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¿La región aprovecha la “palanca china”?

Un estudio del Banco Mundial.

07 octubre de 2011

Un estudio del Banco Mundial (BM), difundido este mes, se pregunta si el crecimiento reciente de las economías latinoamericanas tiene el sello, como muchos de los bienes que van y vienen por el mundo, de Made in China. Más allá de la metáfora, son crecientes la literatura e investigación económica sobre el expansivo vínculo comercial y financiero del Gigante Asiático con muchos países latinoamericanos, y su efecto en el crecimiento de éstos.

Es que en 1990 la relación comercial entre China y América Latina “era prácticamente inexistente”, dice el trabajo coordinado por Augusto de la Torre, economista jefe del BM para la región. Prácticamente no había ninguna correlación entre el ciclo económico chino y el latinoamericano. Hoy, el comercio y las inversiones extranjeras directas (IED) fluyen en abundancia. El desarrollo del vínculo Sur-Sur del que hablaban los líderes tercermundistas a mediados del siglo pasado es, hoy, una realidad tangible. El estudio lo deja en claro: “El crecimiento de los países de América latina está crecientemente atado a lo que ocurre en China, y cada vez menos a lo que pasa en los países avanzados”.

Queda claro que, por su demanda de commodities (que le ponen un piso alto sus cotizaciones, la irrupción de China ha sido beneficiosa para la región, aunque tampoco deben ignorarse algunos efectos nocivos: entre ellos se destaca la ten dencia de esas economías a primarizarse. Pero esta parte de la historia, más o menos conocida por todos, es sólo una de sus facetas. El trabajo del BM investiga cómo la región puede, más allá de los beneficios citados, aprovechar la fenomenal oportunidad que significa la palanca China. “Este estudio explora si el creciente vínculo con China puede ser capitalizado para ayudar a la región a entrar en un período de convergencia entre sus niveles de calidad de vida y el de los países avanzados”, dice y acota: “Una convergencia que América Latina no ha logrado en más de un siglo”.

Pero, ¿cómo se evalúa ese efecto? Según los autores, hay que analizar si el vínculo con China implica una mayor acumulación de factores (humano y físico) y estimula incrementos en la productividad, especialmente los relacionados con la transmisión de conocimiento y tecnología. Así, el informe busca similitudes en el actual vínculo China-América latina con el de Japón y los “tigres asiáticos” entre 1970 y 1990. En ese período, dicen los autores, el vertiginoso crecimiento nipón derramó sus efectos en esos países.

¿Ocurre lo mismo entre China y la región? “No parece ser el caso”, concluye el BM. No hay difusión tecnológica ni un “efecto derrame” de conocimiento. La IED china, asimismo, se centra casi exclusivamente en la adquisición de empresas del rubro primario. Tampoco tienen los países latinoamericanos un nivel de ahorro (y, por ende, de inversión) tan alto como el que tuvieron “los tigres asiáticos” en ese entonces. Además, en términos del peso del comercio sobre el PIB, los “tigres asiáticos” son muchos más abiertos. “El punto central es que las conexiones comerciales por sí solas ?que no están acompañadas o generan formación de capital humano, inversión en innovación y transmisión de conocimiento? no estimulan el crecimiento de la productividad”, dice el informe.

Pero también hay motivos para tener esperanzas, indican los autores. El sector primario (la producción del agro y la minería, principalmente), se ha tecnificado y ha logrado incluir más valor a lo largo de la cadena productiva. Ese es, en definitiva, el camino a seguir por la región. Aprovechar la “palanca china” dependerá de la capacidad de los países de industrializar sus economías, como señaló Dani Rodrik en una entrevista realizada por este medio.

(De la edición impresa)

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