Entrevista

Actis: "Que Rusia esté en la órbita de influencia china es claramente una mala noticia para EE.UU."

En un momento en el que la hegemonía de Estados Unidos se enfrenta tanto a desafíos internos como externos, El Economista dialogó en exclusiva con Esteban Actis, docente e investigador de UNR
02-05-2024
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Tras varios años de dominio estadounidense, el mundo parece estar comenzando a cambiar: una serie de conflictos, entre ellos los de Ucrania y la Franja de Gaza, ponen seriamente en duda las capacidades de Washington para mantener su hegemonía en el Sistema Internacional.

En parte, dicha situación parece haber sido generada por el propio Estados Unidos que, después de su triunfo sobre la Unión Soviética en la Guerra Fría, se sobreextendió significativamente en el mundo.  

Sin embargo, como les sucede a todas las grandes potencias, los costos de mantener la hegemonía siempre van en ascenso y, con el paso del tiempo, a EE.UU. se le ha hecho cada vez más difícil poder abordar todos los problemas que el mundo le presenta. 

De todas formas, aunque Washington parece estar lejos de ceder, al mismo tiempo parece estar aceptando que deberá replegarse de algunos frentes, ya que hay un desafío que le preocupa por sobre el resto: China. 

Esto ha quedado en evidencia en Medio Oriente, puesto que, al estar apoyando a Ucrania, EE.UU. se muestra poco dispuesto a meterse en otro conflicto que lo aleje aún más de su verdadera pelea con Pekín. 

Y como si esto no fuese suficiente, se suma que este año habrá elecciones presidenciales en EE.UU. y Donald Trump tiene serias chances de regresar a la Casa Blanca, lo que podría implicar serios cambios en la política exterior del país norteamericano. 

Intentando comprender a qué se enfrenta EE.UU., El Economista dialogó en exclusiva con Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales y docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). 

-Recientemente, en un intento por seguir descomprimiendo el vínculo, Antony Blinken se reunió en Pekín con Xi Jinping. Sin embargo, pese a la buena predisposición, continúa habiendo temas en los que las potencias no logran ponerse de acuerdo, como la cuestión de Taiwán, la guerra comercial y tecnológica, etcétera. Suponiendo que Joe Biden continúe en el poder 4 años más, ¿cómo cree que avanzará el conflicto?

En el vínculo entre EE.UU. y China se viene dando durante los últimos años una combinación simultánea de confrontación y cooperación o, como dijo el ex-CEO de Google, Eric Schmidt, una sociedad de rivales. 

Lo que vemos es que, justamente, esas dinámicas son simultáneas en el vínculo: hay dimensiones que tienden más a la cooperación, sobre todo lo estamos viendo en la dimensión financiera. 

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ha viajado a China en varias oportunidades porque es una dimensión donde ambas potencias necesitan tributar hacia la estabilidad financiera global, pero, simultáneamente, vemos también una conflictividad inherente al vínculo en temas sensibles como Taiwán, la cuestión de la competencia tecnológica, semiconductores e inteligencia artificial.

Hoy EE.UU. acusa a China de tener una sobrecapacidad industrial que está inundando de bienes el mundo y esa dinámica la vamos a seguir viendo. 

Lo que sí resulta interesante es que ya tenemos más de un año en el que el diálogo al más alto nivel, después de dos reuniones entre Xi Jinping y Biden y otros funcionarios importantes, tiene una línea de comunicación abierta y eso no se ha roto.

Vimos en el pasado reciente que, por ejemplo, con la visita de Pelosi a Taiwán o con el famoso globo chino, hubo episodios que derrumbaron todo el diálogo. Pero ahora eso no está pasando y es una buena señal que haya canales abiertos de comunicación en el más alto nivel.

 

-Respecto a la guerra en Ucrania, la estrategia estadounidense parece haber fracasado y, lo más probable, es que Rusia obtenga el triunfo tarde o temprano. ¿Washington debería haber implementado otra estrategia? ¿Quizás debería haber permitido que Rusia tenga su zona de influencia? 

El principal fracaso de los Estados Unidos en relación a Rusia y la invasión a Ucrania está en la dimensión económica financiera: las sanciones que aplicó, con la ayuda de Europa y otras potencias occidentales, claramente no han tenido éxito. 

En febrero de 2022, se hablaba de que el objetivo era que Rusia no pudiera financiar otra guerra, justamente viéndose afectada su economía por las sanciones. Esto no ha sucedido y Rusia tiene capacidad de seguir financiando esta guerra. 

Recientemente salió el dato, reconocido por las propias autoridades norteamericanas, de que el ejército ruso tiene capacidades materiales superiores a las que tenía en febrero de 2022, lo que demuestra el fracaso de la estrategia de EE.UU. y lo obliga a seguir sosteniendo militarmente a Ucrania con un nuevo paquete de ayuda.

La gran pregunta es qué va a pasar ante un eventual triunfo de Trump. Pero hoy Estados Unidos está inmerso y comprometiendo recursos en dos conflictos abiertos, en el de Ucrania y el de Israel, a lo que se suma su posición en un conflicto latente, apoyando a Taiwán contra China. 

-En el caso de Medio Oriente, desde hace años estamos observando un intento de EE.UU. de retirarse de la zona. Sin embargo, pareciera que, consciente de esto, Benjamin Netanyahu intenta meter a Washington en el conflicto. ¿Qué podemos esperar a futuro mientras las tensiones entre Israel e Irán siguen en ascenso?

Creo que todos los actores intentan introducir a Washington en el conflicto, desde el propio interés, lo que está llevando la situación a un nivel de confrontación que públicamente no ha sido avalado por la Casa Blanca.

Resulta fundamental ver qué pasa en las burocracias especializadas y en el Deep State, donde uno sabe que el apoyo y el lobby israelí en Estados Unidos es muy importante.

Todos los actores saben que a Estados Unidos le va a costar involucrarse activamente en dos conflictos simultáneos, como son el de Ucrania y el de Medio Oriente, a lo que se suma uno potencial con China.

Hoy el sistema internacional tiene dos centralidades geopolíticas: una, mirando con el espejito retrovisor, que son justamente el conflicto en Euroasia, vestigio de la Guerra Fría, y el conflicto en Medio Oriente; y otra, mirando por el parabrisa, que es la conflictividad en el Indo-Pacífico, y es precisamente el conflicto en los próximos años.

Es difícil que EE.UU. pueda mantener esos tres frentes abiertos. Por lo tanto, todos los actores interesados en la rivalidad y en desgastar la hegemonía norteamericana están tributando a eso. 

En este sentido, Netanyahu parece tener bastante autonomía y ahí la gran pregunta es cuáles son los canales de comunicación en las burocracias de Washington. 

 

-En el caso de un hipotético regreso de Donald Trump a la Casa Blanca: ¿cómo impactaría esto en los vínculos de EE.UU. con China y Rusia? Da la sensación de que sería más duro con Pekín y más contemplativo con Moscú. ¿Es posible que Trump vea a Rusia como un aliado contra China?

En su experiencia de gobierno, Donald Trump tuvo un diálogo fluido con Putin, y efectivamente este último jugó de forma abierta para el triunfo de Trump, con alguna interferencia en la política electoral de Estados Unidos, en detrimento de Hillary Clinton. 

Un regreso de Trump a la Casa Blanca nos hace esperar que su administración quiera terminar el conflicto entre Rusia y Ucrania. Y esto significa, hoy en día, un detrimento de los intereses de Ucrania. 

Más que beneficiar a Rusia, creo que la lectura que tiene Trump es que ese no constituye un conflicto vital para los intereses norteamericanos. Trump cree que Europa tiene que defenderse por sí misma. 

Para Trump, la principal amenaza de la primacía global estadounidense viene de China. Él está pensando en la geografía del Indo-Pacífico como el test geopolítico más importante. Por eso, creo que intentará frenar o sentar a la mesa negociadora a Ucrania y a Rusia para tratar de terminar con esta guerra tan prolongada en el tiempo. 

Ciertamente, se les ha criticado a los demócratas que su política empuja a Moscú hacia la influencia de China, ya que genera una mayor interdependencia energética comercial.

Que Rusia esté en la órbita de influencia china es claramente para Estados Unidos una mala noticia, algo que Trump ha manifestado como un gran déficit de la administración Biden.