La viabilidad de poner fin a la guerra civil en Siria

Poner fin a la guerra civil en Siria requiere un gran acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, por un lado y, por el otro, que se encuentren debidamente representados y cumplan un papel positivo los intereses de los Estados involucrados y las partes internas en pugna.
Atilio Molteni 05-08-2019
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Por Atilio Molteni Embajador

Cada tanto se tejen especulaciones acerca de la viabilidad de poner fin a la guerra civil que desde hace ocho años destruye Siria, dejó un tendal estimado en 500.000 muertos y una cifra incalculable de migrantes desamparados que exporta un grave problema social al resto del mundo, la traumática experiencia de Estado Islámico (EI) y otras atrocidades en materia de derechos humanos indignas del Siglo XXI. También, y ello no es un factor marginal, una espeluznante tensión en Oriente Medio, en donde participan actores de gran influencia como Irán y Turquía que hacen mover el amperímetro en Washington, Moscú e Israel. El problema es de extrema complejidad y parece requerir dos condiciones bastante difíciles de lograr.

La primera de esas condiciones es concretar un gran acuerdo de paz y de espacios geoestratégicos entre Estados Unidos y Rusia, en el que se incluya un serio plan de reconstrucción del país. La segunda, que se hallen debidamente representados y jueguen un papel positivo los intereses de los Estados involucrados y de las partes internas en pugna. Esto incluye a la mayoría sunita y a los kurdos sirios (que deberían reintegrarse al Estado de ese país, con el reconocimiento del noreste de Siria como una región autónoma y con garantías de no injerencia en Turquía). El gran problema actual es que, esa posibilidad coincide y colide con el hecho de que la situación en el Golfo Pérsico demuestra un creciente antagonismo entre Washington y Teherán. ¿Existe la posibilidad de encapsular este último problema y discutir el dossier sirio por separado? Visto la imprevisibilidad actual de todos estos actores, es muy difícil saberlo. Sin embargo, hay gente que piensa que la guerra tiene posibilidades de amainar y agotarse, sin que nadie tenga seguridad de saber cómo puede quedar este rompecabezas.

La búsqueda de una solución diplomática a la guerra civil comenzó a gestarse con la resolución 2.254 (2015) del Consejo de Seguridad, que elaboró un plan para lograr un cese del fuego y un proceso de paz, pero dejó múltiples problemas sin resolver, entre ellos el diseño de la transición política. Ahora este objetivo es aún más difícil de lograr, al haber tomado forma una división en zonas de influencia y el fortalecimiento del presidente Al-Assad que hasta el momento fue parte central del problema.

Las protestas de marzo de 2011 en Siria fueron parte de la Primavera Árabe, con características propias debido a que su desarrollo afectó a Israel y a otros Estados limítrofes, como Turquía, el Líbano e Iraq. Es un país que se caracteriza por su complejidad étnica y religiosa. Fue la cuna del nacionalismo árabe que enfrentó al colonialismo francés. Recién se independizó en 1945 como un Estado débil y con reclamaciones territoriales, por lo cual desde el vamos intentó reconstruir la “Gran Siria” del período otomano. El resultado final fue un Estado demográficamente muy dividido, donde predominan los suníes (60-65 %) sobre los chiitas, pero existen minorías cristianas, drusas y kurdas.

Desde 1970, con el apoyo del Partido Baath, el presidente Hafiz Al-Assad gobernó en forma dictatorial y secular, logrando mantener la estabilidad política interna. Además, llegó a controlar al Líbano y llevó adelante negociaciones de paz con Israel que al poco andar fracasaron. En junio de 2000, Basar Al-Assad heredó el poder de su padre. Ambos son parte de una minoría alauí, vinculada con los chiitas, que gobierna Siria pese a representar a sólo el 12% de la población.

El levantamiento de la Primavera Arabe al principio fue pacífico y se limitó a reclamar dignidad, democracia y un gobierno representativo y plural. Luego se convirtió en una insurrección armada de la mayoría sunita que, en la primera etapa, consiguió lidiar con efectividad contra el ejército. Ante ello, el gobierno sólo mantuvo el control de los centros urbanos y el área costera del Mediterráneo. En cambio, el noroeste y gran parte de la frontera con Turquía ?de 750 kilómetros de extensión? fue dominado por sus oponentes, mientras otras facciones lo hicieron en el sur y en las proximidades de la capital federal (Damasco).

Un factor fundamental de la peculiar estabilidad de Al-Assad, es su alianza con Irán y el grupo Hezbolá. La situación de su aliado sirio reviste importancia principal para Irán, cuyo gobierno se apoya militarmente con el empleo de la Guardia Revolucionaria Islámica y otros grupos chiitas, lo que permitió organizar un frente militar que se sumó al dominio misilístico del Hezbolá en el Líbano. Éste último está luchando su propia guerra a expensas del pueblo sirio.

La ayuda externa a los rebeldes sirios derivó en cuatro acciones: 1) la confrontación con los países sunitas encabezados por Arabia Saudita, los que se propusieron derribar al presidente sirio Al-Assad apoyando, inclusive, a los islamistas radicales; 2) la presencia militar de Turquía en favor de los Hermanos Musulmanes y a otros grupos rebeldes, procurando limitar, de paso, la expansión de los kurdos sirios que son su propio problema; 3) los países occidentales, que trataron de que Al-Assad dejara el poder ?sin actuar militarmente contra sus tropas? y el retiro de los iraníes y 4) Israel, que lleva adelante un plan estratégico contra Irán y Hezbollá, para limitar su influencia directa y expansión por medio de selectos ataques con medios aéreos como forma de disuasión. El conflicto particular entre Siria e Iraq sirvió de terreno fértil para la creación del denominado Estado Islámico (EI), liderado por la más radical y sanguinaria de las organizaciones sunitas. Los orígenes del aludido Grupo se retrotraen a su lucha contra la invasión estadounidense en Iraq. Intentó establecer un califato ? Gobierno unificado bajo un califa, considerado como estado sucesor de la autoridad política de Mahoma-, que logró controlar un extenso territorio a ambos lados de la frontera y llevó a cabo importantes acciones terroristas en diversos escenarios.

En su momento, el Presidente Barack Obama declaró que la utilización de armas químicas por parte de Siria constituía una “línea roja” que daría lugar a una respuesta militar. No obstante, cuando ocurrió un hecho de esa índole, en agosto de 2013, se prendió a una solución diplomática gestionada por el Gobierno ruso. Recién un año más tarde reconoció que era imprescindible enfrentar al EI (no al ejército sirio), objetivo para el que Washington organizó una coalición de más de setenta países (Operation Inherent Resolve), que desplegó acciones aéreas y abasteció de recursos a los kurdos sirios alistados en las Unidades para la Protección del Pueblo (PYD). Esta decisión le provocó serios problemas con Turquía, quien considera al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) turco como fuerza inadmisible. Para Ankara resultó inaceptable que se reconozca la identidad de una fuerza que fomenta el terrorismo y tiende a desequilibrar su frente interno. También tuvo lugar un despliegue de tropas especiales de Estados Unidos (unos 2.000 soldados a fines de 2017) para cooperar en la lucha contra EI.

En cambio, en setiembre de 2015 el presidente Vladimir Putin optó por intervenir militarmente en apoyo del Presidente Al-Assad. Tal decisión logró revertir la situación estratégica en beneficio del gobierno, cuyas fuerzas lograron restablecer su control sobre la denominada “Siria vital” al contar con la paralela ayuda del Hezbolá y de Irán. A diferencia de su predecesor, en abril de 2017 el Presidente Trump ordenó un ataque con misiles en represalia por la utilización, por parte de Siria, de gas sarín. Al mismo tiempo, en virtud de su escepticismo sobre la eficacia de las acciones militares, en diciembre de 2018 (después de hablar con el presidente Recyp Erdogan) afirmó que EI estaba vencido y existían condiciones para el regreso de sus tropas. Esta declaración sembró confusión en Washington y entre sus aliados, pues EI era todavía un peligro latente, la presencia de Irán era significativa y la guerra civil no había sido resuelta políticamente. Posteriormente la Casa Blanca informó que se mantendría una fuerza residual de 400 soldados.

En la actualidad Siria está dividida en tres zonas: 1) dos tercios del territorio y dos terceras partes de la población y las ciudades más importantes (Damasco y Alepo), así como gran parte de la frontera con Iraq, Jordania y Líbano, la zona adyacente a las Alturas del Golán y la costa del Mediterráneo, están controladas por el Gobierno; 2) la segunda, conforma un enclave en el norte adyacente a Turquía (con las ciudades de Idlib y Manjib), donde existen grupos rebeldes vinculados con Ankara, otro con Al-Qaeda ?derivado del llamado Jabhat al-Nusra? y tropas turcas que invadieron esta zona y dominan, en el oeste, una línea de cese del fuego con los sirios, y 3) la tercera, localizada en el noreste y va desde el Río Eufrates hasta Turquía e Iraq. Comprende la tercera parte restante (y las ciudades de Kobani, Raqqa y Tal Abyad), con una población de 4 millones de habitantes. Ese último enclave está controlado por los kurdos sirios que exhiben una fuerza de unos 60.000 hombres armados. Allí estuvo el poder central del califato de EI que ese grupo ayudó a destruir. En esta última zona están desplegados los soldados estadounidenses y fuerzas británicas y francesas, que actúan contra los remanentes de EI, y también evitan que Damasco trate de retomar este territorio o Turquía termine con el PYD. De todo esto trata el esfuerzo por ganar la paz.