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La economía global necesita un motor

A ningún país le resulta fácil ocupar el lugar que en su momento tuvieron el consumidor estadounidense y China.

20 septiembre de 2016

En el mundo no hay ahora una economía que haga de motor y mueva las demás. A fines de los '90 ese papel lo desempeño el consumidor estadounidense que disponía de un dólar revalorizado frente al resto de las monedas y absorbía productos de todos los países. La consecuencia de ese esquema fue el desequilibrio del sector externo de Estados Unidos. Luego vino el auge de China que arrastró al resto de las economías, y que incluso, jugó un papel clave en la salida de la recesión originada por la crisis financiera en Estados Unidos.

Hoy ninguna de las economías está en condiciones de dinamizar al resto y todas están enfocadas en resolver sus problemas. La economía mundial está atrapada en un angosto sendero de crecimiento del 2 al 3% desde 2010 mientras que en los cinco años previos a la recesión de 2008-2009 la expansión promedio fue de 3,6% anual.

Europa y Japón, han agotado todas las herramientas monetarias para reavivar sus economías pero con magros resultados. China viene anunciando desde hace tiempo que quiere cambiar su modelo económico alentando más el consumo interno y no tanto el ahorro y las exportaciones. Pero la realidad es que ha ido en la dirección contraria. En 2014 sus exportaciones representaban el 12,9% del comercio mundial y en 2015 el porcentaje trepó a 14,6%.

A su vez, Estados Unidos creció en los últimos años a una tasa promedio de 2,1%, insuficiente para traccionar a otras regiones del mundo. Por otra parte, las autoridades norteamericanas piensan que no debe haber un único motor de la economía global, sino varios. La actitud de cautela de la Reserva Federal con relación a la tasa de interés también demuestra que no se quiere fortalecer excesivamente al dólar porque afectaría a las exportaciones. Cada país atiende su juego en esta etapa y las políticas monetarias tienen menos influencia que en el pasado. Por eso, ahora se habla cada vez más de las políticas fiscales y de la inversión en infraestructura como motores del desarrollo. La directora del FMI, Christine Lagarde se refiere a esta etapa de bajo crecimiento como “nueva mediocridad” mientras que economistas influyentes como Larry Summers hablan de “estancamiento secular”. Pero más allá de las teorías y las denominaciones que se utilicen, el desafió de la economía global es recuperar una tasa de crecimiento que permita el progreso social.

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