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“Los logros son admirables, pero queda mucho por hacer”

22 noviembre de 2016

Desmantelamiento completo de los controles cambiarios, adopción de un régimen de metas de inflación con un tipo de cambio flotante, gestiones iniciales para fijar las tarifas de los servicios públicos en niveles más próximos a los precios internacionales, retorno exitoso a los mercados internacionales de capital tras la rápida solución de la controversia de diez años con los acreedores holdouts, mejoras notables en la gestión de Gobierno, una reforma integral del organismo nacional de estadística y una estrategia cautelosa para combatir el déficit fiscal. “Tras un año de gestión, los logros del Gobierno son numerosos”, sostiene Roberto Cardarelli, el jefe de la misión del FMI que visitó Argentina en septiembre, en un post en el blog del organismo publicado ayer.

“Pero aún queda mucho por hacer para completar la transición hacia un entorno económico más estable y reanudar un crecimiento vigoroso, sostenido y equitativo, sin dejar de proteger a los pobres ante los inevitables costos del ajuste”, advierte Cardarelli, quien estuvo acompañado por varios economistas del FMI y tuvo reuniones con funcionarios, legisladores, empresarios, ONG y economistas. La misión redactó un informe, que presentó el 19 de octubre, que fue elevado por el board del organismo el pasado 9 de noviembre.

Las recomendaciones más importantes del FMI son tres.

“Los avances en la reducción del déficit fiscal deben continuar, a un ritmo acorde con la necesidad de reducir al mínimo el impacto en los más vulnerables, y deben basarse en la reasignación del gasto y la racionalización del sistema tributario”, sostiene Cardarelli. Si bien reconoce que un ajuste tipo shock rebajaría las tasas de interés, aliviaría las presiones sobre el peso y reduciría el riesgo derivado de la dependencia excesiva del financiamiento externo, admite que “hay una serie de limitaciones económicas, sociales y políticas justifican una reducción gradual del déficit fiscal”. El economista italiano sostiene que “la reducción del gasto público corriente, que se disparó en la última década, debería estimular la inversión pública en infraestructura y reducir los impuestos de las empresas y los hogares”, y recomienda la adopción de un marco fiscal a mediano plazo, un paso que “ayudaría a dotar de credibilidad al necesario reequilibramiento fiscal”.

“El ritmo de desinflación debe seguir teniendo en cuenta los costos económicos que genera a corto plazo”, plantea Cardarelli y agrega que la inercia en la determinación de los precios y los salarios es “alta” y los salarios están indexados “de facto”. Obviamente, la búsqueda de una tasa inflación de un solo dígito es esencial para afianzar el crecimiento a largo plazo y reducir la pobreza, reconoce el jefe de la misión, “pero es probable que la orientación restrictiva de la política monetaria que es necesaria para forjar la reputación antiinflacionaria del BCRA haga mella en el producto a corto plazo”. En la literatura económica eso se conocer como “ratio de sacrificio”. Si el BCRA juega a fondo para que la inflación no supere el 17% durante el año entrante y pronuncia el sesgo contractivo de su política monetaria, el crecimiento de 2017 podría ser hasta 1 punto menor. Lo mismo puede pasar si se endurecen las condiciones financieras globales o hay una devaluación pronunciada del peso. Cardarelli tiene una propuesta audaz: modificar la Carta Orgánica del BCRA, limitando el mandato de la institución a la estabilidad de precios y excluyendo la posibilidad de financiamiento del déficit fiscal.

Por último, plantea que la reconstrucción de los cimientos del crecimiento exigirá reformas de gran alcance por el lado de la oferta, un flanco muy poco observado en los años del kirchnerismo, caracterizados por un bombeo constante del consumo y el agotamiento de los stocks de la economía. “Esto incluye mejorar la calidad de la infraestructura, eliminar las barreras comerciales restantes, reformular las regulaciones de los servicios públicos, robustecer la eficiencia del mercado y la competencia en industrias clave del sector privado (incluido el de la energía), y seguir llevando adelante el exhaustivo plan anticorrupción del Gobierno”, dice Cardarelli.

Números distintos

Pese a los halagos, el FMI tiene una visión bastante menos optimista que el Gobierno, y el propio sector privado local, para el desempeño de las principales variables argentinas en los próximos años. Aunque, ciertamente, mejores a las que viene teniendo el país desde 2011. Quizás no sea el mejor de los mundos, pero ciertamente parece un plafón interesante para que Cambiemos puede ser competitivo en las elecciones.

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