha. Sin embargo, también Macri y Villarruel orbitan en este espacio en ciernes. Y hay también una tercera vía de centro, donde peronistas no kirchneristas, radicales y fuerzas provinciales pueden confluir en diferentes distritos, y llevarse parte de esta base potencial de Milei.

A su vez, lo dramático para el peronismo de la crisis de reputación de sus líderes, que el Efecto Alberto simboliza, es que está perdiendo la hegemonía del voto opositor. El peso del inventario hoy conspira por abajo con los esfuerzos unificadores que, hasta ahora, algunos dirigentes de Unión por la Patria habían gestionado con éxito  (del "no es momento de peleas" al "debemos conservar la unidad").

Para el pan-peronismo hoy es momento de romper, depurar y renacer, explicar cuáles son sus ideas para el país. Y todo ese proceso necesario no le permitirá evitar que muchos de esos votantes que pudo haber tenido, terminen en 2025 votando por otras opciones. En el rompecabezas opositor hay espacio para nuevas identidades partidarias, y también para que renueven relaciones con el voto otras como el radicalismo, la izquierda y los partidos provinciales.

Asimismo, los partidos lucharán con todo lo que tienen para evitar que esa potencial polarización entre mileístas y antimileístas divida a sus bases electorales.

Allí lo vemos a los radicales y su ilusoria convocatoria a la unidad, a Macri queriendo ordenar la tropa con meetups en la Región Centro, donde se concentraba la identidad cambiemita más fuerte, y al peronismo debatiendo su identidad poskirchnerista. Hay una pulseada entre el potente universo comunicacional binario de Milei, y los partidos que resisten e intentan explicar a la sociedad que la cosa "es más compleja". Veremos quien gana.

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