Fiebre Bitcoin

El Salvador, ¿nuevo régimen autoritario?

Bukele dice ser “el dictador más cool del mundo mundial”. Ya se sabe: las mayores verdades se dicen bromeando.
Paolo Rizzo 01-10-2021
Compartir

El Salvador es el país latinoamericano del que más se ha hablado en las últimas semanas. La reciente atracción se debe a la adopción del Bitcoin como divisa de curso legal, aunque sin desplazar al dólar, moneda oficial del país desde 2001. A partir del 7 de septiembre los salvadoreños pueden comprar en dólares o, si prefieren, en Bitcoin. Esta noticia ha generado furor entre los pioneros de las criptomonedas y preocupación entre las instituciones internacionales como FMI. 

Pero también la sociedad tiene sus dudas. El 15 de septiembre el país ha celebrado los 200 años de su independencia, pero por razones sanitarias no se pudo organizar ningún evento. Sin embargo, hubo una manifestación multitudinaria en contra de la decisión de imponer el Bitcoin y también en contra de la deriva autoritaria que está viviendo el país. ¿Qué está pasando, entonces, en El Salvador? 

La historia del país ha literalmente cambiado en 2019 cuando, con tan solo 38 años, Nayib Bukele fue elegido presidente. Fue una elección histórica donde, sin obtener una mayoría absoluta en el Parlamento, Bukele logró romper el duopolio de dos partidos políticos: el FMLN y Arena. 

Estos dos partidos habían sido formados en los años ochenta: el FMLN por parte de los guerrilleros, Arena por parte de los militares. Eran los años de la guerra civil que, entre 1979 y 1992, causó 15.000 desparecidos y 75.000 muertos, entre ellos, el arzobispo (y ahora santo) Oscar Arnulfo Romero. 

Luego, desde que se dictó la paz, estos dos partidos se alternaron en el Gobierno. El mayor mérito de los dos fue de mantener la democracia. Pero no lograron poner el país en una senda de crecimiento económico y hoy El Salvador sigue siendo uno de los más pobres de América Latina. 

Desde el fin de la guerra civil, el PIB per cápita ha crecido modestamente de US$ 5.600 en 1992 a US$ 8.800 en 2019 mientras, en el mismo periodo, el PIB de Perú había pasado de US$ 5.300 a US$ 13.000.

A los modestos resultados económico se sumaba la inseguridad, la violencia y la corrupción. El Salvador se había ganado la fama de país más violento del mundo. Según el Banco Mundial, en 2015 se registraron 105 homicidios por cada 100.000 habitantes. En 2018 la ratio bajó hasta 52 homicidios por cada 100.000 habitantes, pero seguía siendo la más alta del mundo. En el mismo año, Venezuela registraba una ratio de 36, Brasil de 27 y Argentina de 5, mientras en Japón era de 0,27. Además, los dos partidos políticos estuvieron involucrados en casos de corrupción. De los cuatros presidentes que sirvieron antes de 2019, dos han sido encarcelados y uno fue acusado de corrupción, pero obtuvo asilo político en Nicaragua. 

Para escapar de esta realidad, los salvadoreños han tenido dos opciones. Primero, emigrar. Hoy en día, 6,5 millones de salvadoreños viven en el país mientras casi 2,3 millones en el extranjero, principalmente en Estados Unidos. Segundo, confiar en una novedad política. No sorprende entonces la inicial ilusión que ha generado Bukele. Se valoraba su buen trabajo como alcalde de la capital entre 2015 y 2018. Además, los salvadoreños los consideraban como una novedad política ya que se postulaba a presidente sin el apoyo del FMLN y de Arena. 

La ilusión duró poco. En febrero de 2020 entró en Parlamento escoltado por militares y policías antimotines. Bukele necesitaba aprobar un préstamo de US$ 109 millones para financiar su plan contra las pandillas. Pero el Parlamento, en el cual su partido no tenía la mayoría de votos, se negaba a aprobar el plan. Fue la primera señal de alarma de que la democracia estaba en peligro. 

Pocos meses más tarde, Corte Suprema declaró inconstitucionales algunas de sus duras medidas de confinamiento, como soldados sacando gente de las calles y poniéndolos en cuarentena. Pero Bukele pidió a sus funcionarios que desobedecieran el fallo. Sin embargo, a pesar de la militarización del Parlamento y de la pandemia, Bukele seguía teniendo niveles de popularidad por encima del 90%, entre los más altos de Latinoamérica. Luego, en las elecciones legislativas de febrero 2021 su partido ganó la mayoría absoluta en el Parlamento. De los 84 escaños en la Asamblea Legislativa, 56 han sido atribuidos a Nueva Ideas, el partido de Bukele. 

Esta elección podría haber sido el punto de no retorno para la democracia. Desde ese momento, el Presidente se ha desatado. El primer acto del Parlamento ha sido la destitución de los 5 jueces de la Corte Suprema de Justicia. Es decir que se ha violado el principio de separación de poderes. Acusado de ser dictador, el Presidente se ha defendido en una cadena nacional diciendo que “si fuera dictador hubiese fusilado a los 5 jueces”. Luego, en lugar de los jueces destituidos, se han nombrado personas cercanas a Bukele. Pocos meses después, la nueva Corte Suprema avaló la posibilidad de reelección del Presidente ya que, hasta ese momento, los presidentes no podrían volver a postularse. 

Además, el Presidente ha lanzado su campaña en contra de los periódicos. El periódico independiente El Faro denunció que el Ejecutivo de Bukele negociaba con las pandillas la reducción de homicidios a cambio de beneficios penitenciarios. La respuesta del Gobierno fue expulsar al editor mexicano del periódico Daniel Lizárraga. Además, se ha borrado la ley que, para promover la información en el país, otorgaba beneficios fiscales a los periódicos. 

Ahora las principales amenazas para Bukele son dos: la economía y Estados Unidos. Primero porque la deriva autoritaria salvadoreña está postergando el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para recibir US$ 1.300 millones. Es una ayuda que el país necesita ya que, en los últimos meses, los intereses de la deuda salvadoreña han subido y el riesgo país supera los 1.000 puntos. En fin, habrá que evaluar el rol de Estados Unidos. Romper las relaciones diplomáticas no es una opción para ninguno de los dos. Al hacerlo, EE.UU. podrían recibir miles de migrantes mientras que El Salvador podría perder parte de las ayudas económicas que recibe. 

El mejor instrumento que tiene EE.UU. para doblegar el Presidente es la concesión de visas. La semana pasada, el Departamento de Estados Unidos ha cancelado la visa de los nuevos cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia porque “las acciones de estos cinco magistrados demuestran una clara estrategia para socavar la independencia judicial y eliminar un contrapeso crítico al poder ejecutivo”.

Es decir que, paso a paso, El Salvador se está convirtiendo en un régimen autoritario. Además, con la excusa de la seguridad, el Gobierno ha duplicado el número de militares en las calles. En pocas palabras, la estrategia de Bukele es dar un paso a la vez hacia el autoritarismo. Mientras tanto, se hace burla del mundo autocalificándose en Twitter como “El Dictador más cool del mundo mundial”. Ya se sabe: las mayores verdades se dicen bromeando.