Exito

Better Call Saul: cuando los productos secundarios amenazan con desplazar el éxito de los originales

El spin-off puede ser la clave para conseguir algo mayor a lo esperado: una historia de éxitos y fracasos
La creación de Peter Gould y Vince Gilligan comenzó en 2015 como un spin-off de Breaking Bad
Pablo Planovsky 10-08-2022
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“El dinero es el punto” le advierte el abogado Saul Goodman a su hermano y socio del bufet de abogados en uno de los episodios de Better Call Saul. La creación de Peter Gould y Vince Gilligan comenzó en 2015 como un spin-off de Breaking Bad, es decir: tomaron al carismático abogado que apenas era uno de los tantos personajes secundarios de Breaking Bad y lo transformaron en el protagonista de su propia historia. 

El primer capítulo de Better Call Saul se convirtió en el más visto en la historia de la televisión guionada para cable, con casi 7 millones de espectadores en Estados Unidos. 

Mucho antes de los “universos cinematográficos”, idea que se hizo más popular con el crecimiento de Marvel en la pantalla grande, el spin-off fue un recurso para los creadores y guionistas de todos los medios para ahondar en otras perspectivas o historias de arcos narrativos que solo en apariencia estaban agotados.

Los números indican que el éxito, a veces, los acompaña.

El 29 de septiembre de 2013, cuando se estrenó el último capítulo de la quinta y última temporada de Breaking Bad por la señal de televisón AMC, las mediciones de audiencias indicaban un récord para la serie con más de 10 millones de televidentes atentos al desenlace de la historia de Walter White, el inocente profesor de Química que se convierte en uno de los mayores productores de metanfetamina de Nuevo México. 

Las cifras del rating, en una temporada que cuadriplicaba en espectadores lo que había sido el promedio de la primera, no eran los únicos que mostraban que el éxito estaba lejos de disiparse: la serie contaba con la aprobación de la crítica especializada, y entraba en el libro Guinness como la serie mejor calificada en la historia. Se podría decir que, cuando una historia genera ganancias, no hay finales definitivos en Hollywood.

Es cierto que Better Call Saul disminuyó temporada tras temporada en números de audiencia (aunque creció en cantidad de nominaciones, premios y reconocimientos, a medida que pasaron los años), pero también es verdad que todas las mediciones de rating de televisión tradicional bajaron en todo el mundo. 

Ni el SuperBowl, los Oscar, o —incluso— los programas de TV local, pudieron contrarrestar una fragmentación de pantallas que hicieron más ardua la competencia para captar a espectadores que cada vez tienen más opciones. En los últimos años casi todo ha disminuido en rating porque la TV por cable ya no tiene el imperio de las pantallas chicas. 

Breaking Bad comenzó en el año 2008 y pudo sostener un crecimiento continuo, año tras año, a lo largo de sus 62 capítulos, porque era otra época: Netflix comenzó a ofrecer la serie como parte de su catálogo recién con la cuarta temporada, en una jugada que sirvió tanto como para beneficiar al servicio de streaming que todavía estaba creciendo durante los primeros años de la década de 2010, como para los productores de la serie, que dudaban de la continuidad con la señal de cable AMC.

Los tiempos cambian: así como Sony Pictures Television, productora y distribuidora, pudo negociar con el entonces gigante de streaming para un acuerdo que terminó beneficiando, incluso, a la señal de cable AMC, en una de las extrañas simbiosis entre nuevas y viejas plataformas, en 2025 la licencia de Breaking Bad expira para Netflix. 

No se sabe aún si el contrato se renovará, porque Sony es uno de los pocos grandes estudios que no han decidido entrar en la competencia por el mercado del streaming, un negocio que parece cada vez más una burbuja, con los cambios de dirección de Warner Bros. Discovery con HBO Max y la primera crisis de suscriptores de Netflix.

No todo spin-off que reluce es oro

Que una franquicia sea exitosa no significa que todo material que se desprenda de ella seguirá el mismo camino reluciente hacia la gloria. Pixar, el estudio de animación que creó en la década de 1990 las dos primeras películas de Toy Story, y fue comprado por Disney en el año 2006, para hacer dos secuelas más, consiguió que las cuatro películas sobre los juguetes que cobran vida cuando nadie los mira sean éxitos comerciales y artísticos. 

Toy Story 3 fue la primera de la saga en conseguir una nominación al Oscar como Mejor Película y el título más taquillero en todo el mundo en el año 2010. Toy Story 4 consiguió el Oscar como Película Animada y, en Argentina, es la película más vista en cines en la historia del país con más de 6 millones de entradas vendidas en el año 2019. Ningún otro título, nacional o internacional, llevó tantos espectadores a las salas como la cuarta parte de Toy Story.

No llegó al oro (ni al bronce) el spin-off de Toy Story basado en al astronauta Buzz Lightyear. La primera película de Pixar que Disney decidió estrenar directo en cines, sin pasar por Disney+, su servicio de streaming, recaudó US$ 224 millones en todo el mundo, muy lejos de la marca de los US$ 1.000 millones que habían superado Toy Story 3 y 4. 

Se puede argumentar que las críticas mixtas que recibió Lightyear, sumadas a una polémica nacida en redes sociales por un beso entre dos mujeres en la película; declaraciones de Tim Allen y Tom Hanks, decepcionados por la decisión de la empresa por reemplazar la voz original de Buzz (con Chris Evans en lugar de Allen) y una confusa campaña de marketing que no pudo argumentar la existencia de una “película adentro de otra película” parecen justificar la falta de interés general del público que no se acercó a las salas para verla.

Hasta la última gota

En la historia de los medios audiovisuales no todos los spin-offs tienen que igual los números del título del que se desprenden para ser considerados un éxito. Nintendo supo aprovechar el entusiasmo generado por los personajes de la franquicia Super Mario Bros. para explotar títulos que se alejan, incluso, del género que los vio nacer. 

Luigi's Mansion, Mario Kart, Mario Party y Paper Mario, entre otros, llevan el nombre más preciado de la compañía nipona para promover la venta de juegos que, en mecánicas de jugabilidad, no tienen nada que ver con los originales. Algunos de esos spin-offs lograron eclipsar en ventas, incluso, a la serie principal de Mario, como ocurrió con Mario Kart 8 Deluxe, el título más vendido de Nintendo Switch, con más de 46 millones de copias compradas en todo el mundo.

Como sucedió con Hobbs & Shaw, el spin-off de Rápido y Furioso que protagonizaron Dwayne Johnson y Jason Statham cuando las rispideces entre el ex luchador de WWE y Vin Diesel se acrecentaban en el rodaje de la saga principal, algunos spin-offs se pueden ver como un intento desesperado por exprimir más algún fruto que parece estar secándose. 

Los títulos posteriores a Rápidos y Furiosos 7 cada vez recaudaron menos que el anterior, aunque no fueron fracasos comerciales. 

No cabe duda: desprender un personaje de una saga es un riesgo que puede asegurar un éxito mayor. Después de todo, Mario Bros., el juego de 1983 anterior a Super Mario Bros, es un spin-off del personaje que combatía a un gorila en Donkey Kong.

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