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Un panorama sombrío para la inflación

La suba de precios mantiene fuerza y el panorama a corto plazo no es el mejor

15 junio de 2018

Por Matías Carugati Economista jefe M&F Consultora

La suba de precios mantiene fuerza. En medio de la turbulencia cambiaria, la inflación de mayo fue de 2,1% mensual, por debajo de lo esperado por los analistas (2,4% según el REM), alcanzando 26,3% en términos anuales. El principal impulso no provino de los precios regulados (apenas 0,4% mensual, debido al impacto de la reducción impositiva sobre algunos servicios), ni de los estacionales (2,5%), sino del grupo de bienes y servicios con “precios libres” (2,7%). La aceleración de la inflación núcleo genera más complicaciones y deja en evidencia una política monetaria inefectiva, hasta ahora, para controlar la inflación.

El panorama a corto plazo no es el mejor. La depreciación de la moneda ya supera el 25% desde comienzos de la corrida cambiaria, y el mercado aún mantiene fuertes tensiones. Aunque el enfriamiento de la actividad podría actuar como amortiguador (por malas razones, entre ellas, la caída de los ingresos reales a pesar del reajuste por cláusulas de actualización y revisión/gatillo), el traslado a precios comenzará a sentirse eventualmente. En efecto, el propio BCRA anunció que prevén una aceleración inflacionaria en junio. Al empuje del dólar se debería agregar el aumento de la cotización internacional de los combustibles, que llevó a las petroleras a presionar por el retraso en el precio local, y el reajuste necesario de las tarifas para evitar desembolsar más subsidios (lo que atenta contra las metas fiscales). De permitirse cierta actualización (parcial o plena), ello también incidirá sobre la inflación de los próximos meses. Y ni hablar de las expectativas, que se encuentran desancladas completamente. El régimen de metas de inflación está en etapa crítica, con la credibilidad del Banco Central muy erosionada.

En este contexto, el BCRA mantuvo la tasa. El Comité de Política Monetaria decidió sostener la tasa de referencia en 40% al reconocer que la inflación de junio está dando señales de aceleración. Así todo, redujo el corredor de pases a 7 días subiendo los pases pasivos y disminuyendo los activos. Ello implica reforzar el sesgo contractivo de la política monetaria. El acuerdo con el FMI reforzó el esquema de metas de inflación con tipo de cambio flexible e intervenciones cambiarias puntuales. Sin embargo, el dólar siguió su curso ascendente, a pesar del anuncio de venta de divisas por parte del Tesoro y la propia intervención del BCRA en el mercado. Si bien resulta difícil discernir una estrategia cambiaria, sería útil poner la flotación en pausa hasta tanto se haga efectivo el primer desembolso del FMI y se defina la posibilidad de ascender como mercados emergentes. Por ahora, el accionar del BCRA genera cada vez más ruido (y críticas abiertas), complicando aún más el proceso de reconstrucción de credibilidad.

La política monetaria, bajo reformas. El acuerdo con el FMI trajo una serie de modificaciones importantes para el BCRA. Al margen de definir nuevas metas de inflación, el Gobierno se comprometió a enviar un proyecto de ley para reformar la Carta Orgánica del BCRA y a sanear el balance de la entidad. Los cambios buscan aumentar la efectividad de la política monetaria tratando de: 1) reducir la interferencia política en el organismo; 2) aumentar la transparencia y fortalecer la rendición de cuentas; 3) dotar al banco de autonomía operativa, y 4) reforzar el compromiso con una inflación baja y estable. En suma, el FMI pidió que se transformara al BCRA en el típico banco central de “libro de texto”.

Los nuevos objetivos son más realistas, pero aún parecen exigentes. El FMI logró imponer un nuevo sendero para las metas de inflación: 17% anual para 2019, 13% en 2020, 9% en 2021 y 5% de 2022 en adelante. Además, habrá objetivos intermedios (trimestrales) que el BCRA deberá alcanzar. Este cambio, el segundo en dos años y medio, nos deja con metas más realistas, aunque exigentes. Por caso, las proyecciones de inflación del último REM están cerca de la meta central, pero todavía por encima de ellas.

Hacia delante, el desafío del BCRA será doble. Por un lado, alinear las expectativas con los objetivos, que dejarán de ser orientativos ya que serán auditados por el FMI para seguir el cumplimiento del programa. Por otro lado, lograr que los precios se determinen en función de la inflación esperada. Esto requiere no sólo romper con la inercia inflacionaria sino también evitar que otras cuestiones, como el cambio de precios relativos, atenten contra el objetivo de fondo. ¿La meta más alta (y amplia) de 2018 apunta a que el gobierno realice la mayor parte del “trabajo sucio” este año? Veremos si con un Banco Central “de manual” se logra doblegar una inflación persistente o si termina haciendo falta algo de creatividad para enfrentar una realidad más compleja de la que muestran los libros.

La columna fue escrita junto a Florencia Hernández, economista M&F Consultora

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