Desafío de la pospandemia

El riesgo de estanflación existe, pero no preocupa: el caso británico

El riesgo de estanflación existe, pero no preocupa tanto. Los países occidentales tienen el conocimiento y los instrumentos necesarios para evitarlo.
El primer ministro del reino Unido, Boris Johnson. Archivo.
Paolo Rizzo 14-10-2021
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El Reino Unido vuelve a hacer noticia porque parece verse acechado por el desafío de la era pospandémica: la estanflación. La palabra inventada por Iain Macleod, Canciller de Hacienda del Reino Unido en 1970, describe un período inflacionario acompañado por desempleo y falta de crecimiento de la demanda. Es decir que la estanflación combina las características del estancamiento económico y la inflación.  

No es un fenómeno habitual. La última vez que la estanflación apareció en las economías occidentales fue en la década de los '70. Por este entonces fue causada por la crisis del petróleo de 1973 y la política monetaria que, inspirándose a la curva de Philips, imaginaba una correlación negativa entre inflación y desempleo. En otras palabras, la política monetaria toleraba la presencia de inflación porque pensaba que generara más empleo tanto en el corto cuanto en el largo plazo. 

Las causas de la estanflación fueron principalmente dos. La primera, la crisis del petróleo, o sea un shock de oferta que lleva a un aumento de los precios y una reducción de la producción. La segunda, la presencia de políticas fiscales y monetarias muy expansivas, además de la convicción de que la política monetaria podía dejar correr la inflación para apoyar las políticas económicas. Son condiciones que hoy parecen volver a emerger. Sobre todo en Reino Unido que, desde el comienzo de septiembre, ha experimentado un conjunto de shocks de ofertas.  

Primero una suba de los precios de la electricidad y los combustibles. Es un fenómeno complejo generado por el desequilibrio entre una demanda y oferta. La poderosa recuperación económica que, hasta ahora, hemos vivido en 2021 ha sido acompañada por una creciente demanda de materias primas frente a la cual los productores no estuvieron preparados. También ha influido el progresivo agotamiento de las reservas de gas en Holanda y la reducción de los vientos en el Mar del Norte con la siguiente disminución en la generación de energía eólica.   

Segundo, una falta de trabajadores especializados. Sobre todo camioneros. Es un problema que tiene que ver con la suspensión de los exámenes durante la pandemia y con el Brexit, que no permite llegar a los trabajadores europeos. Supermercados y restaurantes registraron una escasez de alimentos mientras algunas gasolineras se han quedado sin nafta. En el intento de resolver el problema, el Gobierno ha anunciado la entrega de visados de trabajo de tres meses. Pero es una solución que difícilmente resolverá el problema y, mientras tanto, el Gobierno tuvo que movilizar el Ejército para suplir la ausencia de camioneros.  

Tercero, la falta de microchips obliga las plantas de automóviles a apagar la producción y subir los precios de venta. Es un problema mundial que, según los analistas, solo podría resolverse en la segunda mitad de 2022 ya que se necesitan entre 18-24 meses para construir una planta de microchips.  

Por otro lado, emergen las condiciones también en la política fiscal y monetaria. En Reino Unido, el resultado fiscal en 2020 ha sido un déficit de 13,5% y, según estimaciones oficiales, será 11,7% en 2021. Por otro lado, desde el comienzo de la pandemia el Banco Central de Inglaterra (BoE) ha recortado las tasas de interés a mínimos histórico. También ha comprado títulos de deuda por casi 350.000 millones de libras esterlinas financiándose principalmente a través la impresión de dinero.  

Al conjunto de factores hay que sumar dos noticias. Primero, el repunte económico que comienza a desacelerarse. En julio, el PIB británico ha crecido solo 0,1%, por debajo de las expectativas. Segundo, la inflación interanual de agosto fue del 3,2% y ha registrado un aumento de 1,2 puntos en comparación a julio. Es el mayor incremento registrado desde 2006, año en que se empezó a medir la estadística. Todo indica entonces que el riesgo de estanflación es real.  

El problema es que, en el corto plazo, el Gobierno no puede resolver los problemas energéticos, los del mercado laboral ni la falta de microchips. En los próximos meses los precios energéticos seguirán por encima de la media histórica y el desequilibrio entre demanda y oferta de trabajo se mantendrá a pesar de los visados de trabajo temporales. Por último, la falta de microchip es un problema del mercado y solo el mercado puede resolverlo.  

Lo más útil sería mirar al pasado. Al final de la década inflacionaria del '70 los economistas entendieron que los shocks de oferta solo pueden afectar a la inflación de corto plazo. Pero la inflación sostenida de largo plazo siempre está asociada con un crecimiento monetario excesivo. Controlar la oferta de dinero es necesario y suficiente para controlar la tasa de inflación. Se trata de un pilar de la economía que, a partir de los años '70, todos los economistas reconocen. 

Entonces el riesgo de la estanflación existe, pero no preocupa tanto. Los países occidentales tienen el conocimiento y los instrumentos necesarios para evitar la inflación. Solo necesitan acordarse de las lecciones del pasado y, sobre todo, ponerlas en práctica. No se trata de intervenir en el mercado de los bienes sino de perseguir una política fiscal más restrictiva y una monetaria independiente que sea fiel a su mandato y persiga la estabilidad de los precios.  

No es casual que, en las últimas semanas, el Gobierno británico haya anunciado el regreso a la austeridad fiscal desde 2022 y que el BoE empezará pronto el tapering, o sea comprará cada vez menos títulos de deuda pública. No se trata necesariamente de una mala noticia. Por un lado, abandonar políticas fiscales y monetarias expansivas puede preocupar ya que nadie puede prever cómo reaccionará la economía. Por otro, el hecho que haya llegado el momento de recortar los estímulos económicos podría significar que la crisis económica provocada por la pandemia se ha terminado. 

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