Día del Veterano

¿2 de abril o 2 de mayo?

El 2 de mayo, con el sacrificio de las 323 vidas en el helado y casi infinito Atlántico Sur, es la fecha más atinada para recordar el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. La gloria, el honor y el heroísmo es sólo de ellos. 
El 2 de mayo, con el sacrificio de las 323 vidas en el helado y casi infinito Atlántico Sur, es la fecha más atinada para recordar el Día del Veterano .
Compartir

Dos de abril. En la República Argentina se evoca el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Ese día, en 1982, alrededor de 700 efectivos de las Fuerzas Armadas cumplieron las órdenes impartidas en superior instancia por la Junta Militar, por entonces órgano supremo del país -integrada por el Leopoldo Galtieri (dictador/presidente de la Nación), Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo-, desembarcaron en las Islas Malvinas, y luego de combates con epicentro en la residencia del implantado gobernador británico, lograron la rendición de los aproximadamente cien hombres, entre civiles y marines, que defendían lo que consideraban tierras british. Después de 149 años, se había recuperado la soberanía en las Malvinas. 

Es para destacar que los militares argentinos que reconquistaron las islas cumplieron a la perfección una de las órdenes más difíciles que pueden recibir los hombres de armas de cara a un combate: lograr el objetivo sin causar bajas en el enemigo. Los argentinos que estuvieron en el terreno y bajo el fuego colonialista -conscriptos, suboficiales, oficiales subalternos y oficiales jefes- lo hicieron: rindieron al invasor inglés sin causar muertes

En la otra cara de la moneda, el comando anfibio, buzo táctico y paracaidista Pedro Edgardo Giachino, capitán de corbeta de la Infantería de Marina (IM) de la Armada de la República Argentina (ARA), por entonces segundo comandante del Batallón de IM 1, cayó en combate y ofrendó su vida cuando ingresó al predio de la casa de gobierno. Murió luego de recibir las balas inglesas, cuando, como un auténtico líder, fue el primero en ingresar a terreno plenamente hostil. El marino fue ascendido post mortem a la jerarquía inmediata superior (capitán de fragata). Tenía 34 años de edad, una esposa y dos hijas.

Giachino viajó a Malvinas embarcado en el por entonces moderno destructor misilístico antiaéreo ARA Santísima Trinidad, que por falta de mantenimiento tuvo una cortísima vida operativa de 1981 a 1989 y terminó semihundido en  la Base Naval Puerto Belgrano en 2013 -luego lo reflotaron-. Claro ejemplo de la desinversión en defensa en este, el octavo país del mundo por extensión, que también posee una de las líneas costeras más amplias del globo. Cabe dar un debate genuino  por una mejor asignación de recursos para las Fuerzas Armadas, cuya razón de ser es la defensa ante una agresión de una fuerza regular extranjera, en un país en el que, en especial desde 1975, los índices de bienestar social involucionan permanentemente. Acaso deba buscarse un necesario equilibrio en la distribución de fondos disponibles. Sólo a modo de disparador: más que bienvenidos los aviones F-16 -el presupuesto sólo da, y con razón, para adquirir usados-, pero, ¿por qué no submarinos o -no pidamos tanto-  radares?

Aquel de Giachino es el ejemplo que los oficiales superiores (generales, almirantes, brigadieres; coroneles, capitanes de navío, comodoros), en especial los que se quedaron en el continente o en aguas seguras, no dieron a sus subordinados. Los poquísimos contraalmirantes y brigadieres (Otero, Castellano; la lista termina aquí), más los cuatro generales de brigada (Menéndez, Jofre, Daher, Parada) que sí estuvieron en las islas durante la guerra, al menos escucharon de cerca las bombas y los zumbidos de los Sea Harrier.

¿Qué es evocar el 2 de abril? ¿Es evocar la decisión improvisada más grande -negativamente- en la historia del país?

De los alrededor de 100 brigadieres, almirantes y generales en servicio activo hacia 1982, ¿ninguno tuvo la voluntad de levantar la mano y pedir ir a Malvinas, a ver de cerca cómo es la guerra, aquello para lo que la Nación los preparó, luego de haber elegido cada uno voluntariamente la vida militar?

Esos oficiales superiores ausentes (quizás la presencia de alguno de ellos sí era necesaria en el continente o en aguas seguras) son la contracara de los conscriptos, en especial clase 1962 y 1963, que nunca imaginaron siquiera tomar un arma en su vida, más allá de que supiesen que podía tocarles hacer el Servicio Militar Obligatorio. Miles de ellos fueron enviados casi sin preparación, con armamento paupérrimo, con ropa no adecuada, casi aislados por falta de transporte y comunicaciones (esto afectó la logística para la distribución de alimentos) a la guerra, a enfrentarse la tercera potencia del mundo, que contó con el apoyo político, logístico y militar de la OTAN.

¿Qué es evocar el 2 de abril? ¿Es evocar la decisión improvisada más grande -negativamente- en la historia del país? Comandante en jefe del Ejército desde 1979, Galtieri había escuchado en 1981 de parte del almirante Anaya las palabras semejantes a un canto de sirenas para derrocar al también dictador/presidente, Roberto Viola, que nunca en sus nueve meses de "gestión" había logrado poner un rumbo fijo y certero. El marino le garantizó el apoyo de su arma para derrocar Viola, a cambio de que Galtieri diese luz verde a un viejo anhelo, y también antiguo plan, de la Armada: recuperar las Islas Malvinas.

Galtieri también creyó ver desde Estados Unidos un guiño a sus intenciones expansivas en política interna cuando  el asesor de seguridad nacional del presidente Ronald Reagan lo calificó de un general con una "personalidad majestuosa", tras un encuentro en Washington. 

Galtieri además estimó -sus estimaciones no resultarían atinadas, al menos en 1981/82- que el recientemente asumido Reagan retribuiría de algún modo especial la presencia de asesores militares argentinos en Centroamérica, que se ocupaban de adiestrar a las fuerzas oficiales para combatir a las guerrillas, en especial en El Salvador y Honduras. Por lo pronto, aquel asesor dejó su puesto en enero de 1982, cuando se supo que había recibido de parte de una empresa japonesa dos relojes como regalo, cuyo valor de mercado orillaba (solamente) los US$ 370. Los supuestos apoyos de Galtieri en el Norte tampoco habrían gozado de brillantez intelectual.

 

Los dos máximos responsables del país -la Fuerza Aérea, creada recién en 1945, tenía menos personal y despliegue territorial que el Ejército y Armada, fundados en mayo de 1810- tuvieron el asesoramiento del ministerio de Relaciones Exteriores, liderado por Nicanor Costa Méndez, y de los diplomáticos de carrera que lo secundaban. La previsión emanada desde la Cancillería fue, básicamente, que "Inglaterra sólo va a protestar". Sobre esa tesis se decidió la recuperación de la soberanía en las islas, también precipitada por el episodio, en marzo, de las Georgias del Sur. El concepto básico fue "recuperar para luego negociar" la soberanía. De allí que las mejores tropas (esas que derrotaron al enemigo) volvieran al continente.

¿Apoyo abierto de Estados Unidos a Argentina contra Gran Bretaña? ¿Al menos, "neutralidad"? Parecería que los militares a cargo del país no estudiaron  historia. Sin dudas, Galtieri no fue un general majestuoso. Tampoco su personalidad habría gozado de esa cualidad. A su favor, pudo haber dicho que no era el único que carecía de esas virtudes.

Las más altas esferas de la Cancillería erraron en el diagnóstico: Inglaterra primero protestó, pero casi al unísono convocó a los militares (todos profesionales, también los que tenían 17 años de edad) a sus regimientos. El viejo imperio ponía a andar su maquinaria expedicionaria militar, pese a que su flota de guerra de ultramar tenía fecha de defunción, porque el plan para la Royal Navy era que se convirtiera en una fuerza submarina, capaz de contrarrestar a las naves de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia

El viejo portaaviones Hermes iba rumbo a la venta a precio simbólico o al desguace, pero de repente fue una de las dos plataformas desde las que despegaron los Sea Harrier para bombardear las posiciones argentinas o repeler a los Mirage, Dagger, A-4, Aermacchi, Hércules, etc. Los Super Etendard (SUE) de la Aviación Naval Argentina tenían la vital ventaja de disparar sus modernísimos Exocet a 30 kilómetros o más de donde su radar detectase el objetivo. El HMS Sheffield, el Atlantic Conveyor y el HMS Invincible -el otro portaaviones, más moderno que el Hermes- pueden dar fe de la eficacia del tándem SUE+Exocet y de la aptitud de los pilotos marinos adiestrados en Francia en 1981.

Pero ese 2 de abril, más que poner fin a la usurpación colonial británica iniciada en 1833, se cristalizó el manotazo de ahogado final de la boqueante dictadura militar: el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional no había otorgado nada verdaderamente positivo al país.

El 2 de abril es el día en el que, en particular Galtieri y Anaya soñaron (ellos soñaron; en rigor, deliraron) quedarse en el poder hasta 1990 o hasta 2000 (lo mismo daría, al fin y al cabo). El "si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla" del dictador, pronunciado el 10 de abril, es acaso el momento cumbre del patetismo en la historia dirigencial argentina. Probablemente Galtieri, con una megalomanía in crescendo, se haya mareado con los vítores de la multitud autoconvocada que desbordaba la Plaza Mayo.

Evocar el 2 de abril acaso sea rememorar el día en el que se coronó la improvisación alocada; la falta de planificación; la ineptitud estratégica de los altos mandos militares; la timidez para el arrojo de algunos oficiales superiores y jefes que estuvieron en el terreno. 

El caso más paradigmático es el del general de brigada Parada, comandante de la III Brigada de Infantería, que no estableció su puesto de mando en Puerto Darwin, tal como le había ordenado el gobernador militar Menéndez (para la historia quedará la duda de por qué no fue designado gobernador y jefe militar principal el contraalmirante de IM Carlos Busser, comandante del desembarco -acaso, razones de política interna interfuerzas-). El general Parada sencillamente estuvo ausente en la batalla de Pradera del Ganso.

¿Acaso sea también ir detrás de la ignorancia, la negligencia, la falta de coordinación entre las tres Fuerzas Armadas, las carencias en la dirección y el mando de tropas, y la imprevisión de los dirigentes de 1981/82? Evocar el 2 de abril también es recordar la fecha en la que para una parte sustancial de la comunidad internacional (especialmente, del "mundo occidental"), Argentina pasó a ser un país agresor.

Otro "detalle" que los jerarcas argentinos omitieron fue la posición de la primera ministro británica, Margaret Thatcher, que tambaleaba en su puesto. En grandísima medida, le dieron a la conservadora la carta blanca para que lograse su supervivencia en el cargo. Eso sí: la Dama de Hierro no podía permitir que la bandera argentina siguiera flameando en lo que desde abril era Puerto Argentino. Tampoco podía darse el lujo de negociar ante una dictadura criminal del tercer mundo. 

De ahí que ni bien iniciado el conflicto bélico abierto, el 1° de mayo, ordenara el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, que estaba alejándose de la zona de exclusión que la propia Gran Bretaña había determinado. Aunque a flote desde 1938, el Belgrano tenía un extraordinario poder de fuego. Alrededor de las 17 horas del 2 de mayo, no sólo se hundía el crucero: también sucumbían las últimas negociaciones en curso para lograr el alto el fuego. La Armada -Anaya- no aceptó seguir negociando luego del hundimiento del navío.

Por supuesto, sin 2 de abril no se hubiese dado ese 2 de mayo, que es la fecha en que 323 marinos argentinos perdieron la vida luego del ataque silencioso del submarino a propulsión nuclear HMS Conqueror, que con dos disparos de torpedos hundió al Belgrano. Esas 323 vidas perdidas representan casi la mitad de los 649 fallecidos en la lucha por la recuperación de las islas. A esa "cifra" -los caídos en combate son personas que dieron todo sin pedir nada a cambio-  corresponde sumar a los casi 500 combatientes (desde aquí no se los considera "ex") que se quitaron la vida desde 1982: el Estado les pidió todo, y no les dio casi nada desde el mismo momento: ropa inadecuada, comida casi inexistente, pésimo armamento y liderazgo de alto mando aún peor.

Sí. El 2 de abril es la fecha de la victoria en una acción militar brillantemente ejecutada. Es el cabo de IM Jacinto Eliseo Batista ordenando, fusil en mano, el desplazamiento con las manos en alto de los Royal Marines, mientras que el 2 de mayo es la fecha del dolor de 323 familias y de 29 millones de argentinos ante la tragedia militar del Belgrano.

El golpe de Estado interno de Galtieri y Anaya contra Viola no pudo dar vuelta el escenario de agotamiento en lo económico y financiero del Proceso, con la consecuente caída en los índices de bienestar social. La dictadura se lanzó a la distracción de recuperar las Islas para negociar, pero mal asesorada y sin ninguna previsión, no avizoró la decidida reacción (militar) de Thatcher y llevó al país a una guerra para la que sus tropas no estaban entrenadas. Los militares jugaron con un sentimiento nacional. 

La Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, conocida como Comisión Rattenbach -por el apellido del oficial superior de mayor antigüedad de los 6 que la integraban, teniente general que paradójicamente fue el único integrante que firmó en disidencia el documento-, fue lapidaria con todo lo actuado impartido y (no) planificado por el alto mando militar, y fue dura en particular con los máximos responsables del despropósito.

Es por eso que desde estas líneas se plantea que el 2 de mayo, con el sacrificio de las 323 vidas en el helado y casi infinito Atlántico Sur, es la fecha más atinada para recordar el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, lo que incluiría la figura valerosa del capitán Giachino y el reconocimiento a aquella acción incruenta en la que los conscriptos, suboficiales, oficiales subalternos y oficiales jefes sí supieron estar a la altura. La gloria, el honor y el heroísmo es sólo de ellos.

En esta nota