(Columna de Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina)
El segundo trimestre suele ser estacionalmente benigno para la economía argentina producto de la exportación de buena parte de la cosecha gruesa y el cierre de paritarias de los principales gremios, que se traduce en significativos incrementos salariales. Este año no será la excepción.
Sin acceso al financiamiento externo (pese al mayor apetito por activos financieros locales, los fallos de Griesa cierran cada vez más la posibilidad de que el Gobierno Nacional coloque deuda) y con venta récord del dólar ahorro para controlar la brecha (ya son casi U$S 500 M mensuales), el Gobierno ha restringido fuertemente las importaciones para no perder reservas. La mayor liquidación de exportaciones durante el segundo trimestre puede ayudar a distender (algo) las trabas a los insumos importados necesarios para suavizar el nivel de actividad.
Asimismo, las paritarias llegan en un momento clave: durante 2014, los salarios perdieron mucho terreno en la carrera frente a la inflación por lo que necesitan un empujón para alcanzar a los precios. La buena noticia para los trabajadores es que la desaceleración de la inflación se consolidó gracias a profundizar el atraso cambiario y tarifario, lo que junto al primer tramo de aumentos salariales implica una mejora del poder adquisitivo.
Por ende, transitoriamente la economía tendrá algo más de dólares (por exportaciones) y habrá una mejora del salario real (paritarias). Si a esto se le suma la aceleración del gasto público de cara al comienzo del año electoral, la economía local podría beneficiarse de un veranito pasajero en los próximos meses. La primera pregunta clave a dilucidar es la duración de este fenómeno. La segunda es qué variables económicas se verán beneficiadas por esta mejora transitoria. Por último, que vendrá después del “veranito”.
Sabemos que la mejora es transitoria porque la estrategia de profundizar el atraso cambiario y tarifario no es sostenible. Asimismo, si bien en el segundo y tercer trimestres aumenta estacionalmente la liquidación de divisas por parte de la agroindustria, en agosto la liquidación puede caer, especialmente si productores agrícolas y cerealeras deciden posponer ventas a la espera de resultados de las PASO y los comicios presidenciales.
Salvo que el Gobierno consiga elevado financiamiento externo (en el mercado de capitales, canjeando el BODEN 2015 o consiguiendo un crédito chino), la escasez de divisas volverá a profundizarse. Hacia fines de año se va a ir extinguiendo el ingreso de los agrodólares y se irán acercando fuertes vencimientos de deuda pública. Además, es muy probable que las contenidas expectativas de devaluación revivan al final del mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Si el próximo Presidente electo insinúa una unificación cambiaria (léase suba del tipo de cambio oficial para cerrar la brecha con el blue), la dolarización y el acopio de las exportaciones crecerán significativamente.
Queda claro, entonces, que la calma cambiaria, la mejora de la confianza del consumidor y el ingreso de agrodólares pueden revertirse hacia el cuarto trimestre. Incluso la recuperación del salario real podría diluirse si, como esperamos, la inflación se acelera en la segunda parte del 2015, a contramano de lo sucedido el año pasado.
La segunda pregunta a dilucidar es qué componentes pueden beneficiarse de este “veranito”. No prevemos mayores cambios en la inversión, ya que la principal restricción actual es la falta de previsibilidad a la hora de hundir capital. Los factores expansivos mencionados no afectan significativamente a la inversión reproductiva. De hecho, la profundización del atraso cambiario y tarifario genera mayor pública (shock de gasto electoral).
Tampoco prevemos un repunte en las exportaciones. Si bien estacionalmente hay una mayor liquidación de divisas respecto del primer trimestre del año, el panorama de las ventas externas para 2015 es sombrío. La profundización del atraso cambiario, las restricciones a las importaciones que acotan exportaciones, la caída de los precios internacionales de las commodities, el freno de la demanda de nuestros principales socios comerciales, las represalias e incluso una posible postergación de ventas externas hacia fin de año a la espera de definiciones cambiarias, implican una caída de las exportaciones superior a US$ 6.000 M respecto de 2014.
En cambio, por la mejora del salario real el repunte de la confianza y la estabilidad cambiaria, prevemos una mejora transitoria del consumo (público y privado). Sin embargo, esta recuperación tiene un límite en el nivel de las importaciones: si la compra de insumos productivos en el exterior no se dinamiza, la producción local sólo puede aumentar en sectores no transables (que no insumen divisas). Y cuando la oferta agregada no aumenta, sabemos que el exceso de demanda se cierra con un aumento de precios.
Salvo que el Gobierno consiga endeudamiento para aflojar la restricción externa, la mejora del consumo será transitoria. Vale destacar además, que dicho estímulo impulsará, por el lado de la oferta, sólo a los sectores no transables (buena parte de los servicios y la construcción) situación consistente con un mayor atraso cambiario.
Por último, toda estrategia de pan para hoy y hambre para mañana minimiza costos de corto plazo pero los potencia en un mayor horizonte temporal. La herencia económica que enfrentará el próximo presidente electo es pesada. El margen de maniobra se irá acotando significativamente, lo que implica un comienzo de mandato complejo en el que la prioridad será recuperar una política económica consistente.
El próximo Presidente no sólo va a heredar profundos desequilibrios (inflación elevada con atraso cambiario y tarifario, diversas restricciones, situación fiscal delicada, un BCRA virtualmente quebrado, etc.) sino también expectativas difíciles de administrar. Por caso, las expectativas de inflación y de devaluación repuntarán de cara al recambio presidencial (los controles de precios irán perdiendo relevancia y la incertidumbre cambiaria irá creciendo).
Para peor, se está instalando la idea de que el nuevo presidente logrará una rápida mejora económica, cuando la realidad indica que, por más deuda externa que se consiga, tendrá que corregir profundos desequilibrios. Y debería implementar las correcciones lo antes posible para capitalizar el repunte económico durante las elecciones legislativas de 2017.