Opinan los expertos

Crece el temor de que Putin ordene un ataque nuclear

Hay coincidencia en que el riesgo de un incidente nuclear creció (y bastante) en los últimos 60 días, pero aún sigue lejos
Si el ataque se concreta, una de las grandes cuestiones es qué tipo de armas nucleares podría usar Rusia y a dónde dirigiría sus ataques
Damián Cichero 24-10-2022
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Desde los inicios, el ser humano ha buscado superarse constantemente, lo que le ha permitido lograr increíbles hazañas, como llegar a la Luna. Sin embargo, estos avances también le posibilitaron realizar importantes progresos tecnológicos que hacen a la Tierra un lugar menos seguro.

Sin dudas, en esta descripción entra el desarrollo de las armas nucleares, uno de los avances más importantes en la historia de la humanidad, pero, a su vez, el más peligroso.

La primera detonación nuclear en la historia fue la prueba Trinity, la cual se llevó a cabo en Nuevo México, en julio de 1945, como parte experimental del proyecto Manhattan. 

Un par de meses después, la humanidad vivió uno de sus momentos más oscuros cuando, a fines de la Segunda Guerra Mundial, Washington decidió lanzar dos bombas nucleares sobre Japón.

El 6 de agosto de 1945, EE.UU. lanzó la bomba Little Boy sobre Hiroshima, provocando la muerte de unas 80.000 personas, mientras que tres días después, el 9 de agosto, lanzó la bomba Fat Man sobre Nagasaki, matando a otras 40.000 personas.

Tras estos sucesos, Robert Oppenheimer, el líder del proyecto Manhattan, reconoció que le vinieron a la mente las palabras del texto sagrado hinduista Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.

Sin embargo, el monopolio nuclear le duró poco y nada a EE.UU.: en agosto de 1949, la Unión Soviética realizó su primera detonación. 

  • A partir de allí, varios países desarrollaron este tipo de armamentos y, hoy en día, son nueve los que lo poseen: a los países ya mencionados (Rusia lo heredó de la URSS), se suman Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.

Actualmente, más de 70 años después de la primera detonación, en el mundo se estima que hay más de 12.000 ojivas nucleares. Pero, aunque el mundo aprendió a convivir con las mismas y se llegó al consenso de no utilizarlas nunca más, muchos temen que este compromiso llegue a su fin con la guerra en Ucrania.

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Desde el 24 de febrero, Rusia y Ucrania están sumergidos en un sangriento conflicto que se ha dilatado más de lo esperado y en el que no se vislumbra un alto el fuego. 

En este sentido, mientras que las fuerzas ucranianas siguen resistiendo, las rusas continúan perdiendo fuerza, provocando el debilitamiento político del presidente Vladimir Putin

Así, poco a poco, la guerra se convierte en una cuestión de “vida o muerte” para el propio Putin, quien, consciente de que no puede salir derrotado de Ucrania, ha comenzado a amenazar con usar armas nucleares contra ese país. 

Más allá de esto, la gran cuestión es si la retórica de Putin es realista o solo está intentando disuadir a su enemigo y al resto de sus aliados de Occidente. Por ello, buscando esclarecer esta cuestión, El Economista dialogó con tres especialistas en la materia.

Julián Gadano, exsubsecretario de Energía Nuclear de la Nación, consideró que hoy en día “estamos un poco más cerca que hace dos meses de que esto ocurra porque Rusia ha enviado algunas señales más políticas. Teniendo en cuenta que la doctrina nuclear rusa es bastante defensiva y posibilita utilizar el arsenal cuando su territorio está comprometido, la rusificación de 4 provincias ucranianas le permite a Rusia implementar un mecanismo para habilitar la posibilidad de utilizarlo”.

“Pero, aunque estamos más cerca, seguimos estando lejos de que esto ocurra porque para poder lanzar una bomba se requiere desplegar aviones, activar los silos, etcétera. La inteligencia occidental, que está en condiciones de averiguar eso, en principio no ha visto ninguna señal al respecto. Por lo tanto, es muy apresurado suponer que Rusia podría utilizar armas nucleares, aunque no es imposible”, agregó.

Por su parte, Guillermo Lafferriere, veterano de la guerra de las Malvinas y experto en asuntos estratégicos y militares, coincidió en que “las posibilidades son bajas hoy ya que la movilización que está llevando a cabo Rusia y la reorganización militar en todo el frente ucraniano demuestran que Rusia busca retomar la iniciativa”.

Sin embargo, destacó que “hay corrientes de pensamiento en Occidente, principalmente en Estados Unidos, que creen que es posible una derrota militar de Rusia sin que utilice armas nucleares. Yo creo que esa mirada es absolutamente un error y, que, ante una situación de catástrofe en Ucrania, que no creo que se vaya a dar, Rusia podría apelar a su uso”.

En este mismo sentido, Irma Argüello, fundadora y presidenta de la Fundación de No Proliferación para la Seguridad Global, también coincidió en que “la probabilidad es extremadamente baja. Desde que comenzó la guerra, Rusia ha coqueteado varias veces con la idea de que posee armas nucleares. Pero las estrategias de disuasión siempre han funcionado así: se muestra que se las posee para contrarrestar cualquier ataque”.

“Yo creo que es un tema declaratorio y que la probabilidad de uso es baja. Si la guerra se mantiene adversa para Rusia, sería más probable que utilice armas químicas desde mi punto de vista. Estas también son consideradas de destrucción masiva, pero, no solo son mucho más manejables, sino que tienen muchos más antecedentes de uso y no existe tanto tabú sobre el mismo”, agregó. 

Pero, si el ataque se concreta, una de las grandes cuestiones es qué tipo de armas nucleares podría usar Rusia y a dónde dirigiría sus ataques.

Para Gadano, no caben dudas de que se utilizarían armas nucleares tácticas y no estratégicas: “Estas últimas, por lo general, pueden transportarse una gran distancia (entre 12.000 y 15.000 kilómetros) y tienen muchas capacidades de autonomía (el misil que las traslada puede esquivar otros misiles, desviar su hoja de ruta, etcétera). Además, tienen una gran capacidad de destrucción. Son armas que van desde los 5.000 a los 300.000 kilotones. Por ejemplo, la potencia de la bomba de Hiroshima fue de 16 kilotones (1 kilotón son 1.000 toneladas de TNT)”. 

“Por otra parte, un arma táctica tiene menos alcance, ya que está montada en otro tipo de aviones, lo que también les da menos capacidades de autonomía. Además, tienen menos capacidades destructivas. Aquí encontramos bombas más destructivas que las de Hiroshima y otras que tienen una capacidad 10 veces menor. Pero, desde un punto de vista político, no es menor utilizarlas”, agregó. 

En el caso de que Rusia las utilizara, Lafferriere consideró que “el blanco principal sería una concentración de fuerzas ucranianas y zonas en donde estén operando las mismas para dar una señal que muestre el nivel de decisión de Rusia. No creo que sea empleada contra un objetivo civil, aunque sí podría haber daño civil, ya que un objetivo podría ser una concentración de tropas que se encuentre próxima a algún ramal ferroviario”. 

Tanto Gadano como Lafferriere coincidieron en que un ataque nuclear ruso seguramente desencadenaría una respuesta de la OTAN, aunque ninguno cree que la misma sería nuclear. 

En esta línea, para Argüello, más allá del objetivo, “si el hipotético ataque se concreta, sería una situación inédita que podría traer aparejado una réplica inmediata y que pondría al mundo al borde de un intercambio nuclear. Desde la racionalidad, podría decir que, aun cuando se usen armas nucleares, probablemente no debería haber una respuesta desde Occidente del mismo tipo. El problema es que, muchas veces, a los líderes mundiales puede faltarles esta racionalidad, lo que desembocaría en una hipotética tercera guerra mundial”.

Por último, uno de los grandes temores es que, si los ataques se concretan, esto desencadene en una catástrofe climática nuclear como ocurrió con el accidente de Chernóbil. 

Sin embargo, Gadano explicó que “una bomba, contrariamente al sentido común, tiende a tener menos radioactividad remanente en el tiempo porque el proceso de quemado es mucho mayor, entonces el material 'está muy quemado′ y tiene menos actividad. Por eso, desde hace muchos años, hay gente viviendo en la ciudad de Hiroshima. En general, en un accidente como el de Chernóbil, la radioactividad en el tiempo es mayor”.

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