Alarma

No deberíamos sorprendernos cuando, en 6 meses más, las cifras de pobreza sean similares (o peores)

La pobreza crece rápidamente en períodos de crisis, pero no decrece a igual velocidad en las etapas de mejora económica, sino que lo hace más lentamente
El Indec publicó los datos de pobreza e indigencia del segundo semestre
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En la última semana se dieron a conocer los datos de pobreza e indigencia correspondientes al segundo semestre del 2022 y marcaron un nuevo hito en la Historia Argentina. 

La aceleración de la inflación y la licuación de los ingresos llevaron a que por primera vez en este siglo la economía exhibiera un crecimiento simultáneo del producto per cápita y la tasa de pobreza

Mientras que el PIB per cápita se expandió en el segundo semestre cerca de 3% respecto de un año atrás, la tasa de pobreza lo hizo en prácticamente 2 puntos porcentuales y pasó de 37,3% a 39,2% de la población urbana. 

Esto ocurrió pese a una mejora en la tasa de empleo que pasó del 43,3% en promedio durante el segundo semestre de 2021 a 44,4% un año después y una baja del desempleo cercana a 1 p.p. en igual período. 

Si las proporciones de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se extienden al total de la población (46,2 millones, incluyendo a la población rural), más de 18 millones de personas son pobres en términos monetarios en el país, de los cuales 3,8 millones serían indigentes. 

Al descomponer el dato por franjas etarias nos encontramos quizás con el dato más alarmante del informe: el 54,2% de los chicos hasta 14 años, unos 6 millones, son pobres. Mientras que, si adoptamos la medida de Unicef que incorpora factores que van más allá de los ingresos como el acceso a la educación, la salud, a una vivienda o un baño adecuado (factores que hacen a la pobreza multidimensional), dos de cada tres chicos (66%) son pobres. 

En términos regionales se puede destacar otro dato llamativo, la pobreza trepa al 43,1 y 43,6% en las regiones del NOA y NEA que superan la media nacional (39,2%), que implican un aumento cercano a los 7 puntos porcentuales respecto del semestre previo en ambos casos.  

Ahora bien, existen múltiples factores que contribuyen a la construcción del dato de pobreza, entre ellos el empleo, los ingresos y el costo de vida. 

En cuanto al empleo, paradójicamente éste continuó creciendo en el tercer y cuarto trimestre y cerró el año ubicándose en 44,6% de la población (nuevo récord). El desempleo, por su parte, alcanzó mínimos con un registro del 6,3% de la población activa. Sin embargo, la mejora en las estadísticas laborales se vio impulsada por el segmento más vulnerable, el trabajo no registrado (sin descuento jubilatorio). Este creció un 11% entre el cuarto trimestre del 2021 y 2022, mientras que el empleo registrado creció en el mismo período solamente 0,7% interanual según la estadística de la EPH.   

Respecto al costo de vida, la inflación mostró una aceleración en el segundo semestre del 2022, pasando de una suba promedio mensual del IPC del 5,3% (85,4% anualizado) en el primero al 6,2% (104,7% anualizado) en el segundo. Si bien la evolución del índice de precios fue preocupante, aún más lo fue el desempeño de los precios de la canasta básica alimentaria y total que, entre agosto y octubre, crecieron por encima del IPC. En promedio, en el semestre, la CBA aumento a un ritmo del 6,3% mensual (109% anualizado) y la CBT del 6,6% (114,5% anualizado). 

La inestabilidad macroeconómica no es gratis en términos de pobreza, sino que hace a su reproducción intergeneracional, que se ve profundizado por la pérdida de capital social individual y también por los desequilibrios que se generan en la estructura productiva

 

Frente a tal avance de precios, el poder adquisitivo de los salarios disminuyó una vez más. En promedio, cayeron en términos reales 1,9% entre el primer y el segundo semestre, donde el segmento no registrado vio a sus ingresos pulverizarse con una baja real de 7,8%. 

Dejando de lado la foto y enfocándonos en la película vale la pena señalar que entre diciembre del 2016 y el mismo mes de 2022, la canasta básica total aumentó 11,6 veces, la canasta alimentaria se incrementó 12,3 veces y los salarios lo hicieron 9,6 veces, si únicamente miramos al sector no registrado estos se multiplicaron por 7. 

  • Panorama que da cuenta de la regresividad de la inflación: el conjunto de bienes que mayor peso tiene sobre la canasta de consumo del sector más vulnerable aumentó por encima del promedio, mientras que los ingresos de este sector lo hicieron por debajo.

A su vez, se puede destacar otro factor tendencial preocupante. La pobreza crece rápidamente en períodos de crisis, pero no decrece a igual velocidad en las etapas de mejora económica, sino que lo hace más lentamente. La crisis de la hiperinflación a finales de los '80 y principios de los noventa, a la cual siguió la crisis del Tequila en 1995 y luego la crisis del 2001 fueron elevando paulatinamente el piso de pobreza que fue quedando cada vez en escalones más altos. 

  • Así, luego de la recuperación posterior a cada crisis, las oscilaciones se fueron dando cada vez sobre un núcleo duro cada vez más elevado y difícil de perforar. Primero fue por encima de los 20 puntos y ahora es probable que no descienda de los 30. 

La inestabilidad macroeconómica no es gratis en términos de pobreza, sino que hace a su reproducción intergeneracional, hecho difícil de revertir, que se ve profundizado por la pérdida no sólo de capital social individual, sino también por los desequilibrios que se generan en la estructura productiva y la desinversión resultante.

Las estadísticas recientes suman, por eso , una nueva señal de alarma. Una agudización de la pobreza a pesar de mejores datos generales de la economía, incluido el empleo. Aún restan conocerse los datos de distribución del ingreso para el cierre del año, pero todo indica una desmejora para los sectores de menores ingresos. 

En síntesis, el crecimiento que experimentó la economía a lo largo de 2022 y la mejora en las estadísticas de empleo se cimentó sobre bases poco sólidas, traccionado por la creación de empleo informal y la contracción de los salarios en términos reales -en mayor medida del empleo de baja calidad- en un contexto de inflación ascendente. 

Esta combinación de factores repercutió de forma directa sobre las tasas de pobreza. 

En el caso de la indigencia el impacto fue morigerado por ingresos no laborales que hacen al vasto sistema estatal de protección de ingresos, donde, frente a las cifras del primer semestre, el Gobierno a través de bonos buscó reforzar los ingresos de quienes no llegaban a cubrir la canasta alimentaria. 

Hacia adelante el panorama lejos está de ser alentador. La actividad económica se contrajo en los últimos cuatro meses de 2022 y prolongaría su caída durante el primer semestre de 2023 (proyección de contracción interanual del 3,7%). A una economía al borde de la recesión se le suma una inflación que se acelera y ya supera el 100% anual. 

A este ritmo, con la Canasta Básica que en los últimos dos meses acumula una suba del 16%, o 20% si nos ceñimos a la alimentaria, resulta prácticamente imposible que los ingresos le puedan seguir el ritmo a los precios. Por ello, no deberíamos sorprendernos cuando dentro de seis meses las cifras de pobreza arrojen números similares (o peores) a los del último informe.

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