El Economista - 70 años
Versión digital

jue 28 Mar

BUE 21°C

Esperando a Cristina

Falta una eternidad para 2019 y la decisión de Cristina no se conocerá hasta último momento, pero parece más probable que esté en el terreno de juego

21 junio de 2018

Por Ignacio Labaqui Analista político y profesor en la UCA y UCEMA

El deterioro del escenario económico causado por el episodio de volatilidad cambiaria que comenzó en la última semana de abril ha generado dudas sobre las chances de reelección de Mauricio Macri en 2019. La opinión de consenso entre los analistas económicos es que la Argentina se encamina hacia dos trimestres de caída en los niveles de actividad y una inflación que será más alta que la de 2017. La aceleración del gradualismo pactada con el FMI implica que habrá ajuste fiscal por un buen rato y que ello, si bien será positivo en el mediano plazo, impedirá al Gobierno gozar de las ventajas de una economía creciendo a todo vapor en 2019. De ahí las dudas sobre las chances de Macri en las elecciones del año que viene.

Sin resultados positivos en materia de inflación y crecimiento, ¿por qué podría ser reelecto Macri? Básicamente, gracias a la presencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuya figura no solo es materia de discordia dentro de la amplia familia peronista, sino que, a pesar de contar con un piso alto de votantes, genera un profundo rechazo dentro del electorado. El rechazo a la vuelta al pasado nuevamente operaría a favor del Gobierno.

Ahora bien, si las chances de reelección de Macri dependen en buena medida de la presencia de Cristina en la competencia, ¿por qué motivo la expresidenta se prestaría a hacerle el favor de competir al oficialismo? Es cierto que tal vez Cristina generaría más daño al oficialismo actual corriéndose de la escena el año que viene. La pregunta es entonces, ¿cuál sería el rédito? Más bien, razones para competir no le faltan a la ex presidenta.

En primer lugar, Cristina es la figura más fuerte del disperso y fragmentado abanico opositor. Obtuvo el año pasado 37% de los votos en la provincia de Buenos Aires, que representa el 40% del padrón electoral. Es más, si sumamos los distritos en los que compitió su partido (Unidad Ciudadana), el kirchnerismo obtuvo a nivel nacional alrededor del 22% de los votos. Las elecciones legislativas no son equiparables a elecciones presidenciales, pero cabe pensar que con la expresidenta en la cancha el kirchnerismo podría alcanzar hasta 30% de votos a nivel nacional. Ningún otro candidato del espacio K sería capaz de lograr semejante resultado, incluso si Cristina lo coronara como su delfín

Pero hay otros motivos que empujarían a la expresidenta a la competencia. Si ella no juega, su poder para armar las listas es menor y ello impacta sobre el poder que tiene el kirchnerismo en el Congreso. En la Cámara Baja, el kirchnerismo tiene mucho para perder dado que arriesga 38 de las 65 bancas que tiene el bloque del Frente para la Victoria. Más de la mitad de los que deben revalidar títulos el año que viene son cristinistas de paladar negro. La lista incluye a las principales espadas de Cristina en la Cámara Baja, a saber: Axel Kicillof, Nilda Garré, Mayra Mendoza, Andrés Larroque, Fernanda Raverta, Rodolfo Tailhade, Eduardo De Pedro y Máximo Kirchner solo por mencionar algunos de los diputados cuyo mandatos vencen en 2019.

En la Cámara Alta, ocurre exactamente lo contrario: Unidad Ciudadana solo arriesga 2 de las 9 bancas del bloque y, por ende, tiene un potencial de crecimiento interesante si presenta una candidatura presidencial fuerte que beneficie con el efecto arrastre a los aspirantes a senadores.

¿Quién más que Cristina puede garantizar el mantenimiento de esas 38 bancas en la Cámara Baja y el crecimiento de Unidad Ciudadana en la Cámara Alta? De no competir la expresidenta, ¿tendrá la lapicera como para armar las listas en los 24 distritos que eligen diputados y en las 8 provincias que renuevan bancas para el Senado? ¿Agustín Rossi? ¿Felipe Solá? Difícilmente. El problema de generar una figura alternativa al líder no es exclusivo del kirchnerismo sino que se repite en otros países en la región, afectando tanto a partidos de izquierda como de derecha.

Ahora, bien podría la expresidenta recapacitar del error de 2017 de no conceder una PASO y participar en una interna junto a los precandidatos de los demás clanes peronistas. Está aún por verse si Cristina acepta semejante posibilidad, algo que probablemente le hubiera resultado muy favorable en las primarias del año pasado. El problema es que quienes tendrían pocos motivos para aceptar son los demás pre candidatos que podría presentar el peronismo no kirchnerista. ¿Para qué ir a una PASO a perder contra Cristina? El resto del peronismo ya conoce el modo de conducción cristinista y probablemente no quiera repetir la experiencia. Amén de ello, si el rechazo a Cristina es elevado al punto que perdería en una segunda vuelta contra Macri ¿para qué ir a perder una primaria contra una candidata que siquiera garantiza la victoria?

Las mejores posibilidades del peronismo no kirchnerista no son una sociedad con el kirchnerismo sino por enfrentar a Macri en un eventual balotaje con un candidato moderado emulando de alguna manera lo que ocurrió en la segunda vuelta de la elección porteña de 2015. El problema es nuevamente la expresidenta. Su bastión es la provincia de Buenos Aires, en la que podría obtener un resultado igual o incluso mejor que el logrado en 2017. Y en esa provincia, aparte de Cristina, se encuentra la gobernadora María E. Vidal, quien también buscará la reelección. El espacio disponible para otra candidatura opositora en la provincia de Buenos Aires, por ende, es limitado. Y sin un anclaje fuerte en el principal distrito electoral cuesta pensar en una alternativa opositora capaz de llegar a una segunda vuelta.

Cristina Fernández de Kirchner no es, sin embargo, el único obstáculo para la unidad del peronismo, si bien es el más poderoso. El poco promisorio escenario económico que hace presuponer a un Macri devaluado ante la opinión pública más que alentar la unidad, es un incentivo a la fragmentación. Si efectivamente el ajuste fiscal prometido al FMI hace de Macri un candidato fácil de derrotar, ¿para qué unirse y compartir el premio? Nuestro sistema de elección a tres vueltas estimularía en casos como este la fragmentación antes que la unidad bajo la premisa de que quien quede en pie frente a Macri se queda con el premio mayor. Basta con ser el opositor mejor parado para que luego la sociedad, harta del ajuste, vote a quien pueda desalojar a Cambiemos. Aunque a priori este razonamiento es tentador, no es más que la repetición del error de la oposición argentina en 2011 y de la oposición ecuatoriana en 2015. Y aunque el resultado es conocido de antemano, parece difícil que la historia no se repita.

Evidentemente, el Gobierno pasa por su peor momento y el futuro en materia económica no parece ser tan promisorio como hace algunos meses. Falta una eternidad para 2019 y la decisión de Cristina no se conocerá hasta último momento. Pero dados los incentivos, parece más probable que la expresidenta esté en el terreno de juego a que no esté. Teniendo en cuenta ello y pensando en el escenario para el año que viene tal vez no esté de más recordar que tratándose de elecciones, la economía es definitivamente relevante, pero que la superestructura también importa.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés